Lejanía

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Kageyama cerró la puerta con un suspiro largo y pesado, su cuerpo sintiéndose más liviano al entrar finalmente en casa. El día había sido complicado, no tanto por las filas interminables o la molestia de salir en medio de la cuarentena, sino por el hecho de estar lejos de Hinata. Habían pasado solo unas horas, pero a Kageyama le había parecido una eternidad.

Colocó las bolsas sobre la mesa, se quitó los zapatos con torpeza y echó un vistazo a la sala. Todo estaba en calma, pero el dulce aroma de Hinata flotaba en el aire, mucho más fuerte que de costumbre, y eso hizo que su pecho se llenara de una cálida ansiedad.

"Hinata...", pensó, como si invocara su imagen con solo su nombre.

Mientras caminaba hacia el dormitorio, un aroma familiar lo envolvió: la mezcla dulce de la fragancia de Hinata y el calor acogedor que emanaba de la habitación. Al abrir la puerta, una escena encantadora se desplegó ante él.

Al entrar al dormitorio, lo encontró. No fue necesario buscar mucho. Hinata estaba rodeado de mantas y almohadas, acurrucado en el nido que había formado, un rincón hecho solo para él. Había algo en la imagen que lo conmovía profundamente; verlo así, completamente relajado, arropado en su propio espacio, lo hacía parecer tan pequeño y vulnerable, pero al mismo tiempo tan fuerte.

Hinata estaba dormido, pero el ligero fruncir de su ceño dejaba ver que incluso en sueños, lo extrañaba.

Kageyama se quedó parado un segundo más, observándolo con una ternura tan pura que le dificultaba respirar.

—Tobio... —susurró Hinata entre sueños, buscando su calor.

Kageyama sintió un nudo formarse en su garganta al escuchar su nombre dicho de esa manera, cargado de tanto afecto y necesidad.

El suave brillo de la luna iluminaba el rostro de su omega, destacando la suavidad de sus rasgos y la manera en que sus labios se curvaban en una ligera sonrisa. Era un espectáculo que lo dejaba sin aliento.

Kageyama se sentó en el borde de la cama, incapaz de apartar la vista de su omega. Se inclinó hacia adelante, sintiendo la tentación de acariciar su mejilla. Cuando sus dedos encontraron la suavidad de su piel, Hinata se movió, sus ojos parpadeando lentamente mientras despertaba.

—Tobio... —murmuró, su voz suave y soñolienta, mientras se acomodaba más cerca de él, buscando el calor que tanto anhelaba.

Kageyama sintió que su corazón se derretía al ver esa expresión tierna en el rostro de Hinata. No pudo evitar soltar una risita suave, una mezcla de felicidad y admiración.

—¿Dormiste bien? —preguntó, acariciando su mejilla de nuevo.

—Sí... solo un poco... —Hinata respondió, dejando escapar un pequeño bostezo que hizo que Kageyama sonriera aún más. La manera en que se estiró, con los brazos en alto, era tan adorable que casi le provocó un cosquilleo en el pecho.

Al verlo despertar lentamente, Kageyama se sintió abrumado por una oleada de ternura. Había algo especial en los momentos como este, en los que Hinata se dejaba llevar por la comodidad de su presencia. Era su refugio, su hogar, y todo parecía correcto en el mundo.

—Te ves adorable cuando te despiertas, ¿sabes? —le dijo Kageyama, incapaz de contener la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

Hinata sonrió, su rostro enrojeciendo un poco, y se volvió hacia él, acurrucándose más cerca.

—Gracias... —respondió con un tono casi tímido, pero su mirada brillaba con alegría.

En ese instante, el silencio entre ellos era confortable, cargado de un amor que no necesitaba palabras. Kageyama sintió el deseo de atraparlo en sus brazos, de protegerlo de cualquier cosa que pudiera perturbar esa paz. Pero, al mismo tiempo, sabía que era un momento para disfrutar, así que se quedó allí, sintiendo la calidez de Hinata contra su pecho.

Los minutos pasaron, y Kageyama sintió que el sueño comenzaba a pesarle nuevamente. El ambiente se sentía tan seguro, tan perfecto. Pero antes de que pudiera dejarse llevar, Hinata, aún en su mundo de somnolencia, levantó la cabeza y lo miró con ojos llenos de ternura.

—Tobio... —volvió a susurrar, esta vez con un toque de necesidad en su voz.

Kageyama, sintiendo el impulso protector que siempre lo dominaba, sonrió y lo abrazó con suavidad.

—¿Qué sucede? ¿Te sientes bien? —preguntó, su voz baja y suave.

Hinata se acurrucó más, buscando el calor de su alfa, y murmuró, —Solo... necesito tu olor... —dijo, casi en un susurro. Las palabras salieron como un leve lamento, y Kageyama no pudo evitar el deseo de reír.

Era como si cada parte de su ser estuviera diseñada para cuidar y proteger a Hinata, y en esos momentos, cuando su omega mostraba vulnerabilidad, Kageyama sentía que su corazón se llenaba de amor incondicional.

—Tienes que dejar de hacerme sentir tan débil, Shoyo —dijo Kageyama, con un tono juguetón mientras se acomodaba para que su omega pudiera hundirse más en su pecho.

Hinata sonrió de manera encantadora, y Kageyama sintió que su corazón latía con más fuerza.

Pasaron los momentos, llenos de risas y susurros, hasta que finalmente el sueño comenzó a reclamar a Hinata. Se dejó llevar por el cansancio, y Kageyama, sintiendo que todo estaba en su lugar, lo sostuvo firmemente, deseando que esa calma durara para siempre.

...

a noche avanzaba, y casi en la madrugada, Hinata despertó de nuevo, sintiéndose un poco desorientado. La oscuridad de la habitación lo envolvía, y mientras parpadeaba, un destello de confusión cruzó su mente. Se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que se había dormido, y por un momento, no recordaba cómo había llegado allí.

Girando la cabeza, vio a Kageyama a su lado, con su rostro sereno y los labios ligeramente entreabiertos. Era un cuadro tan familiar y querido que su corazón se sintió más ligero al instante.

—Kageyama...? —susurró, tratando de recordar lo que había sucedido antes de quedarse dormido.

Sintiendo que su corazón latía un poco más rápido, se acomodó contra él, disfrutando de la calidez que emanaba. Era como un abrigo cálido en el que podía refugiarse.

Aún un poco aturdido, Hinata se dejó llevar por la paz que Kageyama le brindaba. Con cuidado, se acercó más, aferrándose a su lado y sintiendo su aliento contra su piel. Era un momento perfecto, una especie de sueño del que no quería despertar.

Pero la curiosidad le picaba. Se preguntó si había estado hablando con Kageyama antes de dormir. ¿Le había contado algo? ¿Acaso habían hecho planes para el día siguiente? No podía recordar. Todo lo que sabía era que su alfa estaba ahí, y eso lo hacía sentir increíblemente seguro.

Con una sonrisa soñolienta, Hinata se hundió más en el pecho de Kageyama, respirando su aroma y sintiéndose agradecido por tenerlo a su lado. No había nada que quisiera más que disfrutar de esa sensación. El mundo exterior podría esperar.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora