El sol de agosto brillaba intensamente, y una suave brisa de verano se colaba por las ventanas de la casa de Kageyama e Hinata. Por fin, después de meses de aislamiento, ambas familias habían encontrado un momento seguro para reunirse y conocer a Sora. La emoción era palpable.
Hinata, con Sora en brazos, revisaba por última vez la sala de estar para asegurarse de que todo estuviera en orden. Había preparado té y algunos bocadillos para recibir a sus padres, su hermana Natsu, así como a los padres de Kageyama. Aunque la distancia y la pandemia los habían mantenido separados, el momento había llegado.
Sora, a sus siete meses, estaba sentado en el regazo de su madre, jugando con un juguete de madera que emitía un suave tintineo. Sin embargo, su mirada curiosa vagaba constantemente hacia la puerta, como si supiera que algo especial estaba por suceder.
—¿Listo, cuervito? —le susurró Hinata mientras acariciaba la cabecita de su hijo. Sora balbuceó en respuesta, aunque parecía distraído, quizás porque sentía la falta de Kageyama, quien había salido a hacer algunas compras.
Finalmente, el timbre sonó. Hinata se levantó con Sora en brazos y fue a abrir la puerta. Al otro lado, lo esperaba su familia con sonrisas y saludos entusiastas. Natsu fue la primera en lanzarse a abrazar a su hermano mayor.
—¡Shoyo! ¡Déjame ver al bebé! —exclamó Natsu, emocionada.
—¡Con cuidado, Natsu! —le advirtió , aunque con una sonrisa cariñosa.
Hinata se alzo un poco a Sora para que Natsu pudiera ver a Sora de cerca. La joven chillo con ternura. —¡Que lindo!
Los padres de Hinata también se acercaron, con la mirada llena de ternura. La madre acarició la mejilla de su nieto. —Es igualito a Tobio-kun, Shoyo.
El pequeño Sora miraba a sus nuevos visitantes con curiosidad. Al principio, parecía divertido con tanta atención, pero algo en su expresión cambió cuando vio a su madre conversando y riendo con su familia. La risa de Hinata resonaba alegremente mientras intercambiaba historias con sus padres y con Natsu, que insistía en sostener al bebé un momento.
Sora, sentado en el regazo de su madre, comenzó a fruncir el ceño y balbucear de forma insistente. Sus manitas intentaban empujar el brazo de Natsu cada vez que esta se acercaba demasiado a Hinata. El cambio fue sutil al inicio, pero pronto se hizo evidente: Sora se estaba poniendo celoso.
—¿Qué pasa, Sora? —preguntó Hinata, alzando una ceja mientras miraba a su hijo con una sonrisa suave.
Natsu se echó a reír. —¡Creo que no quiere compartirte, Shoyo!
Hinata intentó entregarle a Sora a su hermana para ver si se calmaba, pero apenas sintió que su madre lo alejaba un poco, el pequeño empezó a negar con el rostro arrugado por la frustración. Balbuceaba sonidos entrecortados, extendiendo sus brazos hacia Hinata con desesperación.
—Sora, tranquilo! —murmuró Hinata, riendo entre dientes mientras lo acunaba de nuevo en sus brazos—. No pasa nada, cuervito.
Pero Sora no dejaba de lanzar miradas de advertencia hacia los demás, como si quisiera asegurarse de que nadie se acercara demasiado a su mamá.
Los padres de Kageyama llegaron poco después, agregando más emoción al ambiente. La madre de Kageyama, emocionada al ver finalmente a su nieto, también quiso cargarlo. Hinata se lo entregó con una sonrisa, pero Sora, apenas sintió que su madre lo soltaba, se giró y estiró los brazos hacia él con un pequeño gemido de protesta.
—Vaya... Parece que no le gusta que te alejes —comentó el padre de Kageyama con una risa suave.
Hinata tomó a Sora nuevamente en sus brazos, meciéndolo con paciencia. —Es un poco celoso, ¿verdad? —murmuró con cariño, dándole un beso en la coronilla.
El bebé, ahora de nuevo en su lugar seguro, se relajó visiblemente. Aún así, cada vez que Hinata intentaba alejarse o conversar demasiado con alguien más, Sora lo recordaba con pequeños balbuceos exigentes y miradas intensas.
—¿Siempre es así? —preguntó la madre de Kageyama, divertida.
—No tanto... —respondió Hinata, riendo—. Creo que se ha vuelto más pegajoso últimamente. Especialmente cuando Tobio no está cerca.
En ese momento, la puerta se abrió y Kageyama entró con una bolsa de compras. Al ver la escena, arqueó una ceja con curiosidad.
Hinata lo miró con una mezcla de alivio y diversión. —Alguien no está contento con tanta atención —dijo, señalando al pequeño Sora, que seguía aferrado a él como si fuera su posesión más preciada.
Kageyama dejó las bolsas en la cocina y se acercó, colocando una mano en la espalda de Hinata y la otra en la cabecita de su hijo. —¿los celos de Sora otra vez? —preguntó en un tono suave.
Sora balbuceó en respuesta, escondiendo su rostro en el cuello de Hinata.
Kageyama rió suavemente y susurró: —Sabes, pequeño cuervo, mamá es importante para todos.
Hinata sonrió mientras Kageyama se inclinaba para besar su frente. —Vamos, cuervito. No tienes que ser tan celoso.
Sora, sintiendo la calma en la voz de sus padres, finalmente dejó de resistirse y soltó un pequeño suspiro de satisfacción. Kageyama lo tomó en sus brazos, y aunque al principio el pequeño protestó, pronto se relajó, apoyando la cabecita en el pecho de su papá.
Mientras la reunión familiar continuaba, tanto los padres de Hinata como los de Kageyama tomaron un momento para simplemente observar la interacción entre la joven pareja y su pequeño hijo. Era un panorama distinto al que alguna vez imaginaron para sus hijos, pero uno que, a pesar de las circunstancias, se sentía perfectamente adecuado.
La madre de Hinata sonreía mientras veía a su hijo cargar a Sora con tanta facilidad y ternura. Era un lado de Shoyo que no había visto tan claramente antes; siempre había sido el chico energético y alegre que corría por la casa con Natsu. Pero ahora lo veía como un padre, atento y protector, quien susurraba palabras suaves para calmar a su hijo cada vez que éste comenzaba a inquietarse.
—Parece que Shoyo realmente ha encontrado su lugar en el mundo —murmuró su padre con una sonrisa. La madre asintió, con los ojos brillantes—. Y nunca imaginé que sería tan pronto, pero parece que ser papá le sienta bien.
Natsu, por su parte, observaba a su hermano con un orgullo especial. Siempre había admirado a Shoyo, pero verlo ahora, con un bebé en brazos, era algo que la hacía sentir una conexión aún más profunda con él. Se preguntaba si Sora llegaría a ser tan alegre y fuerte como su papá.
En el otro extremo de la sala, los padres de Kageyama también miraban con detenimiento. Habían visto a Tobio crecer en un entorno más cerrado, enfocado siempre en el voleibol y sus metas personales, y, aunque nunca dudaron de su capacidad, sí se habían preguntado cómo lidiaría con el desafío de formar una familia tan joven.
—Míralo —susurró la madre de Kageyama, con una mezcla de sorpresa y satisfacción—. Nunca pensé que lo vería tan... tranquilo.
—Lo que ha cambiado desde que conoció a Shoyo, ¿eh? —respondió su esposo, cruzando los brazos con una sonrisa discreta—. Parece que ha encontrado algo más que solo voleibol.
En ese momento, ambos padres notaron la forma en que Kageyama rodeaba con sus brazos a Hinata y Sora, como si quisiera mantenerlos lo más cerca posible. Cada vez que Sora balbuceaba o se inquietaba, Kageyama encontraba la manera de hacerle reír o tranquilizarlo, mientras Hinata sonreía a su lado, disfrutando del apoyo y la presencia de su pareja.
Los abuelos intercambiaron miradas, reconociendo lo especial que era la conexión entre los tres. No se trataba solo del hecho de que Kageyama e Hinata hubieran formado una familia, sino de cómo se complementaban. Era evidente que los dos padres jóvenes habían encontrado en Sora algo más grande que ellos mismos, algo que los unía de una forma inquebrantable.
—No se trata solo de adaptarse —dijo el padre de Kageyama—. Parece que realmente se han convertido en una familia.
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Un futuro? -kagehina_omegaverse-
Romancekageyama y Hinata son pareja viven juntos gracias a la pandemia pero se enfrentan a diferentes problemas y momentos agridulces. la historia-fanfic de desarrolla en los años de pandemia, si se han leído el manga sabrán que ellos ya son jugadores prof...