Con la segunda carta en mis manos, sentí como si el mundo entero se hubiera volcado en mi contra. La desesperación me consumía, pero sabía que quedarme inmóvil no solucionaría nada. Tenía quince días para encontrar una solución, quince días para evitar que mi vida se desmoronara por completo.
Llovía a cántaros.
Decidí que lo primero que debía hacer era buscar ayuda. La mañana siguiente, me armé de valor y salí de mi apartamento, sintiendo el peso de la incertidumbre en mis hombros. Caminé hasta la oficina de asistencia social del barrio, un lugar que siempre había evitado, pero que ahora representaba una posible tabla de salvación.
Al entrar, el aire frío del aire acondicionado me recibió, contrastando con el calor agobiante del exterior. Tomé un número y esperé, observando las caras de los demás que, como yo, buscaban una salida a sus problemas. La espera se me hizo eterna, pero finalmente escuché mi número y me dirigí al escritorio de una trabajadora social.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó con una sonrisa amable.
Sentí un nudo en la garganta, pero logré hablar.
—He recibido una carta del banco... Me van a desalojar en quince días. No sé qué hacer.
La trabajadora social me miró con comprensión y asintió lentamente.
—Lo lamento mucho. Vamos a ver qué opciones tenemos. —Comenzó a teclear en su computadora y luego me hizo varias preguntas sobre mi situación laboral y económica.
Después de unos minutos, me ofreció algunas sugerencias: refugios temporales, programas de asistencia para encontrar empleo y lugares donde podía recibir alimentos gratuitos. No era la solución que esperaba, pero era algo, un punto de partida.
Salí de la oficina con una mezcla de alivio y desesperanza. Al menos, ahora tenía un plan, aunque precario. Caminé sin rumbo por la ciudad, tratando de despejar mi mente y asimilar lo que había aprendido. Pasé por parques, plazas y calles llenas de gente que parecían ajenos a mi angustia. Me pregunté cuántos de ellos estarían enfrentando batallas similares a la mía.
Esa noche, de regreso en mi apartamento, me senté en la cama con un cuaderno y un bolígrafo. Decidí hacer una lista de tareas, algo que me diera un sentido de control en medio del caos. Anoté cada paso que debía seguir: visitar los refugios, actualizar mi currículum, asistir a las entrevistas de trabajo. A pesar del miedo y la tristeza, me aferré a la esperanza de que algún día podría mirar atrás y ver este momento como una prueba superada.
Los días siguientes fueron una vorágine de actividad. Cada mañana me levantaba temprano y recorría la ciudad en busca de trabajo, entregando currículums en tiendas, oficinas y restaurantes. Visitaba los refugios, evaluando cuál sería la mejor opción en caso de no encontrar otra alternativa antes del desalojo. La rutina frenética me mantenía ocupada y, aunque agotada, me ayudaba a mitigar el terror que se cernía sobre mí.
Una tarde, mientras caminaba por una calle poco transitada, vi un cartel en la ventana de una cafetería que decía "Se busca ayudante". Sin pensarlo dos veces, entré y pregunté por el puesto. El dueño, un hombre de mediana edad con una mirada amigable, me hizo una entrevista en el acto. Quizás fue mi urgencia, o tal vez mi sincera desesperación lo conmovió, porque al final de la charla me ofreció el trabajo.
—Empiezas mañana. —dijo con una sonrisa.
Sentí una ola de alivio y gratitud. No era el trabajo de mis sueños, pero era un comienzo, una posibilidad de mantenerme a flote. Esa noche, por primera vez en semanas, pude dormir con un poco menos de angustia. Sabía que el camino aún sería difícil, pero al menos tenía una dirección, un propósito.
Cada día en la cafetería me enseñaba algo nuevo, y aunque el futuro seguía siendo incierto, comencé a recuperar la confianza en mí misma. Sabía que el verdadero desafío no estaba en el desalojo en sí, sino en mi capacidad para adaptarme y seguir adelante.
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HISTORIA DE LEYLA
Novela Juvenil**Después de recibir una segunda carta amenazante del banco, Leyla Banks ve cómo su vida comienza a desmoronarse como un castillo de naipes.** Con las deudas asfixiándola y el reloj marcando un ritmo implacable, Leyla se encuentra al borde de perd...