La Culpa de un Pequeño Cuervo

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Hinata había estado cuidando de Sora, a pesar de que el pequeño había superado su fiebre, había algo en su comportamiento que no podía pasar desapercibido. Su madre había estado ansiosa y preocupada durante toda la enfermedad, y ahora que Sora estaba bien, la atmósfera en la casa parecía cambiar de nuevo.

Hinata, aún con el eco de sus temores recientes resonando en su mente, intentó jugar con Sora, pero el pequeño se mantenía alejado, observándolo con una mirada que, aunque inocente, parecía estar cargada de una extraña melancolía.

—Ven aquí, cuervito —dijo Hinata con un tono suave, extendiendo los brazos hacia su hijo. Su corazón se apretó al ver cómo Sora se alejaba, evitando acercarse. No era la reacción que esperaba.

—¿Qué sucede? —murmuró, sintiendo una punzada de preocupación. Sabía que los bebés podían captar las emociones de sus padres, y tal vez Sora había sentido su inquietud. Pero a pesar de su corta edad, el pequeño parecía abrumado por algo que Hinata no podía comprender.

Sora se sentaba en la alfombra, sus manos pequeñas jugando con un juguete suave, pero sus ojos nunca dejaban de observar a su madre, como si lo único que quisiera hacer era estar con su madre. Hinata le dio una dulce sonrisa a Sora que solía hacerlo reír, pero el pequeño no mostró ni una sonrisa. El silencio era denso, y la preocupación de Hinata aumentaba.

En ese momento, Kageyama entró en la habitación. Su presencia siempre traía consigo un aire de calma y seguridad. Cuando vio a Sora en la esquina, se agachó, sonriendo con ternura.

—¿Qué pasa, Sora? —preguntó, su voz suave y amigable.

Pero Sora solo miró hacia otro lado, como si quisiera desaparecer entre sus juguetes. Kageyama frunció el ceño, sintiendo que había algo inusual en el comportamiento de su hijo.

Hinata se pasó una mano por el cabello, sintiéndose frustrado y confundido. —No sé por qué no quiere acercarse. ¿Sora estás molesto por algo?

Kageyama observó a Sora, comprendiendo que era algo mas, su pequeño se parecía a el, sabia lo que seguramente pasaba. Alzo a su pequeño en el aire ,elevándolo, sintiendo una oleada de compasión. —Sora...—dijo con voz suave—. Piensas que hiciste llorar a mamá?

Sora sorprendido por la altura en la que se encontraba, giró lentamente la cabeza hacia su padre, pero su mirada seguía siendo esquiva con lo ojos un poco llorosos.

—Tu mamá se ha preocupado mucho por ti —continuó, hablando en un tono tranquilizador—. Pero eso no significa que tú hayas hecho algo malo...No le hiciste daño a mamá.

Mientras tanto, Hinata observaba la escena con ojos ansiosos. Nunca había visto a Sora tan distante. Aunque el pequeño aún no podía entender el mundo completamente, algo parecía inquietarlo, y eso llenaba a Hinata de incertidumbre. El amor y la preocupación lo envolvían como una manta pesada.

—Tú eres su cuervito, y ella solo quiere verte sonreír —dijo Kageyama, bajando a Sora al suelo intentando animar a Sora—. No tienes que alejarte. El está aquí, y se que quieres estar con el verdad ¿Verdad?

Finalmente, Sora levantó un poco la cabeza, sus ojos parpadeando con curiosidad al escuchar la palabra "mamá". Kageyama sonrió al notar que su pequeño mostraba una reacción. —Mira, Sora —dijo—. Mamá está aquí.

Hinata, al escuchar eso, sintió un impulso de acercarse. Con suavidad, comenzó a ponerse en pie. Una vez mas le dirigió una de sus sonrisas tranquilizadoras, Sora comenzó a dejar de lado su resistencia. Su pequeña cabeza giró hacia su madre, aunque aún parecía un poco reacio.

—Ven aquí, cuervito —susurró Hinata, sintiendo que el vínculo que compartían estaba por encima de cualquier malentendido. Su voz se llenó de amor y suavidad, como si estuviera envolviendo a Sora en un abrazo sonoro.

En ese instante, Kageyama, viendo que su hijo comenzaba a reaccionar, extendió su mano hacia Sora. —¿Ves? Mamá solo quiere abrazarte. No tienes que sentirte solo.

La voz de Kageyama resonó con confianza, y Sora finalmente pareció comprender. Con un pequeño impulso, comenzó a extender sus manitas hacia Hinata con una decisión renovada.

Cuando Sora llegó a los brazos de Hinata, se acurrucó en su pecho, dejando escapar un suave suspiro. La tensión que había estado en el aire se disolvió como el rocío bajo el sol. Hinata lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo su pequeño se relajaba al contacto.

—No te alejes, cuervito —susurró Hinata, su voz suave y llena de amor. —No tienes que preocuparte por nada.

Sora levantó la vista, y por primera vez en el día, su rostro se iluminó con una risa se llena de alegría, y eso hizo que el corazón de Hinata se derritiera.

Un futuro? -kagehina_omegaverse-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora