entre nosotros

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Hinata se dejó caer sobre el sofá, suspirando mientras miraba la pantalla del teléfono. La reunión por video con sus compañeros del MSBY había terminado hacía unos minutos, y aunque la noticia de su embarazo había sido recibida con entusiasmo y felicitaciones, él no podía evitar sentirse ligeramente irritado. Todo había salido bien, pero había algo que lo inquietaba profundamente.

—No puedo creer que ya se lo hayas dicho a todos —murmuró Kageyama desde la cocina, mientras llenaba un vaso de agua para Hinata.

Hinata se encogió de hombros y tomó el vaso, dando un sorbo antes de responder.

—Lo hice porque era lo correcto. Además, todos lo tomaron bien. Me sentí... aliviado —admitió, aunque el tono de su voz dejaba entrever una pizca de incomodidad.

Kageyama asintió, pero había algo en su comportamiento que lo volvía todo extraño para Hinata. Desde que se había enterado del embarazo, Kageyama se había vuelto extremadamente sobreprotector, pero de alguna manera, evitaba tocarlo directamente. A veces, cuando estaba cerca, Hinata sentía que Kageyama dudaba en abrazarlo o tomarle la mano, como si temiera que cualquier contacto pudiera afectar al bebé.

Ese distanciamiento físico era lo que más le dolía a Hinata. Lo único que quería era sentir las manos de Kageyama sobre él, el calor reconfortante que solía calmarlo. Pero Kageyama parecía perdido en sus propios pensamientos, siempre al borde de acercarse, pero nunca dando el paso definitivo.

Y por si eso fuera poco, sus antojos tampoco ayudaban en absoluto. Cada vez que Hinata sentía el impulso de comer algo, era en el momento menos adecuado. Como aquella vez en la que, justo antes de una reunión, no pudo evitar desear un plato de gyozas recién hechas. O cuando, en mitad de la noche, se le antojó desesperadamente un tazón de arroz con huevo y natto.

—¿Quieres... algo más? —preguntó Kageyama, acercándose con una expresión preocupada. Había estado atendiéndolo sin descanso durante los últimos días, siempre listo para correr a la tienda si Hinata mencionaba algún antojo.

Hinata lo miró fijamente, conteniendo el impulso de decirle que lo único que quería no era comida, sino sentirlo cerca. Quería que Kageyama lo tocara, que lo abrazara como antes. Sin embargo, en lugar de expresar ese deseo, Hinata suspiró y forzó una sonrisa.

—Quizás unos mochi rellenos de fresa... —dijo con un tono juguetón, observando cómo los ojos de Kageyama se agrandaban al escuchar el "antojo".

Sin dudarlo, Kageyama se apresuró a ajustarse para salir a la tienda más cercana. Hinata lo observó salir y, aunque apreciaba el esfuerzo, se dejó caer de nuevo en el sofá, sintiendo una punzada de tristeza en el pecho.

—Esto es agotador... —murmuró para sí mismo, acariciando suavemente su vientre. Todo lo que quería era sentir los brazos de Kageyama alrededor de él, pero parecía que eso se estaba volviendo cada vez más difícil de conseguir.

Después de algunos días de incertidumbre y antojos imprevistos, la segunda cita con la doctora finalmente había llegado. Esta vez, la revisión fue más detallada, y ambos pudieron ver cómo el embarazo de Hinata avanzaba sin problemas. La doctora revisó nuevamente su estado de salud, ajustó la dieta recomendada para Hinata y les entregó más información sobre los cuidados que deberían tener.

—Es importante que mantengas tu cuerpo en buena condición, pero sin excederte —les recordó la doctora, mientras revisaba las notas en su tablet—. Hinata, puedes continuar con tus entrenamientos, pero debes escuchar a tu cuerpo. Y Kageyama —le dirigió una mirada directa—, recuerda que es fundamental que estés ahí para apoyarlo, tanto física como emocionalmente.

Kageyama asintió, nervioso. Había estado haciendo todo lo posible para cuidar a Hinata, pero sentía una tensión creciente en su interior. Su necesidad de protegerlo se mezclaba con un deseo profundo de estar cerca de él, de abrazarlo, de sentirlo. Sin embargo, el miedo a hacer algo que pudiera poner en peligro el embarazo lo mantenía a raya. Cada vez que extendía la mano para tocar a Hinata, se detenía a mitad de camino, controlando sus impulsos.

Mientras regresaban a casa después de la cita, ambos permanecieron en silencio. Hinata se apoyó ligeramente en el asiento del auto, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. La cita había sido positiva, pero algo seguía faltando entre ellos. El vacío de ese contacto físico que tanto necesitaba parecía hacerse más grande con cada día que pasaba.

—Tobio... —dijo suavemente, rompiendo el silencio—, todo está bien, ¿cierto?

Kageyama lo miró de reojo y asintió rápidamente.

—Sí, todo está bien. Lo estás haciendo muy bien, Shoyo.

Hinata sonrió levemente, pero esa no era la respuesta que realmente necesitaba. Lo que él quería era que Kageyama lo abrazara, que lo tomara en sus brazos como solía hacerlo. Pero cada vez que sentía que Kageyama iba a acercarse, se detenía, como si algo invisible los separara.

Ya en casa, la distancia entre ellos parecía aún más palpable. Mientras Kageyama preparaba algo de comer, Hinata se recostó en el sofá, mirándolo desde la distancia. Lo veía moverse por la cocina, siempre atento a cualquier mínimo detalle, pero ese cuidado minucioso solo le recordaba lo mucho que deseaba volver a sentir sus manos sobre él, sin que Kageyama dudara ni un segundo.

Finalmente, cuando Kageyama se sentó junto a él en el sofá, Hinata se acercó un poco más, esperando que fuera suficiente para que Kageyama tomara la iniciativa. Pero Kageyama, con una expresión de autocontrol inquebrantable, solo le sonrió con dulzura antes de volver a enfocar su atención en el televisor.

—Tobio... —susurró Hinata, esta vez con un tono más insistente, buscando sus ojos.

Kageyama lo miró, notando la tristeza en los ojos de Hinata. Quería rodearlo con sus brazos, quería sentirlo cerca, pero un miedo persistente lo detenía. La idea de hacer algo que pudiera poner en riesgo a Hinata o al bebé era suficiente para mantenerlo contenido, aunque todo en su interior gritaba lo contrario.

—Shoyo, yo... —Kageyama comenzó, pero las palabras murieron en su garganta. En su lugar, colocó su mano cerca de la de Hinata, casi rozando sus dedos, pero sin llegar a entrelazarlos.

Esa pequeña distancia, ese gesto incompleto, solo aumentaba la frustración de Hinata, quien, por primera vez en días, deseó con todas sus fuerzas que Kageyama dejara de preocuparse tanto y simplemente lo abrazara como solía hacerlo.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora