57: Mil preguntas a mi corazón

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Adrien dormía en su cuna-cama, como si supiera que esa noche tenía que portarse bien, que no debía interrumpir... que todo estaba bien, que en ese momento su familia estaba completa, que no debía temer, con su suave susurro: "Duerme mi niño, duerme". La noche calma arrullaba su sueño "todo esta bien"

Era la madrugada, alguien no podía dormir... ¿Y como dormir sabiendo que no todas las noches podría estar así con ella? ¿Como dormir cuando sentía que la perdía lentamente? Maldecía en parte su cobardía, por no enfrentar los hechos pero... ¿Es que tanto miedo tenía? ¿En el fondo era solo un niño que no deseaba madurar?

Si, la amaba, de eso no había duda, pero luego entonces ¿Porque no era capaz de enfrentar la situación? de plantarse de cara a sus padres y decirles: "Esta es la mujer que amo y con ella quiero estar hasta el final de los tiempos" ¿Tan difícil era mirar a su padre de frente? Se sintió terriblemente mal, estando ahí, en casa ajena, como un intruso...

La abrazaba mientras ella dormía plácidamente después de amarla, de jurarle una y mil veces que era el amor de su vida, que no había nadie como ella, que su amor podría romper las barreras y que ella junto con Adrien formaban parte de su nueva pequeña familia, que no le tenía miedo a sus padres ni al rechazo...

Pero... ¿Eso era verdad? ¿En realidad no se acobardaría cuando los ataques comenzaran? ¿Cuando todo aquel infierno previsto se desatara? En ese momento deseó no ser un sangre limpia sino un mestizo, un chico simplemente, sin aquella pesada carga familiar, sin aquel "mote" de familia de abolengo que tenían dentro del mundo mágico y que aún pesaba

A pesar de la guerra, a pesar de los tiempos, sufriendo por el amor de una mujer, porque a pesar de ser enteramente correspondido, tenía miedo, miedo de no ser fuerte y poder ser para ella, el hombre de sus sueños, el que siempre había esperado, aún habiendo tenido a Adrián...

Por eso es que al tenerla en sus brazos, en contemplar su rostro apacible, su pelo castaño alborotado, en sus labios generosos, en sentir su cuerpo tibio, tan cálido... No, es que ya no podría vivir sin eso, sin sentir por primera vez en su vida, que una mujer lo amaba, que lo idolatraba, que le demostraba que el amor existía y que su entrega apasionada y caliente era suficiente, que no era cuestión que le abriera las piernas, si no que le enseñara a amarla como se lo merecía

Y lo peor es que el sabía como demostrarle que verdaderamente la amaba...

Pero sentía que era un maldito cobarde...

¿Porque? esa era la pregunta ¿Porque sentía que no podía?

En la mansión de sus padres, tampoco Narcisa podía dormir, se sentía intranquila, las palabras de Tessy Silver-Mosby retumbaban en sus oídos con estrépito, se puso su batón y salió de su habitación, buscando, entrando a cada habitación de la mansión, con varita en mano, buscando, buscando alguna pista

Hasta que la encontró...

Llegó a la habitación que Draco le había dado a Adrien, porque Hermione dormía con el estando ahí... ella descubrió atorado entre el clóset, un muñeco de felpa, lo tomó entre sus bien cuidadas manos y acarició el muñequito

Un hermoso unicornio en color azul, con corazones que parpadeaban al tacto, era suave, lo olió... había un agradable perfume de bebé, era una calidez intensa, que le recordó a Narcisa en el momento en que tuvo a Draco de recién nacido por primera vez.

Se sentó en la cama, notando el tremendo espacio en medio de la estancia de la habitación, era como si algo faltara ahí... se imaginó una cuna, por eso el espacio y los muebles replegados, escuchó el eco quizás imaginario de risa y llanto de bebé impregnado en las paredes, la fría habitación parecía tornarse tan calurosa y multicolor, como si antes ahí hubiera habido vida

Mi Pasión Por La ImpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora