La puerta de la casa se abrió lentamente, dejando entrar el frío aire de diciembre. Hinata, con Sora en brazos, entró primero, como si aquel momento fuera una transición importante. Sus pasos eran suaves, casi silenciosos, pero cada movimiento llevaba consigo un peso emocional que lo hacía sentirse más consciente de cada detalle. Kageyama lo siguió de cerca, cargando algunas bolsas y observando a su omega y a su bebé con una mezcla de orgullo y cautela. Este era su hogar, el lugar donde ahora vivirían los tres, y el significado de eso lo envolvía por completo.
—Ya estamos en casa, Shoyo —murmuró Kageyama al cerrar la puerta detrás de ellos. Su voz era baja, pero había algo cálido en su tono, como si al decirlo quisiera envolver a Hinata y a Sora en un manto de seguridad.
Hinata, aún adaptándose a las nuevas emociones que lo recorrían, asintió con una pequeña sonrisa mientras miraba a su alrededor, como si todo se sintiera ligeramente diferente ahora que Sora estaba con ellos. Caminó con cuidado hacia la pequeña cuna que habían preparado días antes de su regreso. Colocó a Sora con ternura, observando cómo el bebé, envuelto en una manta suave, se acurrucaba en su nuevo espacio sin emitir ni un sonido.
Kageyama se detuvo junto a él, mirando con detenimiento a su hijo. Sora parecía tan pequeño, tan frágil, pero había algo en su tranquilidad que le daba una sensación de fortaleza oculta. Los rasgos suaves del bebé empezaban a hacerse más evidentes para ambos.
—Parece tan tranquilo... —susurró Hinata, observando a Sora dormir pacíficamente en su cuna. Hubo un momento de silencio antes de que Hinata dejara escapar un pequeño suspiro, con una mezcla ternura y desanimo—. ¿Crees que se parece a ti?
Kageyama levantó una ceja, sorprendido por la pregunta, y miró al pequeño Sora más detenidamente. Era cierto que su cabello, oscuro como la noche, parecía reflejar el de Kageyama, y había algo en sus rasgos que le recordaba a su propia infancia.
—Tiene tu cabello... y parce que va a tener tus ojos —agregó Hinata, mordiéndose el labio con una mezcla de ternura y algo de inseguridad—. Parece que aunque lo tuve en mi vientre, es igual a ti.
Kageyama se quedó en silencio por un segundo, procesando las palabras de Hinata. Luego, sonrió, una de esas sonrisas suaves que reservaba solo para su omega.
—Eso no es verdad, Shoyo —dijo mientras se inclinaba y besaba la cabeza de su omega—. Sora tiene la cara tan linda como la tuya. Y además, míralo —señaló con un leve gesto hacia el bebé—, esta tranquilo por ahora, pero sé que también será enérgico, como tú.
Hinata aliviado por las palabras de Kageyama. Aunque su desanimo no desaparecía por completo, el amor y la certeza en la voz de su alfa lo reconfortaban profundamente. Se quedó unos segundos más mirando a su bebé antes de suspirar con alivio y acarició suavemente la frente de Sora, relajándose un poco más en el proceso.
Kageyama se acercó aún más, mirándolo fijamente. Quería que Hinata entendiera algo que él mismo había sentido desde el primer instante en que vio a su hijo.
—Sora me dio la misma impresión que tuve cuando te conocí —dijo de repente, su voz baja—. Alguien pequeño, lindo y ligero.
Hinata levantó una ceja, fingiendo ofenderse.
—Oye... —protestó con voz suave, pero el cansancio ya era más que evidente en sus ojos.
Kageyama rió ligeramente, acariciando el cabello desordenado de su omega con un gesto lleno de cariño.
—Pero es la verdad —continuó Kageyama, con un tono que hacía que sus palabras parecieran aún más sinceras—. Desde el primer momento supe que eras especial, aunque me tomo tiempo entender lo que sentía— miro hacia otro lado como si eso negara torpeza en cuanto a sus sentimientos.
Shoyo miro a Sora, aun procesando todo. El bebé tenía el cabello de Kageyama, y estaba casi seguro de que los ojos serían igual de azules. Pero, al mismo tiempo, había algo en la suavidad de su rostro, en la manera en que se movía, que le recordaba a él mismo.
—Yo.. —empezó a decir Hinata—. Lo llevé en mi vientre, pero no creo que sea malo tener una copia tuya.
Kageyama asintió, su mano aún jugando con los mechones de cabello de Hinata.
—Shoyo. Lo que importa no es solo lo que ves, sino lo que sientes. Sora es una mezcla perfecta de los dos.
Hinata asintió, satisfecho con esa respuesta, y recostó su cabeza en el pecho de Kageyama, buscando un momento de descanso.
—En el hospital nos dijeron que por la cuarentena tendremos que volver unos días antes del parto —recordó Hinata, con un suspiro ligero—. Aún me siento un poco nervioso por todo eso.
Kageyama le apretó suavemente la mano, reconociendo la preocupación de su omega.
—Lo sé, pero vamos a estar preparados. Ya falta poco, y lo más importante es que los tres estamos bien.
Hinata suspiró nuevamente, pero esta vez su cuerpo parecía más relajado, más en paz.
—Gracias. No sé qué haría sin ti.
Kageyama sonrió, bajando la cabeza para besar la frente de su omega.
—No tienes que hacerlo solo. Estoy aquí, siempre lo estaré.
Hinata cerró los ojos, sintiendo que podía confiar plenamente en esas palabras. El cansancio finalmente lo venció, y sin más, se dejó caer en un profundo sueño, acurrucado en los brazos de su alfa, mientras Sora seguía durmiendo tranquilamente en su cuna.
Kageyama miraba a Hinata profundamente dormido, acurrucado en sus brazos, con una suave sonrisa en su rostro. Después de todo lo que habían pasado, finalmente estaban en casa, con su hijo durmiendo en la habitación de al lado. Todo parecía en calma, pero en su cabeza, una serie de pensamientos revoloteaban, mezclando seguridad y ternura.
Shoyo se ve tan cansado... pensó Kageyama, acariciando el cabello de su omega con delicadeza. Tengo que asegurarme de que descanse bien. Si Sora se despierta, me encargaré de todo. A diferencia de los primeros días, ya no sentía el mismo pánico. Después de las primeras noches en el hospital, había aprendido a cambiar pañales, preparar biberones, y calmar a Sora cuando lloraba. Se sentía más seguro, pero eso no significaba que no hubiera algo de nerviosismo mezclado con ternura.
Lo tengo todo bajo control... creo, se recordó a sí mismo. Aunque la práctica le había dado cierta confianza, siempre había ese pequeño temor de que algo inesperado sucediera. Pero bueno, si Sora se despierta, no pasa nada. Solo haré lo de siempre: lo calmaré, lo alimentaré si es necesario, y Shoyo podrá seguir durmiendo tranquilo.
Kageyama se sonrojó levemente al recordar cómo, en una de esas primeras noches, Hinata había tenido que ayudarlo con un pañal, entre risas y bromas. Ahora, sin embargo, podía hacerlo él solo, y lo haría bien.
Voy a asegurarme de que todo sea perfecto para ellos... pensó, con una mezcla de determinación y cariño. Pero... Sonrió para sí mismo. Definitivamente voy a sacar un montón de fotos cuando se despierte. Nuestras familias se están perdiendo de ver lo increíblemente lindo que es Sora por la cuarentena, así que más vale que tengan algo que ver mientras tanto.
La idea de mostrarle a su madre y a Natsu las fotos del pequeño le provocó una cálida risa interna. Seguro que se volverán locas. Mamá dirá que se parece a mí, pero Natsu insistirá en que tiene la misma expresión adorable de Shoyo.
Kageyama se inclinó para besar la frente de Hinata, con cuidado de no despertarlo, y miró de nuevo hacia la puerta de la habitación de Sora.
No hay nada que temer, pensó, con una nueva ola de ternura inundando su corazón. Sora es tranquilo... y si necesita algo, estaré ahí. Entre nosotros dos, lo tenemos cubierto.
Con esa última reflexión, Kageyama dejó que la calidez de la situación lo envolviera, mientras seguía acariciando el cabello de su omega, decidido a cuidar de los dos seres más importantes en su vida.
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Un futuro? -kagehina_omegaverse-
Romancekageyama y Hinata son pareja viven juntos gracias a la pandemia pero se enfrentan a diferentes problemas y momentos agridulces. la historia-fanfic de desarrolla en los años de pandemia, si se han leído el manga sabrán que ellos ya son jugadores prof...