Bienvenido Bebé dino

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Era una noche tranquila en la casa de los Kageyama. Sora dormía pacíficamente en su cuna, y el suave resplandor de la luna se filtraba por la ventana, bañando la habitación con una luz tenue. Hinata y Kageyama disfrutaban de un raro momento de calma, compartiendo una taza de té en la sala de estar mientras conversaban en voz baja para no despertar a su hijo.

Justo cuando Kageyama iba a hacer un comentario sobre la forma adorable en que Sora hacía pequeños ruidos mientras dormía, el teléfono sonó, rompiendo la quietud. Hinata y Kageyama se miraron por un momento, extrañados de recibir una llamada a esas horas. Kageyama alcanzó el teléfono y vio el nombre de Tsukishima en la pantalla.

—¿Tsukishima? —dijo en voz baja, respondiendo la llamada—. ¿Todo bien?

La voz de Tsukishima al otro lado de la línea sonaba tensa, algo poco común en él. —No, no está todo bien. Yamaguchi está en el hospital... El parto se complicó, y necesito ayuda. Intenté contactar a Sugawara, pero no respondió. Lo siento por llamar tan tarde, pero...

Kageyama no dejó que terminara. —No te preocupes, iremos enseguida —dijo con firmeza, ya levantándose del sofá. Miró a Hinata, quien ya había empezado a prepararse—. Hinata irá a tu departamento a recoger lo que necesiten, y yo iré al hospital con Sora.

Hinata asintió con determinación, tomando un bolso para salir de inmediato. La preocupación por sus amigos se reflejaba en sus ojos, pero la confianza en que podían ayudarles les daba fuerzas.

Cuando Kageyama llegó al hospital, llevaba a Sora en brazos, envuelto en una manta para protegerlo del frío. Al ver a Tsukishima en la sala de espera, caminando de un lado a otro con el rostro pálido y la expresión llena de angustia, se apresuró a acercarse.

Al ver a Kageyama, Tsukishima dejó escapar un suspiro de alivio. Sin embargo, la tensión seguía reflejada en su rostro. Sus manos temblaban levemente, y no podía evitar mirar constantemente hacia las puertas del área de partos, esperando noticias.

—¿Cómo está? —preguntó Kageyama, sosteniendo a Sora en un brazo y dándole unas suaves palmaditas en la espalda para mantenerlo calmado.

—Dicen que el parto se complicó un poco, pero que están haciendo lo posible para que todo salga bien... —respondió Tsukishima, pasándose una mano por el cabello con frustración—. No puedo... quedarme tranquilo. Sé que no debería preocuparme tanto, pero no puedo evitarlo.

Kageyama observó a su amigo, notando la tensión en su voz y la expresión de preocupación en su rostro. Era una faceta rara de ver en Tsukishima, quien siempre había sido el más tranquilo y calculador de todos. Sin decir nada, se acercó y le puso una mano en el hombro.

—Todo va a salir bien, Kei. Yamaguchi es fuerte, tú lo sabes mejor que nadie —dijo Kageyama, su tono firme pero con un matiz de empatía.

Tsukishima suspiró, mirando de reojo a Kageyama. —Es fácil decirlo, pero... no puedo evitar pensar en lo que podría salir mal.

—Te entiendo —respondió Kageyama, mirando a Sora, que seguía dormido en sus brazos—. Cuando Sora nació, Hinata y yo no teníamos a nadie en el hospital. Estábamos completamente solos. Fue aterrador. Pero cuando lo ves ahí, por primera vez, toda esa preocupación se desvanece. Porque te das cuenta de que al final, todo valió la pena.

Tsukishima apretó los labios, asintiendo levemente. Había visto a Kageyama como un rival en muchas ocasiones, pero en ese momento, no podía negar que sus palabras le estaban dando un poco de consuelo. A pesar de sus diferencias, siempre habían sido amigos, y esa noche, tenerlo allí, con Sora en brazos, le hacía sentir que no estaba tan solo.

Kageyama continuó hablando, su voz suave mientras acunaba a Sora. —Se fuerte, por Yamaguchi y por el bebé. Ellos te necesitan más que nunca. Y créeme, cuando todo esto termine, te alegrarás de haber estado aquí para ellos.

En ese instante, la puerta del área de partos se abrió, y una enfermera salió para informarles sobre el estado de Yamaguchi. Aunque el proceso era largo, les aseguró que tanto él como el bebé estaban estables.

Tsukishima soltó el aire que había estado conteniendo, sintiendo cómo la tensión en sus hombros comenzaba a disminuir. Miró a Kageyama y, por primera vez en lo que parecían horas, esbozó una pequeña sonrisa.

—Gracias... Tobio —dijo en voz baja, con un tono que reflejaba más gratitud de la que hubiera querido admitir.

Kageyama simplemente asintió, dándole una palmada en la espalda a su amigo. —Para eso estamos.

En ese momento, Hinata llegó con las cosas necesarias para el hospital. Con un par de palabras de aliento y una sonrisa contagiosa, hizo que el ambiente se sintiera un poco más ligero. Mientras se preparaban para lo que aún quedaba por delante, Tsukishima sintió que, a pesar de todo, tenía a las personas correctas a su lado.

Finalmente, el ambiente en el hospital se volvió más ligero después de las intensas horas de espera. La angustia que había mantenido a Tsukishima tenso se desvaneció en el aire al escuchar el llanto del bebé.

—¡Todo bien! —anunció la enfermera con una sonrisa, mientras sostenía a un pequeño envuelto en una manta. La luz del pasillo parecía brillar más intensamente cuando Tsukishima vio la carita de su hijo por primera vez.

—¿Mitsuki? —preguntó con voz temblorosa, aunque sabía que esa era la elección de Yamaguchi. Sin embargo, se sentía como si el nombre ya perteneciera a su hijo. La enfermera asintió, entregando al pequeño a su padre.

Tsukishima sintió un torbellino de emociones al sostener a Mitsuki por primera vez. El pequeño era una mezcla de ambos, con un suave cabello que ya comenzaba a dorarse como el suyo y unos ojos que cerraban lentamente, en un estado de calma que resonaba con el ambiente de la habitación.

Mientras tanto, Kageyama y Hinata observaban desde la puerta, sosteniendo a Sora en brazos.

—Se parece a el —murmuró Kageyama, sin poder evitar sonreír ante la ternura de la escena.

—¡No! —Hinata se burló suavemente—. ¡Es un mini Yamaguchi!

Tsukishima se giró para mirar a sus amigos, una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro habitual. —¿Qué? ¿Por qué no se parecen a mí? —dijo con un tono de broma que ocultaba la emoción en su pecho.

—Porque es un bebé, Tsuki. —Hinata le lanzó una mirada cómplice—. Ya crecerá y será más como tú.

Con la luz suave iluminando la habitación, Tsukishima sintió que todo su ser se llenaba de un amor profundo y desconocido. Mitsuki, su hijo, era la combinación perfecta de su mundo y el de Yamaguchi. Sin pensarlo, acercó al pequeño a su pecho, sintiendo que su corazón latía con un ritmo nuevo, lleno de promesas y sueños.

—Hola, Keiji—Yamaguchi, con una sonrisa tranquila, miró a su pareja y luego a Mitsuki. —¿Estás bien? —preguntó, su voz llena de ternura.

—Todo bien, ahora que ya estás aquí —respondió Tsukishima, dejando un suave beso en la frente de su hijo. En ese momento, el mundo exterior desapareció, y solo existía esa pequeña familia en la habitación.

Mitsuki se movió, haciendo un pequeño sonido, y Kageyama se acercó un poco más. —¿Te gustaría que te ayudemos con algo? —ofreció, con Sora en sus brazos.

—No, gracias —dijo Tsukishima, sintiéndose sorprendentemente feliz. —Solo, quédate un momento más.

La familia se reunió en la habitación, creando un cálido rincón de amor. Tsukishima, a pesar de su exterior frío, estaba sintiendo una felicidad indescriptible. Mitsuki, el pequeño de la luna y las estrellas, era su nuevo mundo, y estaba listo para enfrentar cualquier desafío que viniera con su pequeña familia.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora