Ariadne
Conocía bien esa expresión que apareció en el rostro de César. Era la que usaba cuando alguien, en su criterio, era una curiosidad pasajera, algo apenas merecedor de su atención.
Sentí una mezcla de vergüenza e ira subiendo como una ola desde mi estómago, pero me tragué ambas emociones, enfocándome en lo que estaba a punto de hacer. No iba a dejar que César me superara en esto.
—¡Diez ducados! —llamé con voz firme, lanzando la mirada más afilada que podía hacia el conde de Como.
Por un instante, parecía que iba a insistir, pero en lugar de eso, se encogió de hombros con un gesto de indiferencia, retirándose de la competencia.
—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno...! —contó el subastador, dejando caer su sello sobre el pergamino—. ¡La oferta es para la señorita de Mare!
Respiré hondo, ocultando mi satisfacción bajo una mano que descansaba sobre mi rostro. Aún quedaban más piezas de Bernardo de Urbino en la subasta, pero ganar "La Virgen de los Narcisos" era una pequeña victoria que sentía como mía.
La segunda obra apareció, igualmente de Bernardo de Urbino. Cuando el comerciante empezó la subasta, fui la primera en ofrecer 5 ducados, el precio inicial. Y como ironía de la vida, César volvió a la carga, esta vez con más intensidad. Su voz de tenor sonaba melodiosa mientras pujaba.
—Diez ducados —ofreció mi exprometido.
Yo sabía que esa era una batalla perdida, así que le dejé ganar esta ronda.
—¡Vendida por 10 ducados al conde de Como! —exclamó el subastador.
Esperaba que César tomara aquello como un obsequio de consolación, porque el tercer cuadro no era algo que me permitiera perder. Era una pintura especial, de nombre "Nuestra Señora de la Ciudadela de Urbino", una pieza que no podía dejar escapar. Sabía bien que ese cuadro podría ser el obsequio perfecto para alguien en particular, alguien a quien necesitaba acercarme.
—¿Hay damas o caballeros que quieran ofertar? ¡Empieza en 5 ducados!
Apenas la subasta comenzó, elevé la oferta.
—Quince ducados —dije en voz alta.
Aquel comentario causó un revuelo en la sala, escuchándose murmullos provenientes de todos lados.
—Pero el pintor es un novato, ¿acaso vale la pena invertirle tanto?
—¿De qué le serviría tener una colección incompleta? El conde César ya se ha llevado uno de ellos, ¿valdría la pena tener solo dos?
Parecía que toda la audiencia era ajena al juego que estaba planeado, y tal vez César pensaba igual. Ciertamente, quince ducados era una cantidad excesiva para un joven pintor de unos 20 años que aún no había logrado ningún cuadro relevante, pero yo conocía el valor de esa pintura.
César dudó, pero al final decidió no hacer ninguna oferta.
—¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno...! —contó el subastador, dejando caer su sello sobre el pergamino—. ¡La oferta es para la señorita de Mare!
Me sentí satisfecha, había logrado lo que venía a buscar. Dejé escapar un suspiro y me hundí en mi silla. Ahora podría simplemente mirar a mi alrededor en paz.
A medida que la subasta continuaba, observé cómo algunas piezas se vendían a precios exorbitantes mientras otras quedaban sin comprador. Todo era un juego de estrategia entre los nobles, un campo de batalla en el que cada uno marcaba su territorio.
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En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz, Hermana Mía
RomanceEl reino Etruscan se tiñe de sangre cuando César, el hijo ilegítimo del rey, conspira con su prometida Ariadne para usurpar el trono de su medio hermano, Alfonso. A pesar de la devoción de Ariadne por el nuevo rey, su fe se hace añicos cuando él la...