nuevas etapas

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La sala de espera del hospital estaba tranquila esa mañana, con el aire acondicionado funcionando a baja potencia para mitigar el calor sofocante del verano. Hinata se sentaba con una postura relajada, pero sus dedos jugaban nerviosamente con el borde de su camiseta. Kageyama, a su lado, parecía impasible, aunque sus ojos lo delataban; no podía dejar de mirar a Hinata y luego al reloj, claramente inquieto por lo que estaba por venir.

—¿Nervioso? —bromeó Hinata, apretando suavemente la mano de Kageyama.

Kageyama soltó un resoplido, intentando mantener su habitual apariencia fría, aunque no pudo evitar que sus hombros se tensaran un poco.

—No, ¿por qué estaría nervioso? —respondió, mirando hacia otro lado.

Hinata soltó una risita. Sabía que Kageyama intentaba ocultar lo que en realidad sentía.

Minutos después, la puerta de la consulta se abrió, y la doctora Satō, con su habitual sonrisa cálida detrás de la mascarilla, les hizo un gesto para que entraran. Ambos se levantaron de sus asientos y caminaron hacia el consultorio. Kageyama mantenía su mano firmemente entrelazada con la de Hinata, como si temiera soltarlo.

—¿Cómo han estado? —preguntó la doctora mientras preparaba el ecógrafo.

—Bien, creo. Aunque a veces... —Hinata lanzó una mirada de reojo a Kageyama, quien rápidamente desvió la mirada—, me sobreprotege un poco. Pero está bien.

La doctora rió suavemente mientras comenzaba a realizar la ecografía. La habitación se llenó con el sonido del pequeño y rápido latido del corazón del bebé, que resonaba en el aire como una promesa de vida.

—El bebé está creciendo muy bien. Todo parece en orden —comentó la doctora, deslizando el dispositivo con delicadeza por el vientre de Hinata—. ¿Quieren saber el género?

Ambos se quedaron en silencio por un segundo, y Kageyama, que siempre era tan directo y seguro, tragó saliva con fuerza antes de asentir. Hinata sonrió, anticipando lo que estaba por venir.

—Es un niño —anunció la doctora Satō con una sonrisa, girando la pantalla para mostrarles la imagen.

Hinata sintió que su corazón se aceleraba. La noticia, aunque no lo esperaba de una manera específica, le llenaba de una felicidad cálida. Giró la cabeza para ver la reacción de Kageyama... y fue ahí cuando lo notó. Los ojos de su alfa brillaban, como si intentara contener las lágrimas.

—¿T-Todo bien, Tobio? —murmuró Hinata, riendo suavemente, aunque su tono era cariñoso.

Kageyama apretó los labios, claramente emocionado pero demasiado terco para dejarse llevar por las lágrimas. Su respiración era entrecortada, y aunque lo intentaba, sus ojos se llenaban de un brillo cristalino.

—Es... un niño —dijo con voz baja, casi como si necesitara repetirlo para asimilarlo.

Hinata soltó una risa suave, acercándose más a él mientras la doctora les daba un momento de privacidad. Le pasó un brazo por los hombros y, con una sonrisa burlona pero cariñosa, dijo:

—Vaya, ¿quién lo diría? Tobio Kageyama, el gran rey de la cancha, a punto de llorar.

Kageyama frunció el ceño, pero no podía esconder la emoción en su rostro.

—No estoy llorando —refutó, apretando los labios, claramente incómodo.

Hinata se rió de nuevo, su risa suave y melódica llenando el pequeño espacio entre ellos.

—Claro, claro. No estás llorando, solo estás... emocionado —dijo, acariciando la mejilla de Kageyama con ternura.

Kageyama tomó una profunda respiración, soltando un suspiro pesado mientras dejaba que la noticia lo envolviera por completo. Su mano se deslizó hasta el vientre de Hinata, acariciándolo con cuidado.

—Nuestro hijo... —murmuró Kageyama, esta vez con una sonrisa que, aunque pequeña, era sincera y llena de amor.

Después de que la consulta terminó, salieron del hospital con una sensación de calma y alegría. El calor del verano los golpeaba suavemente, pero ninguno de los dos se quejaba. Estaban demasiado inmersos en el momento. A medida que caminaban juntos hacia el coche, Hinata no podía dejar de acariciar su vientre con suavidad, todavía asimilando que pronto serían padres.

—¿Te das cuenta de que ahora tenemos que empezar a preparar todo? —dijo Hinata con una sonrisa traviesa mientras entraban en el coche.

Kageyama asintió, su mirada seria y decidida.

—Sí, necesitamos ordenar todo lo que el bebé necesitará. No podemos dejarlo para el último minuto.

Ya en casa, Hinata y Kageyama se sentaron frente a la computadora, listos para comenzar a hacer los pedidos. A pesar de la cuarentena, el internet les brindaba una amplia variedad de opciones, desde ropa para embarazados hasta cunitas y juguetes.

—Mira esto —dijo Hinata, señalando una camiseta de maternidad con un diseño divertido—. Me pregunto si debería empezar a usar ropa de embarazado.

Kageyama lo miró de reojo, entrecerrando los ojos.

—Tienes que estar cómodo, Shoyo. Deberías usarla. No quiero que te sientas incómodo —respondió, en su típico tono protector.

Hinata se mordió el labio, conteniendo una risa. Le encantaba cuando Kageyama entraba en "modo alfa protector". Era una mezcla entre adorable y demasiado serio.

—Vale, vale. Lo tendremos en cuenta —dijo, mientras seleccionaba algunas prendas—. Y tú también necesitarás ropa nueva. Con tanto estrés has perdido algo de peso. No querrás que tu ropa te quede mal.

Kageyama frunció el ceño, claramente reacio a pensar en eso.

—No necesito nada —respondió con un gruñido suave, pero Hinata ignoró su queja mientras añadía algunas camisas y pantalones a la lista de compras.

Después de pasar buena parte del día organizando todo, decidieron que era hora de hacer las llamadas importantes. Ambos se sentaron en el sofá, listos para compartir la noticia con sus familias.

Hinata llamó a su madre primero, y aunque trató de hablar calmado, su voz se notaba emocionada cuando le contó la gran noticia.

—¡Es un niño! —exclamó, escuchando la respuesta de su madre al otro lado de la línea, claramente emocionada.

—Estoy tan feliz por ustedes, Shoyo. Este niño va a ser tan amado —respondió su madre, casi al borde de las lágrimas.

Kageyama, por su parte, se quedó mirando su teléfono, un poco más nervioso. Llamó a su madre, y aunque sus palabras fueron más escuetas y directas, el resultado fue el mismo. Su madre estaba genuinamente emocionada, y su padre, aunque más reservado, también compartió la alegría.

—Un nieto... —dijo la madre de Kageyama, sorprendida pero feliz—. Qué maravilloso, Tobio. Estoy orgullosa de ti.

La noche terminó con una sensación de satisfacción. Ambos, exhaustos pero felices, se acurrucaron juntos en el sofá, disfrutando del silencio y la compañía mutua.

—Hoy fue un buen día —murmuró Hinata, acurrucándose más cerca de Kageyama.

—Sí... lo fue —respondió Kageyama, dejando caer su cabeza sobre la de Hinata mientras el suave ruido del verano los envolvía.

Y así, con la certeza de que estaban construyendo su futuro juntos, se dejaron llevar por el cansancio, sabiendo que lo mejor estaba por venir.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora