☪capitulo 70☪

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—No quiero presentar los TIMOS —lloriqueó Aurora, recargando su cabeza en el hombro de Hermione con un suspiro exagerado—. Es mucha tortura.

Hermione no contestó, sus ojos fijos en el libro de pociones que leía por décima vez. La luz de la lámpara de la biblioteca iluminaba sus páginas, reflejándose en sus pupilas mientras pasaba una página con una precisión casi mecánica.

—Al menos tú tienes más oportunidades de pasar —farfulló Ron, pasándose la mano por la cara con exasperación. Su cabello pelirrojo se veía desordenado, y sus ojos mostraban signos de fatiga. Estaba releyendo el libro de Transformaciones por orden de Hermione.

La atmósfera en la sala común de Gryffindor estaba cargada de tensión, el murmullo constante de los estudiantes estudiando para los exámenes solo aumentaba su ansiedad.

Faltaban solo un par de semanas para los exámenes y ya varios alumnos se habían desmayado por el cansancio y el estrés.

Hermione los había obligado a releer una y otra vez los libros hasta que los memorizaran. Sus estrictos horarios de estudio dejaban poco espacio para el descanso, y su determinación inflexible hacía que Harry, Ron y Aurora se sintieran aún más agotados. Los maestros dejaban tareas adicionales para que practicaran, cargando aún más sus ya sobrecargadas agendas. Y lo peor de todo se acercaba: la luna llena.

El cansancio de Aurora estaba al cien y casi todo el tiempo estaba irritable. Sus ojeras se hacían más pronunciadas con cada noche sin dormir lo suficiente, y su paciencia se había reducido a casi nada. Ya había gritado dos veces a los gemelos por sus bromas ridículas.

—Esto es ridículo —dijo, levantándose de la mesa con un movimiento brusco.

Se dirigió a su dormitorio bajo las miradas extrañadas de sus amigos, que intercambiaron preocupadas miradas entre ellos. El ambiente en la sala común de Gryffindor se volvió tenso mientras Aurora subía las escaleras, cada paso resonando en el silencio incómodo que dejó atrás.

—¿Ya no estás enojada? —los gemelos estaban acostados en su cama.

Lo que le faltaba.

—Fuera —dijo en tono autoritario, su voz cargada de cansancio e irritación. Los gemelos se miraron entre ellos antes de levantarse, sabiendo que en ese momento era mejor no desafiarla.

—¿No quieres compañía? —preguntó George, abriendo la puerta con cautela.

Fred asintió como un niño chiquito, esperando quedarse.

Aurora no contestó y se acostó en la cama, agotada. Acto que ambos gemelos tomaron como un sí. Con una sonrisa, se deslizaron silenciosamente a su lado, cada uno ocupando un espacio a su alrededor.

Después de un rato, Aurora se dio la vuelta para quedar boca abajo y murmuró:

—¿Cómo entraron?

—Por la puerta —contestó Fred con una sonrisa traviesa.

Aurora profirió un gruñido, y ambos gemelos sonrieron burlonamente. La tensión en el aire se disipó un poco con sus bromas, haciendo que el ambiente se sintiera un poco más ligero, aunque el cansancio seguía pesando en ella como una losa.

...

Una brisa fría despertó a Aurora. Miró a su alrededor en busca de los gemelos, encontrándose con una escena perturbadora. La habitación estaba desordenada, con libros y papeles esparcidos por el suelo, y los cuerpos inertes de Fred y George yacían inmóviles cubiertos de sangre. Miró sus manos, notando manchas rojas, y su respiración se volvió aún más rápida al sentir el sabor de metal en su boca.

El calendario que le informaba sobre su transformación estaba roto, y lo único que mostraba era una gran mancha negra en esa noche de luna llena.

¿Cómo había sido tan descuidada? ¿Qué había pasado? ¿Por qué los gemelos no se habían ido aún sabiendo...?

—Monstruo— se escuchó un susurro en la oscuridad.

La puerta estaba abierta, cosa que antes no había notado, y una capa blanca ondeante salía por ella.

Se levantó y siguió a aquella persona con capa blanca. El pasillo estaba en penumbras, y de vez en cuando aparecían charcos rojos y señales de lucha. Una gran masacre había sucedido en Hogwarts.

El pasillo parecía interminable, cada paso resonando en el silencio inquietante del castillo. Sus pies se movían lentamente, dejando un rastro de huellas detrás de ella. La figura con la capa blanca se movía con una serenidad perturbadora.

Aurora sentía cómo la desesperación se apoderaba de su mente. ¿Cómo había llegado todo a esto? ¿Qué había hecho? Las imágenes de los gemelos inconscientes, de sus amigos y compañeros desvividos, eran demasiado para soportar. Su corazón latía con fuerza, casi ahogando sus pensamientos con su ritmo frenético.

Finalmente, la figura se detuvo frente a una gran puerta, la entrada al Gran Comedor. Aurora tragó saliva y avanzó, su cuerpo temblando de terror y culpa. Empujó la puerta lentamente, revelando la escena dentro: más sangre más cuerpos, y en el centro de la sala, una figura familiar que la esperaba, con una expresión de decepción y tristeza.

—¿Por qué, Aurora? —preguntó la voz de Hermione, con un tono quebrado que reflejaba el dolor de su corazón. Aurora sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor, la realidad y la pesadilla fusionándose en una espiral de desesperación y remordimiento.

—Yo...— balbuceó Aurora, su voz apenas en un susurro.

Hermione se movió, dejando ver el cuerpo inerte de Harry en el suelo. El horror se apoderó de ella mientras una risa fría resonaba en el aire. Pronto, sombras y mortífagos comenzaron a entrar al Gran Comedor, sus figuras oscuras llenando el espacio con una sensación de desesperanza.

—Debo agradecerte —dijo Voldemort con una sonrisa cruel.

—¡Monstruo! —gritó una mujer en su oído. La escena se distorsionó, dejándola en completa oscuridad.








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—¡Despierta!— George la sacudía mientras Fred le golpeaba suavemente las mejillas para que despertara.

Aurora finalmente abrió los ojos sobresaltada, mirando a los gemelos con confusión y miedo.

—Ustedes... —tartamudeó antes de echarse a llorar, abrazando a ambos jóvenes como si su vida dependiera de ello.

—Solo fue un sueño —repetían ellos, sin alejarla, tratando de calmarla.

Hija de wolfstar (los gemelos Wesley y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora