causa y consecuencia

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Kageyama y Hinata estaban acostados juntos, compartiendo el calor del otro. Hinata se despertó primero, acurrucándose más cerca de Kageyama, su nariz rozando la piel del cuello del alfa. El aroma familiar y reconfortante lo envolvía, y por un momento, todo parecía estar bien. Solo ellos dos, en su pequeño mundo.

—Buenos días —susurró Kageyama, su voz ronca por el sueño, mientras se giraba para besar la frente de Hinata. El omega sonrió, sintiendo su corazón latir más rápido.

Pasaron la mañana en una rutina silenciosa. Las marcas de mordiscos y besos le recordaban a Kageyama lo sucedido la noche anterior. Recordaba la expresión de dolor en el rostro de Hinata mientras él lo anudaba.—¿Realmente lo anudé?— Se preguntaba a sí mismo mientras lavaba el cuerpo de Shoyo, quien parecía estar en otro mundo, incapaz de sostenerse por sí mismo, pues la fuerza en sus piernas lo había abandonado.

La culpa que Kageyama sentía continuó incluso mientras preparaba el desayuno.

—Hinata, el desayuno está listo —dijo con voz algo vacía.

Durante la mañana, Kageyama no mencionó la anudación. Simplemente le entregó a Hinata inhibidores y anticonceptivos, acompañados de un cariñoso beso en la frente.

—Ten Shoyo, lo siento por lo de anoche— dijo para bajar la cabeza en el hombro del chico con marcas en todo el cuerpo.

—no te preocupes yo me descuide por que me sentía cómodo contigo, perdón si te obligue a hacerlo—dijo mientras colocaba su mano en el cabello de su alfa.

Pero en el fondo, Hinata sentía una creciente inquietud. Mientras reían y disfrutaban de ese momento, imágenes de la noche anterior volvían a su mente. Flashbacks de las palabras de Kageyama, la tensión en su voz al mencionar que no quería hijo.

Una semana después de haber pasado su celo, Hinata tuvo un sueño, se encontraba en un tranquilo bosque cubierto de nieve, donde el suelo y los árboles tenían una capa blanca y esponjosa. El cielo era de un azul claro y brillante, salpicado de nubes ligeras que flotaban suavemente.

El centro del bosque estaba rodeado de altos pinos cuyas ramas estaban adornadas con cristales de hielo que reflejaban la luz del sol. Ahí se encontraba una gran piedra cubierta de nieve, sobre la cual se había formado un un nido.

Sobre sobre el nido descansaba un cuervo bebé, con plumas negras y aterciopeladas que contrastaban con la blancura del entorno. El cuervo tenía un aspecto tierno y frágil, y sus ojos grandes y redondos miraban a Hinata con una mezcla de curiosidad y vulnerabilidad.

Hinata se acercó al cuervo con cuidado, sintiendo la tranquilidad del entorno invernal. Con una ternura inmensa, levantó al cuervo bebé en sus manos, sintiendo el calor de su pequeño cuerpo contra el frío del aire. El cuervo se acurrucó en sus manos, emitiendo un piar suave que resonaba con una melodía delicada en el aire helado.

—Que lindo—dijo con un tono dulce

Conmovido por el momento, Hinata se arrodilló junto al nido con una expresión de amor y ternura, apoyó su frente contra la del cuervo bebé. La nieve caía suavemente alrededor, creando un manto brillante y tranquilo. El contacto entre Hinata y el cuervo era suave y lleno de afecto, y el cuervo parecía sentir una conexión especial y reconfortante.

Todo en ese momento era perfecto, como si el mundo se hubiera detenido para permitirles disfrutar de esa paz.

Hinata cerró los ojos y respiró hondo, llenándose del frío aire invernal y del calor del pequeño cuervo. En ese instante, sintió una conexión inexplicable, como si estuviera protegiendo algo mucho más grande que el mismo.

[***]

Hinata se encontraba solo en su habitación. Las palabras de Kageyama resonaban en su cabeza, su preocupación mezclándose con una sensación de pánico. Había descubierto que estaba embarazado.

Se sentó en el borde de la cama, su mirada perdida en la ventana. No podía soportar la idea de que Kageyama lo mirara con decepción o, peor aún, con miedo. Sabía lo que significaba para ambos estar al borde de sus carreras. No podía ser egoísta.

Con la mente más centrada, Hinata decidió que necesitaba tiempo para pensar. Necesitaba alejarse, encontrar un espacio donde pudiera reflexionar sin las constantes preocupaciones sobre el futuro.

Se levantó lentamente y comenzó a empacar lo mínimo, evitando hacer ruido para no despertar sospechas. Su corazón dolía con cada prenda que guardaba, pero sabía que esto era lo correcto. No podía quedarse y arriesgarse a que ambos perdieran todo por su imprudencia.

Al terminar, se sentó en el escritorio y tomó una hoja de papel. La pluma temblaba en su mano mientras intentaba escribir las palabras adecuadas. Explicó que necesitaba tiempo, que iba a un lugar seguro y que estaba bien protegido contra el virus.

Con un nudo en la garganta, dejó la nota en la mesa de noche, justo donde sabía que Kageyama la encontraría. Antes de salir, se detuvo en la puerta, mirando la habitación por última vez. Su corazón se rompía, pero sabía que era necesario.

Cerró la puerta detrás de él, dejando atrás todo lo que conocía.

Horas después, Kageyama despertó solo. Se estiró, esperando encontrar a Hinata a su lado, pero la cama estaba fría. Se levantó, llamando suavemente su nombre, pero no hubo respuesta. Su corazón comenzó a latir más rápido mientras buscaba en la casa; cada rincón parecía vacío.

Finalmente, encontró la nota en la mesa de noche. Su mano temblaba mientras la tomaba, y a medida que leía las palabras, su mundo comenzó a desmoronarse.

—Shoyo... —murmuró, su voz quebrada por la confusión y el miedo. El papel temblaba en sus manos mientras trataba de procesar lo que acababa de leer. Un sinfín de razones pasaban por su mente.

La casa, que había sido un refugio de paz, ahora se sentía inmensa y vacía.

Kageyama dejó caer la nota, sintiendo que el aire se volvía denso a su alrededor. Tenía que encontrar a Hinata. Tenía que traerlo de vuelta.

Sin perder tiempo, se dirigió hacia la puerta, con la mente llena de pensamientos caóticos y el corazón roto. No sabía cómo, pero lo encontraría.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora