CARLOS - Capítulo 14

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Faltaba un poco más de una semana para que termináramos los compromisos comerciales, luego podría irme de vacaciones y descansar un poco antes de comenzar el verdadero trabajo. Después de entrenar me duché, me puse una camiseta sencilla blanca y una bermuda café, luego salí para ir a mercar porque ya no tenía nada en mi cocina.

Al salir de mi casa lo primero que vi fue a Emily bronceándose en una tumbona junto a la piscina, usaba un bikini tejido extremadamente pequeño, era color verde esmeralda, realzaba el tono de su exquisita piel dorada y aceitosa. Su cabello estaba esparcido por la tumbona y su rostro lo tenía oculto bajo un bucket hat del mismo tono de su bikini combinado con hilos dorado brillante. No podía evitar mirarla esta mujer era toda una amenaza para mí y eso me irritaba, ella me volvía loco.

Sin darme cuenta me acerqué a ella, pude apreciar su belleza, su clavícula resaltaba con delicadeza y elegancia, sus senos redondos de un tamaño perfecto para tomarlos con mis manos, su cintura pequeña y curva, tenía increíbles, atléticas y torneadas piernas. De repente el calor era sofocante, definitivamente ella me hacía entrar en el infierno. Cerré mis manos en puño para soportar la necesidad incesante de tocarla y sentir su piel. Respiré hondo y me alejé discretamente.

Cuando subí al auto puse el aire acondicionado a tope y abroché el cinturón de seguridad mientras acomodaba mi inapropiada erección. Esto no podía pasarme a mí, era inaceptable fijarme en Emily, ella era mi colega, enemiga y un demonio que destruía mi tranquilidad y mi control.

En el supermercado realicé mis compras, pasé por una zona de juguetes y encontré algo que me ayudaría a apagar el fuego. Llegando a casa, bajé del auto con mi nueva pistola de agua para terminar con la reencarnación de Perséfone junto a la piscina.

Cargué la pistola de agua con un grifo del estacionamiento, mientras mi ruidosa compañera tenía I gotta feeling de The Black Eyed Peas a todo volumen. Me dirigí hacia mi perdición mientras me daba fuerza mentalmente.

Vamos Carlos, debes mantenerte enfocado en lo que vas a hacer, sin distracciones, ataca al objetivo.

Ella estaba ahí tal como cuando me fui, tranquila y relajada. Inconsciente del caos que provocaba a su alrededor.

Me acerqué, le di un último vistazo y comencé a dispararle chorros de agua helada.

Emily se levantó en un santiamén de la tumbona gritando como loca, hasta que se dio cuenta de lo que estaba pasando.

— ¡¿Estás loco?! ¡Basta! ¡Esta helada idiota! — Decía tratando de evitar los chorros con sus manos.

— Pensé que te estabas quemando Emilia — comenzó a correr hacia la piscina y la perseguí – esto te hará bien.

— ¡Me has empapado toda!

Eso sonó malditamente caliente, me distraje por un momento con su comentario y ella me embistió cuan toro. Ambos caímos en la piscina, bajo el agua nuestros brazos y piernas parecían enredados. Salí a la superficie y ella salió un momento después muy cerca de mí.

— No se nadar — declaró casi ahogada mientras ponía sus manos sobre mis hombros para sostenerse.

— No te creo — Espeté mirándola a los ojos y tomándola de la cintura.

Quedé perdido en su mirada, el azul de la piscina creaba un reflejo que hacía que sus ojos resaltaran como piedras preciosas, sus pestañas tenían algunas gotas de agua, sus mejillas estaban un poco rosadas. Pasó su lengua lentamente por sus labios y sonrío.

— Buena decisión — me hundió presionando mis hombros con todo su peso. Me tomó un poco desprevenido, pero aún tenía mis manos en su cintura así que la sumergí conmigo y comencé a hacerle cosquillas en su estómago. Unos segundos después ambos salimos a la superficie.

— ¡Basta! ¡Me estas matando! — Reía a carcajadas. Cruzó sus manos detrás de mi cuello para sostenerse y me reí con ella.

Me di cuenta de nuestra cercanía, moría por probar sus labios y sentía su pecho presionando el mío. Esto no podía ser, no podía sentir estas cosas ¿Por qué cada vez que intentaba alejarme de ella terminaba aún más cerca? Mi plan para enfriar las cosas era bueno, no sé en qué momento terminé aquí con ella pegada a mí.

Nos acerqué a la orilla, ambos nos separamos y tuve que poner mi cara de póker.

— Arruinaste mi ropa Emilia.

— Arruinaste mi bronceado, estamos a mano.

— Evité que quedaras como un camarón, deberías estar agradecida – salí de la piscina exprimiendo mi camisa.

— Que atrevido eres — su voz sonaba como si avivara el fuego de su interior.

— Ya deberías estar acostumbrada Emilia.

Me fui hacia mi casa escuchando un "idiota" a lo lejos. Imponer distancia era lo mejor, este acercamiento había estado fuera de control y no podía volver a repetirse, si alguien tenía el control de sus emociones era yo, solo que en este momento no me sentía precisamente como ese yo.

DESENFRENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora