50: La maldad no se anda con juegos

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En Callejón Diagon…

Nuba miraba a sus hijas con el ceño fruncido, las dos estaban malhumoradas y no era para menos, Krista no quería seguir estudiando en Londres, quería regresarse a Estados Unidos, pero no podía regresar hasta que Kelly estuviese lista para el examen… y para que las dos estuvieran en paz y se conocieran con su hermano

-Las traje aquí para que conocieran a Sidney, no para que las odie

-Madre, a Sidney no le interesamos nada…

-¡Es un tirano!

-Luego esa esposita tan equis que se consiguió… ¡Le prohibió que nos hablara! Como si fuese a tener una conversación coherente con la lunática esa

-¡Krista!

-Es la verdad madre, todas coinciden… le decía la lunática porque está loca de remate ¡Y Sidney más por casarse con semejante adefesio!

-¡Basta hija! – Gruñó Nuba - ¡No digas esas cosas de tu cuñada! Porque eso es… Luna merece respeto

-¿Qué te ha pasado madre? – Susurró Kelly aburrida - ¿Acaso quieres agradar a Sidney fingiendo que ella te gusta?

-No es lo que yo hubiera querido para Sidney… pero el la ha elegido, tengo que respetar sus decisiones… Hijas, por favor, urdí todo ese plan para que se acerquen a él… Si yo muero ¿Quién cuidará de ustedes? ¿Qué? ¿Quieren que les busque un par de esposos para evitar que echen a perder sus vidas?

-¡Mamá!

-Porque las conozco… tú Kelly ¡Eres una buena para nada! ¡Odias la escuela! ¡Vas a dilapidar tu fortuna y necesitas un millonario para que te mantenga! Y tu Krista, de nada te sirve que seas la más inteligente, si no lo usas para nada bueno, no quieres ni trabajar

-Estas manos no se hicieron para labores domésticas madre…

-¡Ah! ¿Esa que va por ahí no es tú fabulosa, maravillosa y hermosa nuera, madre? – De pronto señaló Kelly a Luna que justamente iba pasando cerca, con su aire ausente y sus pensamientos en dos cosas, una, en su guapo y ardiente esposo, la otra, en que necesitaba elaborar un nuevo reporte para el quisquilloso

Ella caminaba ajena a todo, luciendo su larguísima cabellera rubia que le llegaba a las caderas, con uno de los vestidos que Sidney le comprase y que se estaba acostumbrando a ponerse, sabía que aunque el le decía que no le importaba lo que se pusiera, cuando la veía con sus vestidos, lo enloquecía más y ya le había roto un par de ellos al arrancárselos durante las noches de pasión

No se percataba que era seguida de cerca… que le miraban con insistencia, ella ajena a la maldad del mundo o a las miradas injuriosas. Por un momento se detuvo en una tiendita que vendía cosas para bebés y sus ojos se iluminaron, sonrió encantadoramente y siguió su camino, iba en busca de unos libros

-¡Luna! – De pronto escuchó su nombre y se detuvo

Se volvió, pero no vio a nadie conocido, solo magos y brujas escasos a esa hora que iban y venían de las tiendas y calles, se quedó un rato, pero como no escuchó más nada, se volvió y siguió caminando.

-¡Luna, Lunita!

Y se volvió a ver de nuevo… Nada… aquello la intrigó ¿Quién le hablaba? Se paró justo frente a un callejón oscuro, mirando a la calle y fue cuando todo comenzó, fue demasiado rápido

-¡Expelliarmus!

Y su varita salió volando de sus manos y de la nada apareció una figura encapuchada oscura que la empujó al callejón en donde otros pares de manos la sujetaron y tiraron al interior, mientras que enviaban conjuros al callejón para que nadie los viera

Mi Pasión Por La ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora