mañana de julio

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Kageyama despertó abruptamente, su mente todavía atrapada entre el sueño y la realidad. Al estirar la mano hacia el lado de la cama de Hinata, lo encontró vacío y frío, como si su omega no hubiera estado allí en horas. Un leve pánico se apoderó de él. Su corazón comenzó a latir más rápido mientras su mente revivía el recuerdo de la vez que Hinata se fue sin previo aviso.

Con un movimiento torpe, se levantó de la cama, sus pensamientos en caos. "No puede ser", se repetía, tratando de convencerse de que esta vez era diferente, de que Hinata no lo había dejado otra vez. Pero la angustia de no verlo a su lado lo consumía.

Justo cuando iba a revisar la casa, escuchó un ruido suave proveniente del baño. Kageyama dejó escapar el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. El sonido de la ducha apagándose confirmó que Hinata no había escapado. Se llevó una mano al pecho, intentando calmar su respiración agitada, antes de acercarse al baño.

Cuando empujó la puerta ligeramente, lo vio: Hinata, ya duchado y vestido, secándose el cabello frente al espejo. El vapor aún flotaba en el ambiente, difuminando su figura, pero Kageyama lo reconocería en cualquier parte. Su omega estaba a salvo, y él no podía evitar sentirse un poco ridículo por haberse preocupado tanto.

Hinata, que había notado su presencia a través del espejo, le sonrió con calidez.

—¿Todo bien, Tobio? —preguntó, girándose para mirarlo con una ceja levantada, mientras terminaba de secar las gotas que quedaban en su cuello.

Kageyama soltó una pequeña risa nerviosa, pasando una mano por su cabello despeinado.

—Me asusté. Creí que... te habías ido otra vez —admitió, rascándose la nuca, todavía con la voz entrecortada por el alivio.

Hinata dejó caer la toalla sobre sus hombros y se acercó a él, su sonrisa se volvió más suave al notar el nerviosismo en los ojos de su alfa.

—Tonto —susurró Hinata, tomando el rostro de Kageyama entre sus manos—. No voy a irme a ningún lado. Ya estamos en esto juntos. —Sus palabras eran sinceras, pero suaves, como una promesa inquebrantable.

Kageyama soltó el aire con alivio, asintiendo antes de tomarlo por la cintura y atraerlo hacia él. Hinata ya estaba en el inicio de su primer trimestre, y aunque no era muy evidente a simple vista, Kageyama lo sabía. Notaba los pequeños cambios en su cuerpo y la forma en que se movía, y más que nada, el vínculo que se había vuelto más fuerte entre ambos.

El aire cálido del verano inundaba la casa. A pesar de que era temprano por la mañana, las temperaturas ya empezaban a subir, con el sol brillante de julio filtrándose a través de las ventanas. El calor no era sofocante, pero estaba presente, envolviendo el ambiente en un leve sopor veraniego.

Kageyama lo miró un momento, aún con la sensación persistente de haber soñado, y luego inclinó la cabeza para dejar un beso en la frente de Hinata.

—Perdón si estaba cansado... —dijo Kageyama con una sonrisa tímida.

Hinata dejó escapar una risa baja, divertida, mientras subía una mano hasta el pecho de Kageyama.

—Bueno, no fue fácil. Tuve que contenerme un poco, ¿sabes? —bromeó, dejando entrever su lucha por contener sus deseos cuando Kageyama cayó rendido.

Kageyama levantó una ceja, curioso, pero también ligeramente preocupado.

—¿Contenerte? —repitió, apretando su agarre alrededor de la cintura de Hinata—. No debiste hacerlo. No quiero que te contengas nunca.

Hinata se ruborizó ligeramente, pero mantuvo la mirada juguetona.

—Intenté arreglármelas mientras dormías. Pero... no fue suficiente —dijo, recordando cómo había intentado satisfacer su cuerpo mientras Kageyama roncaba suavemente a su lado—. Pensé en despertarte, pero te veías tan agotado.

—La próxima vez, despiértame —insistió Kageyama, su voz volviéndose más seria—. No importa lo cansado que esté, quiero asegurarme de que estés bien.

Hinata asintió, apreciando las palabras de su alfa. Cambiando el tema de manera suave, Hinata dejó caer la mirada hacia su abdomen.

—Sabes... en unos días vamos a saber si es niño o niña —dijo, su tono cargado de emoción.

Kageyama sintió que su corazón se llenaba de una calidez indescriptible al pensar en el pequeño ser que estaban esperando. Acarició el vientre de Hinata con delicadeza, como si ya pudiera sentir la vida que crecía allí.

—¿Tienes algún presentimiento? —preguntó Kageyama, con una sonrisa suave.

Hinata sacudió la cabeza, riendo.

—No, en realidad. Solo quiero que todo salga bien. Lo demás no importa tanto —respondió Hinata, con una expresión de ternura y emoción.

Kageyama lo abrazó con fuerza, cerrando los ojos y dejando que la calma de la mañana y el calor suave del verano los envolviera. El día prometía ser caluroso, pero en ese momento, entre los dos, todo parecía perfecto.

—Sea lo que sea, lo cuidaremos juntos. Y haremos que su habitación sea increíble —añadió Kageyama, con una determinación que solo aumentaba con cada palabra.

Hinata asintió, agradecido por las palabras de su alfa, pero aún recordando cómo la situación se había desarrollado la noche anterior. Mientras él se retorcía en la cama, su cuerpo exigiendo más de lo que podía controlar, había acabado deslizándose fuera de la habitación, buscando el consuelo de Kageyama bajo las mantas del sillón. La imagen de su alfa dormido, agotado pero tan protector incluso en su descanso, le había hecho dudar en despertarlo.

—Al final, no pude aguantar más y me metí bajo la manta contigo —dijo Hinata, riendo suavemente mientras recordaba cómo Kageyama lo había mirado con sorpresa antes de que todo se desatara—. Y bueno, ya sabes cómo terminó eso.

Kageyama dejó escapar una risa baja, recordando el momento en que Hinata, necesitado, había acudido a él, y cómo sus cuerpos se habían buscado casi instintivamente.

—Definitivamente fue una sorpresa despertarme así, pero no me quejo —respondió Kageyama, acariciando el costado de Hinata con ternura.

El ambiente en la habitación era cálido, el aire cargado con el calor suave de la mañana de verano. Afuera, el sol ya comenzaba a elevarse, prometiendo otro día caluroso típico de julio.

Cambiando de tema de manera suave, Hinata dejó caer la mirada hacia su abdomen.

Kageyama lo abrazó con fuerza, cerrando los ojos y dejando que la calma de la mañana y el calor suave del verano los envolviera. El día prometía ser caluroso, pero en ese momento, entre los dos, todo parecía perfecto.

—Sea lo que sea, lo cuidaremos juntos. Y haremos que su habitación sea increíble —añadió Kageyama, con una determinación que solo aumentaba con cada palabra.

Hinata sonrió, acurrucándose más contra Kageyama, sabiendo que esa promesa era más que suficiente.

—Sí, lo haremos juntos —susurró, sintiendo la seguridad en los brazos de su alfa y la certeza de que todo estaría bien.

Después de unos minutos de calma, Hinata se estiró ligeramente y miró a Kageyama con una expresión de diversión.

—A propósito, hablando de preparar todo... ¿qué vamos a hacer con la ropa? —preguntó—. No tengo nada que me quede cómodo para cuando empiece a crecer más, y con la cuarentena, no podemos simplemente salir a comprar.

Kageyama frunció el ceño, pensativo. Las restricciones de la cuarentena complicaban muchas cosas, pero no iba a dejar que eso los detuviera.

—Tendremos que ordenar en línea —dijo, soltando una pequeña risa—. Aunque no me imagino siendo experto en ropa de maternidad. Supongo que nos adaptaremos.

Hinata rió suavemente, acariciando el dorso de la mano de Kageyama con los dedos.

—No te preocupes, yo tampoco soy un experto —respondió—. Pero creo que, con lo que hemos aprendido hasta ahora, sabremos elegir bien. Además, necesitarás ropa nueva también. No puedes seguir usando esas camisetas viejas —agregó, mirándolo de reojo con una sonrisa traviesa.

Kageyama fingió estar ofendido, pero no pudo evitar reír.

—Está bien, está bien. Ordenaremos ropa para los dos. Pero, tú primero. Quiero que estés cómodo... y protegido —dijo, su tono volviendo a ser más serio.

Hinata asintió, sintiendo el amor y la preocupación de Kageyama en cada palabra.

Después de ese intercambio, ambos comenzaron a moverse por la cocina, preparando el desayuno juntos. Kageyama se encargó de las tostadas mientras Hinata batía algunos huevos, disfrutando de la rutina tranquila y la armonía que había entre ellos.

—¿Qué te parece si hacemos una lista de lo que necesitamos para el bebé esta tarde? —preguntó Kageyama, mientras servía el te.

—Me parece perfecto —respondió Hinata con una sonrisa suave, sintiendo que todo iba encajando poco a poco.

La mañana continuó con esa paz, el calor del verano apenas perceptible dentro de la cocina, donde el aroma del café recién hecho y el sonido de las risas suaves llenaban el aire.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora