La noche que Mateo me invitó

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La noche que Mateo me invitó a su piso, el lugar estaba inusualmente silencioso. Sus compañeros de casa no estaban, y el espacio se sentía más íntimo de lo que había imaginado. Las luces tenues y el aroma a albahaca y tomates frescos flotaban en el aire, creando un ambiente casi cinematográfico.

Mateo se movía con soltura en la cocina, preparando una cena italiana con una habilidad que me sorprendía. Pasta con burrata y tomates, simple pero con un toque de elegancia que reflejaba su personalidad. Mientras lo observaba cocinar, mi mente divagaba, anticipando el curso inevitable de la noche.

Ya sabía cómo terminaría todo. La cena era solo un preludio, una especie de ritual antes del desenlace que ambos esperábamos. Había una calma en el aire, pero también una tensión subyacente, una chispa que ambos pretendíamos ignorar mientras hablábamos de cosas triviales. Sin embargo, cada mirada, cada roce accidental, confirmaba lo que vendría después.

Al final, las palabras serían innecesarias. La cena, deliciosa y cuidadosamente preparada, solo sería un recuerdo efímero una vez que nos perdiéramos en la intimidad de su cama. Y aunque sabía que esta noche marcaría un antes y un después en nuestra relación, no podía evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo.

Mateo: (mientras revuelve la pasta) 

"¿Te gusta la comida italiana, verdad? Pensé que esto sería mejor que pedir pizza otra vez."

LEYLA: (sonriendo) 

"Definitivamente es mejor. Además, me sorprende que cocines tan bien. ¿De dónde sacaste esta habilidad?"

Mateo: (encogiéndose de hombros)

 "Mi abuela, supongo. Pasé un par de veranos con ella en Italia. Me enseñó lo básico, y... bueno, le debo esto." (ríe mientras coloca los platos en la mesa)

LEYLA: (observando la mesa) 

"Esto parece sacado de una película. Las luces, el aroma... todo. Casi demasiado perfecto, ¿no crees?"

Mateo: (mirándote de reojo con una sonrisa)

 "¿Demasiado perfecto? Nunca pensé que escucharía eso." (sirviendo la pasta) "Pero lo importante es que lo disfrutes. ¿Qué opinas?"

LEYLA: (tomando un bocado)

 "Mmm... está increíble. De verdad, Mateo. Esto está... wow."

Mateo: (sonriendo, visiblemente contento) 

"Me alegra que te guste. Aunque no te traje aquí solo por la comida."

LEYLA: (alzando una ceja) "Ah, ¿no? ¿Y por qué entonces?"

Mateo: (mirándote a los ojos, más serio) 

"Porque quería estar contigo. Sin distracciones, sin nadie más. Solo nosotros."

LEYLA: (sintiendo la tensión en el aire) "Mateo..."

Mateo: (acercándose un poco más) 

"No tienes que decir nada. Solo... quiero que esta noche sea especial. ¿Está bien para ti?"

LEYLA: (respirando hondo) 

"Sí, lo está. Me siento... bien aquí, contigo."

Mateo: (sonriendo suavemente) 

"Entonces, vamos a disfrutar de la cena... y de lo que venga después."

**La mañana siguiente me desperté en su cama, envuelta en una sensación de tranquilidad y calidez.**

 Los primeros rayos de sol se filtraban por las cortinas, iluminando suavemente la habitación. Desde el baño, podía escuchar el sonido del agua corriendo; Mateo se estaba duchando.

**Recordé la noche anterior, una mezcla perfecta de romanticismo y pasión.** Él había sido increíble, en todos los sentidos. Desde la manera en que me miraba hasta cómo sus manos recorrían mi piel con una delicadeza que me hacía sentir única.

Al mirar hacia la mesa, me impactó ver que las velas seguían encendidas, sus llamas bailando lentamente en el aire. Los platos con forma de corazón, que anoche me habían parecido un detalle curioso, ahora me llenaban de ternura. **Todo había sido pensado, cada pequeño gesto, para hacerme sentir especial.**

**Me sentía feliz,** de una manera simple pero profunda. No solo por la noche que habíamos compartido, sino por lo que parecía significar. En ese momento, me di cuenta de que estaba en un lugar donde quería estar, con alguien que sabía cómo hacerme sonreír, incluso después de que la noche se había desvanecido.


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