Eso queda entre nosotras...

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Las puertas del ascensor se abrieron, y ambas salieron, con el corazón todavía latiendo a toda prisa y una sonrisa compartida que les iluminaba el rostro. Aún sudorosas y con las mejillas sonrojadas, se miraron como si fueran cómplices de un secreto que nadie más en el mundo podría entender.

Leyla, tratando de disimular la emoción que la embargaba, le dio un suave golpecito en el codo a Kika para llamar su atención. 

Cuando ella la miró, Leyla alzó una ceja y, con una sonrisa traviesa, susurró:

"Esther ni de coña se va a enterar de lo que acaba de pasar aquí, ¿vale?"

Kika reprimió una carcajada y se acercó a ella, dándole un toque en la nariz con el dedo y bajando la voz en un susurro cómplice: "Eso queda entre nosotras... pero tienes que prometerme que esta no será la última vez."

Leyla sintió un cosquilleo que le recorrió el cuerpo y, mordiéndose el labio, asintió sin decir nada, solo dejándose llevar por la chispa de lo que acababan de compartir. Mientras caminaban por el pasillo, todavía sintiendo la euforia de ese momento único, supo que su vida acababa de cambiar, y que lo que había nacido entre ellas era algo que no se podía borrar ni ignorar.

Cuando llegó el momento de despedirse, Kika se detuvo al final del pasillo y le lanzó un beso en el aire, acompañado de una sonrisa encantadora. La luz tenue del edificio acentuaba su expresión, y por un momento Leyla pensó que nunca la había visto tan feliz. Trató de apartar la mirada, de fingir que el gesto no le afectaba tanto, pero no pudo. Había algo en ese beso lejano y en esa sonrisa que la desarmaba por completo.

A medida que Kika se alejaba, Leyla sintió una mezcla de emociones que la dejó inmóvil en el pasillo. Lo que acababa de suceder entre ellas había sido como un sueño del que no quería despertar. Sin embargo, la inquietud comenzó a colarse en su mente: si Esther llegaba a enterarse, todo lo que había construido con ella podría desmoronarse en un instante.

Mientras cerraba la puerta de su apartamento, Leyla se apoyó en la madera, sintiendo cómo la emoción y la preocupación se entrelazaban en su pecho. Quería aferrarse a la felicidad de ese instante con Kika, pero sabía que ahora tendría que enfrentar las consecuencias de sus sentimientos.

 El dilema se clavó en su corazón: ¿podría mantener ese amor prohibido en secreto, o el riesgo de perder a Esther sería demasiado grande para soportarlo?

HISTORIA DE LEYLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora