lo que necesitábamos

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Hinata había estado pensativo todo el día. Aunque había intentado ser paciente, la distancia que Kageyama mantenía seguía doliendo. Sabía que Kageyama solo estaba preocupado por él y el bebé, pero esa falta de contacto comenzaba a afectarlo más de lo que estaba dispuesto a admitir. Así que, tomando una decisión, Hinata decidió hacer algo al respecto. Algo que, conociendo su personalidad, parecía inevitable.

Cuando Kageyama llegó a casa después de hacer algunas compras, Hinata ya lo estaba esperando en la sala. Estaba sentado en el borde del sofá, con una expresión decidida. Kageyama notó la intensidad en su mirada y se detuvo en seco.

—Shoyo, ¿estás bien? —preguntó, preocupado.

Hinata no respondió de inmediato. En lugar de eso, se levantó y caminó hacia Kageyama, acercándose lo suficiente como para que su respiración se entremezclara con la de él. Kageyama frunció el ceño, confundido por el silencio de Hinata.

—Tobio... —empezó Hinata, su voz baja pero firme—, necesito que dejes de evitarme.

Kageyama parpadeó, sorprendido.

—No te estoy evitando, solo... solo quiero asegurarme de que todo esté bien. No quiero hacer nada que pueda ponerte en peligro.

Hinata negó con la cabeza y, sin decir más, tomó las manos de Kageyama entre las suyas. Las guió con suavidad hacia su cintura, haciendo que los dedos de Kageyama se cerraran alrededor de él. Kageyama tragó saliva, su cuerpo tenso como una cuerda estirada al máximo.

—Shoyo, yo... —intentó protestar, pero Hinata lo calló con una mirada firme.

—Confía en mí, Tobio. Estoy bien. Nosotros estamos bien. Pero necesito que me toques, que me sienta cerca de ti. Esto...esto no puede ser solo palabras y feromonas. Necesito sentirte aquí —dijo, presionando las manos de Kageyama contra su cuerpo.

Kageyama dejó escapar un suspiro entrecortado. Durante los últimos días, había estado envolviendo a Hinata con sus feromonas, un gesto instintivo para calmarlo, para hacerle saber que estaba allí. Pero lo había hecho sin contacto físico, sin atreverse a acercarse demasiado. Ahora, sintiendo la calidez del cuerpo de Hinata bajo sus manos, todo el control que había estado manteniendo comenzó a desmoronarse.

—Lo siento... —susurró Kageyama, finalmente rindiéndose al contacto. Sus brazos rodearon a Hinata con fuerza, y apoyó su frente contra la de él—. Tenía miedo de hacer algo mal, de lastimarte.

—No me lastimarías, Tobio —respondió Hinata con una sonrisa suave, cerrando los ojos y disfrutando del calor del abrazo—. Solo necesitaba esto... necesitaba sentir que estabas aquí de verdad.

Kageyama lo abrazó más fuerte, como si temiera que Hinata se desvaneciera si lo soltaba. El peso de la preocupación que había estado cargando comenzó a disiparse, reemplazado por la certeza de que estar juntos, sentir ese contacto tan necesario, era lo único que ambos necesitaban para estar bien.

Hinata suspiró de alivio al sentir el abrazo de Kageyama. Finalmente, estaba en sus brazos, y toda la tensión que había sentido durante días comenzó a desvanecerse. Pero, justo cuando empezaba a relajarse por completo, se dio cuenta de algo peculiar.

Sus pies ya no tocaban el suelo.

Kageyama, sin darse cuenta, lo había levantado del suelo mientras lo abrazaba, sosteniéndolo como si fuera lo más natural del mundo. Hinata lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión, y soltó una pequeña risa.

—¿Tobio... estás cargándome? —preguntó entre risas.

Kageyama parpadeó, como si acabara de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor, y rápidamente intentó bajar a Hinata.

—Lo siento... no me di cuenta —dijo, mientras lo dejaba de vuelta en el suelo.

—No te disculpes —respondió Hinata, sonriendo ampliamente—. Es bueno saber que aún puedes alzarme como si no pesara nada.

