el peso de la verdad

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Hinata llegó al lugar donde solía vivir cuando entrenaba con el MSBY. Al abrir la puerta, una mezcla de nostalgia y tristeza lo envolvió. Caminó lentamente por la sala, sus pasos resonando en el espacio vacío. Encontró un par de zapatillas desgastadas junto a la pared, las mismas que usaba durante esos intensos días de entrenamiento con el equipo. Las recogió y se quedó mirándolas por un momento, recordando las veces que corrió por la cancha, que saltó, que luchó con todo lo que tenía para mejorar.

Dejó las zapatillas a un lado y se acercó a su viejo cuaderno de notas, donde solía anotar estrategias y objetivos. Pasó las páginas, encontrando mensajes que se había escrito a sí mismo: —Nunca rendirse.— Las palabras lo golpearon con fuerza. Había superado tanto, y ahora enfrentaba uno de los mayores desafíos de su vida.

Con la mente llena de pensamientos, decidió hacer un par de ejercicios básicos en la sala, saltando y haciendo sprints cortos, como si aún estuviera entrenando. La familiaridad de los movimientos le ayudó a centrar su mente, aunque el peso de sus preocupaciones seguía presente.

Después de un rato, se sentó en el sofá y encendió su teléfono para ver videos antiguos de sus partidos con el MSBY. Observó cómo su yo más joven y lleno de energía luchaba en la cancha, cómo su pasión y determinación lo habían llevado hasta donde estaba ahora. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro mientras recordaba esos momentos, pero también se preguntaba cómo su vida había cambiado tan rápido.

Fue entonces cuando decidió llamar a Kenma. Durante la conversación, Kenma le escuchó en silencio, antes de hablar en su tono tranquilo y compresivo.

—Hinata, sé que estás asustado, pero tienes que decirle la verdad a Kageyama. No puedes huir de esto. Sin importar cómo lo tome, él tiene que saberlo.

Kenma hizo una pausa, como si reflexionara sobre su propia vida antes de continuar:

—A veces, enfrentar el miedo es la única manera de seguir adelante.

Después de colgar, Hinata sintió que su mente se aclaraba un poco más, preparo todo lo necesario para enfrentarse a su decisión. Sabía lo que tenía que hacer. Cuando regreso a Miyagi, decidió dar un paseo corto por la situación que pasaban.

No importa la decisión que tomes, Kageyama también merece saber lo que estás pasando.

Siempre has sido valiente. No dejes que el miedo te detenga ahora.

Con esas palabras resonando en su mente, Hinata regresó a la casa de Kageyama. Al abrir la puerta, lo primero que notó fue el cambio en Kageyama. Había perdido peso, y sus ojos estaban cansados, mostrando el impacto que la ausencia de Hinata había tenido en él. La casa, que antes era su refugio, ahora se sentía extrañamente fría.

Shoyo sintió que el peso de la pandemia se hacía presente en cada rincón. Todo lo que había experimentado en las últimas semanas estaba marcado por la necesidad de cuidarse y protegerse, no solo por él, sino por Kageyama y lo que ahora llevaba dentro.

Kageyama, al escuchar la puerta, se giró rápidamente, su mirada encontrándose con la de Hinata. Aunque su alivio fue evidente, la preocupación por el virus se reflejaba en sus ojos.

Antes de que Kageyama pudiera decir algo, Hinata levantó una mano, deteniéndolo suavemente.

—Kageyama…no te preocupes ya tomé todas las medidas necesarias —dijo con voz seria, pero con un ligero temblor que delataba su nerviosismo—. No he tenido contacto directo con nadie… Está bien.

Kageyama asintió lentamente, aún procesando la repentina aparición de su omega y las palabras que le había dicho. Aunque la preocupación por el virus seguía presente, su mente estaba en otra parte, en lo que Hinata iba a decir a continuación.

Hinata respiró hondo, sabiendo que ahora debía enfrentar la verdad.

—Tengo algo más que decirte —comenzó, su voz baja pero clara—. Kageyama… Estoy… estoy embarazado.

El silencio que siguió fue abrumador. Kageyama se quedó inmóvil, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. El mundo exterior, con su caos pandémico, parecía detenerse por un momento. Las palabras de Hinata resonaban en su mente, y los temores que había intentado reprimir salieron a la superficie.

Hinata, al ver la confusión y el shock en los ojos de Kageyama, sintió que su corazón se rompía un poco más. Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos mientras intentaba controlar su respiración. Pero la culpa y el miedo eran demasiado.

—Lo siento… —murmuró mientras caía de rodillas al suelo, las lágrimas fluyendo libremente ahora—. Lo siento tanto, Kageyama… Arruiné todo… Sé que dijiste que no querías un bebé… y entiendo si… si no lo quieres… pero… yo… yo no puedo… no puedo dejarlo ir…

Sus palabras se mezclaron con sollozos, llenando el espacio de la habitación. Ya se cubrió el rostro con las manos, intentando contener sus emociones, pero era imposible. Todo lo que había intentado mantener bajo control explotó en ese momento.

Hinata estaba destrozado—me asusta Kageyama... No puedo hacerlo solo— arrodillado en el suelo, sintiendo que todo se derrumbaba a su alrededor.

Kageyama, finalmente liberado de su parálisis, sintió un nudo en la garganta al ver a su omega así, roto y vulnerable. El impacto de las palabras de Hinata seguía reverberando en su mente, pero su instinto de protegerlo lo llevó a moverse.

Con rapidez, se arrodilló frente a Hinata y, sin decir una palabra, lo abrazó con fuerza. Apretó su cuerpo contra el de él, como si con ese abrazo pudiera aliviar el dolor y el miedo que sentían ambos.

—Shoyo… —susurró, su voz temblorosa mientras acariciaba el cabello de Hinata—. Lo siento…
Hinata, aún sollozando, se aferró a Kageyama, dejando que las palabras de su alfa lo envolvieran. Aunque el miedo seguía ahí, la calidez del abrazo de Kageyama comenzó a calmar la tormenta que había estado rugiendo dentro de él.

Kageyama, con el corazón acelerado, sintió una punzada de culpa. Observó a Hinata, su desolación resonando en el silencio entre ellos—No quería que esto pasara así— dijo con voz temblorosa—Lo que dije... no reflejaban lo que realmente siento. Quiero estar contigo en esto.—murmuró, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Lo siento...lo que esta pasando no va a dejar que juegues en la cancha por un tiempo—Dijo con un claro tono de culpa.

Hinata negó suavemente con la cabeza, levantando la vista para mirarlo a los ojos.

—No es necesario que te disculpes… —dijo, su voz aún temblorosa, pero firme—. Sabíamos que esto podría pasar. Y no me importa si tengo que esperar para volver a la cancha…Gracias por estar conmigo en esto, Tobio—.

Kageyama lo abrazó aún más fuerte, prometiéndose cuidar de el y lo que esta en el vientre de su Omega.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora