El reino Etruscan se tiñe de sangre cuando César, el hijo ilegítimo del rey, conspira con su prometida Ariadne para usurpar el trono de su medio hermano, Alfonso. A pesar de la devoción de Ariadne por el nuevo rey, su fe se hace añicos cuando él la...
Cuando se le preguntó sobre su identidad, el rostro del comerciante de Oporto se tornó rojo como una tormenta en el horizonte. Sus ojos se movieron de un lado a otro, vacíos de palabra, antes de que, en un intento desesperado, se lanzara hacia la salida más cercana. La multitud se agitó con gritos de persecución.
—¡Atrápenlo! —, alguien gritó desde el fondo, y enseguida un grupo se lanzó sobre el comerciante, intentando darle alcance.
Sin embargo, fue el príncipe Alfonso quien, en un abrir y cerrar de ojos, capturó al hombre. Su altura imponente y su corpulencia destacaban entre la multitud, pero lo que verdaderamente lo distinguía era su destreza física, que no tenía rival. Mientras la "Nike de la Victoria" caía al suelo con estrépito, él se encontraba en su lugar entre los asientos de los invitados, y con una agilidad sorprendente, se levantó, sorteó a las damas y se dirigió a la derecha, donde había avistado al comerciante huyendo. Con un movimiento rápido, un fuerte golpe de su hombro lo derribó al suelo.
Al sujetar al comerciante de Oporto, que ya yacía boca abajo, lo inmovilizó de inmediato y ordenó:
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Arréstenlo y llévenlo a la prisión del Palacio!
Los soldados, obedientes, respondieron al instante:
—Sí, Majestad.
—Además, — agregó Alfonso con tono firme. —evalúen la autenticidad de las demás obras de arte. Si son falsificaciones, anulen la transacción. Si son genuinas, ajusten el precio de venta al propietario original, no al comerciante.
Los soldados asintieron, dispuestos a seguir sus órdenes.
La atmósfera en el salón se había transformado en un caos incontrolable. El marqués de Civo observaba desde el centro del tumulto, mientras la falsa escultura de mármol yacía clavada en el suelo, como testigo mudo de la confusión. Los guardias recorrían las habitaciones interrogando a los comerciantes y a los nobles presentes, y los murmullos del público se mezclaban en una constante charla.
—¿La segunda hija de la familia De Mare jugó un papel tan importante en el incidente del Apóstol de Acereto? ¡Impresionante! —escuché en algún rincón.
—¿Es realmente posible que una chica de 15 años tenga semejante conocimiento sobre teología, arte e historia? — otro susurró.
La conversación fluía con rapidez, pero mis pensamientos estaban atrapados en lo que veía. "Ojos que ven a través de la verdad" me llamaron.
Mientras esas voces hablaban de mi genio, yo me encontraba en el patio trasero del Marqués de Civo, conversando con alguien que ni siquiera sabía lo que pensaba. César, conocido por muchos por su falta de escrúpulos y su astucia, comenzó a hablar sin previo aviso.