Kageyama esbozó una sonrisa mientras se rascaba la nuca. Había estado tan concentrado en mantener la calma y no hacer nada que pudiera lastimar a Hinata, que no se había dado cuenta de cuánto extrañaba este tipo de contacto. Hinata, por su parte, no dejaba de sonreírle, satisfecho de haber logrado romper la barrera que los había estado separando.

Pasaron el resto de la tarde juntos, hablando sobre cosas triviales mientras preparaban la cena. Kageyama, ahora más relajado, no dudaba en tocar a Hinata de vez en cuando, aunque siempre con cuidado. A cada pequeño gesto, como rozarle la mano o acariciarle el cabello, Hinata respondía con una sonrisa agradecida, feliz de haber recuperado esa cercanía que tanto anhelaba.

Después de cenar, la noche llegó lentamente.

La habitación estaba en silencio, iluminada solo por la suave luz que se filtraba a través de las cortinas. Kageyama estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y Hinata estaba acurrucado en su regazo. Ambos se miraban en silencio, disfrutando del simple hecho de estar tan cerca. Kageyama, instintivamente, comenzó a liberar sus feromonas mientras bajaba su barbilla para apoyarla suavemente sobre el cabello despeinado de su omega. El aroma cálido envolvía a Hinata, quien cerró los ojos, permitiéndose relajarse completamente en los brazos de su alfa. No había nada más reconfortante que el olor de Kageyama rodeándolo, haciéndolo sentir seguro y amado.

—Tobio... —susurró Hinata, sin abrir los ojos—. Esto es justo lo que necesitaba.

Kageyama no respondió con palabras; en su lugar, dejó que sus manos recorrieran la espalda de Hinata, acariciándolo con una suavidad que contradecía su habitual torpeza. Hinata se acomodó más contra el pecho de Kageyama, hundiendo su rostro en el hueco de su cuello, disfrutando del calor y el olor tan característicos de su alfa.

Cada toque de Kageyama era como una promesa silenciosa, una declaración de que estaba allí para él, de que nunca lo dejaría solo. Aunque el miedo a hacer algo mal había mantenido a Kageyama distante durante los últimos días, ahora comprendía cuánto necesitaba Hinata este contacto, esta cercanía que iba más allá de las palabras o las feromonas.

Hinata se movió ligeramente en el regazo de Kageyama, buscando su mirada.

—Quiero sentirte más... —murmuró con voz baja, casi como una súplica.

Kageyama, sintiendo la urgencia en sus palabras, lo envolvió más fuerte con sus brazos. Lo sostenía con firmeza, pero sin perder la delicadeza. Sus manos subieron y bajaron por la espalda de Hinata en caricias lentas y cuidadosas, mientras su barbilla seguía descansando sobre el cabello naranja y suave.

El silencio de la habitación era interrumpido solo por el sonido de sus respiraciones, sincronizadas. Ambos sentían esa necesidad constante de estar en contacto, de estar cerca. Hinata dejó que todo el peso de su cuerpo descansara sobre Kageyama, permitiendo que el cansancio del día lo envolviera. Estar allí, en el regazo de su alfa, se sentía como el lugar más seguro del mundo.

Kageyama, por su parte, continuaba liberando feromonas en silencio, sin decir nada, solo asegurándose de que Hinata estuviera completamente rodeado por su esencia. Aunque las feromonas ayudaban, ambos sabían que el contacto físico que compartían en ese momento era lo que realmente necesitaban para reconectar.

La noche avanzaba lentamente, y con cada minuto que pasaba, Hinata se sentía más relajado, más en paz. Estaba seguro, protegido y amado. Kageyama, con cada caricia, le transmitía esa seguridad que ambos tanto anhelaban.

Finalmente, el cansancio los venció a ambos. Hinata, acurrucado contra el pecho de Kageyama, comenzó a quedarse dormido, mientras Kageyama seguía acariciándolo con movimientos suaves, asegurándose de que su omega estuviera cómodo y en paz antes de permitir que el sueño también lo envolviera.

—Duerme bien, Shoyo —susurró Kageyama en la oscuridad, antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por la tranquilidad de la noche.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora