Susurros de Pertenencia

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Esa noche, después de la práctica y cuando todo el bullicio del día había quedado atrás, Kageyama se encontró sentado en la sala de estar, con la casa sumida en un apacible silencio. La luz de la luna se filtraba por las cortinas, iluminando tenuemente la habitación. Desde su lugar en el sofá, podía ver a Sora durmiendo en su cuna, su pequeño pecho subiendo y bajando con cada respiración, tan tranquilo e inocente.

Mientras observaba a su hijo, Kageyama comenzó a perderse en sus pensamientos. Era increíble cómo el tiempo había pasado tan rápido, y ahora tenía una pequeña vida a su cargo. Recordó cuando Hinata y él habían comenzado a vivir juntos; parecía que había sido ayer, pero tantas cosas habían cambiado desde entonces. Nunca imaginó que se adaptaría tan rápido a la vida familiar, pero Sora había traído consigo un sentimiento de plenitud que no sabía que necesitaba.

Poco a poco, sus pensamientos derivaron hacia Hinata. Aunque ahora era más hogareño debido a la pandemia y el nacimiento de Sora, Kageyama sabía que eventualmente Hinata volvería a ser tan social y energético como siempre, rodeado de amigos y gente que lo admiraba. Por un instante, una punzada de celos se asomó en su pecho, una sensación que había sentido antes, cuando Hinata solía recibir tanta atención de los demás.

Sin embargo, esos celos ahora eran diferentes. Kageyama dejó escapar una leve risa al darse cuenta de que, aunque probablemente volverían a surgir cuando Hinata retomara su vida social, no le preocupaba como antes. Había algo distinto en su relación, algo más sólido. Sabía que Hinata ya no se iría de su lado. Porque ahora, con Sora en sus vidas, compartían un lazo que era imposible de romper.

Mientras se recostaba en el sofá y cerraba los ojos, una sonrisa apareció en su rostro. "Lo até a mí de la mejor manera posible, lo embaracé." Aunque sabía que no necesitaba un motivo adicional para que Hinata permaneciera a su lado, la idea le resultaba divertida. "Y ahora no tiene más remedio que quedarse conmigo "pensó con un toque de humor, imaginando cómo bromeaba con la idea de que, al dejar a Hinata embarazado, lo había "atrapado" para siempre. Era una broma que nunca le diría a Hinata en voz alta, por supuesto, pero en el fondo le hacía sentir una calidez especial saber que tenían una vida construida juntos, llena de momentos compartidos y un futuro por delante.

Kageyama se quedó así, perdido en sus pensamientos, sintiendo una profunda tranquilidad. Sabía que, pasara lo que pasara, siempre regresarían a casa, a su pequeño rincón en el mundo donde estaban juntos. Y con esa certeza, se levantó para acercarse a la cuna y mirar a Sora una vez más antes de dirigirse a la habitación, donde Hinata dormía plácidamente. Sí, pensó, con una última mirada a su familia, todo estaba en su lugar.

Kageyama estaba sentado en la cama con la manta cubriendo sus piernas, mirando hacia la puerta de la habitación mientras sus pensamientos vagaban sobre Hinata, había estado pensando en lo mucho que al omega se le acercaban otros alfas, e incluso alfas femeninas y algunos omegas. Lo comprendía, Hinata era un omega muy lindo y encantador, pero aun así no podía evitar que le causara celos.

De pronto, sintió un leve movimiento a su lado. Hinata abrió los ojos lentamente, aún medio dormido, y se sentó sobre Kageyama, acurrucándose en su pecho. Era su manera silenciosa de decirle que ya se fuera a dormir también, que no se quedara despierto pensando demasiado. Kageyama miró hacia abajo, viendo la carita somnolienta de su omega, sin pensarlo mucho, levantó la cara de Hinata, quien trataba de abrir los ojos ante el gesto y de repente plantó un beso en la mejilla. El gesto fue impulsivo, casi una respuesta automática a los celos que le despertaba la idea de su omega rodeado de otros. El beso fue suave, pero provocó que Hinata se despertara por completo y parpadeara rápidamente, sus mejillas tiñéndose de un rojo profundo.

—T-Tobio... —Dijo con sorpresa en sus ojos.

Kageyama no respondió de inmediato; en lugar de eso, siguió depositando besos por todo el rostro de Hinata. Primero en la otra mejilla, luego en la frente, y finalmente, justo en la punta de su nariz. Cada beso era suave y cálido, como si quisiera transmitir todo el cariño que sentía en ese momento. Hinata se tensó un poco, su respiración volviéndose entrecortada con cada beso, sintiendo que el calor le subía hasta las orejas.

—Q-que haces?... —balbuceó, apartando la vista y llevándose una mano a la cara para cubrirse. El repentino gesto cariñoso lo había tomado por sorpresa, y el contacto constante lo hacía sentir un torbellino de nervios en el pecho. —. ¿Por qué... tan de repente...? —dijo sintiendo el latido constante de su alfa bajo la palma de su mano.

—No es nada... —murmuró Kageyama finalmente, su voz saliendo en un suspiro—. Solo me aseguro... de que te quedas conmigo. Y de que no importa cuántos alfas, omegas, o quien sea se acerquen a ti.

—¿De qué hablas? —preguntó Hinata, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Kageyama. Había una chispa traviesa en sus ojos, pero también una sinceridad que lo hizo estremecer.

—De nada —repitió Kageyama con una sonrisa ligera, que solo Hinata lograba arrancarle—. Es solo que... eres mío —añadió en un tono bajo, como si confesara un secreto al viento. Lo abrazó con más fuerza, como si quisiera asegurarse de que no se le escapara.

Hinata sintió un escalofrío recorrer su espalda y se sonrojó aún más. No estaba acostumbrado a que Kageyama fuera tan directo con sus sentimientos.

—Eres un idiota... —murmuró con voz temblorosa, aunque no podía evitar una pequeña sonrisa.

Kageyama rio bajo, disfrutando del nerviosismo de su omega. —Lo sé —admitió, dejando otro beso suave en el cabello de Hinata.

Hinata apretó los labios, sintiendo el calor en sus mejillas. Su corazón latía con fuerza, y trató de disimularlo escondiendo su cara en el cuello de Kageyama. —No hagas cosas como esta tan de repente...

El alfa lo abrazó con más fuerza, su pecho vibrando con una risa baja. —¿Por qué no? Me gusta verte así... además, me encanta recordarte que no hay nada que pueda alejarte de mí.

Hinata levantó la cabeza, todavía con el rubor en las mejillas, y le dio un leve empujón en el pecho, fingiendo enojo. —Tonto...

Kageyama solo sonrió más, tirando suavemente de él para que volviera a acurrucarse. —Te quiero, Shoyo —susurró, sabiendo que esas palabras, más que cualquier otra cosa, eran lo que su omega necesitaba escuchar en ese momento.

Hinata dejó escapar un suspiro tembloroso y se dejó abrazar, aún con el corazón acelerado. Al final, siempre terminaba cediendo ante esa forma torpe pero genuina que tenía Kageyama de expresar sus sentimientos.

 Al final, siempre terminaba cediendo ante esa forma torpe pero genuina que tenía Kageyama de expresar sus sentimientos

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Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora