UN ÚLTIMO CHUPITO

3 0 0
                                    


Kika estaba sentada en la barra de un bar de mala muerte, de esos que huelen a humo rancio y desinfectante barato, y donde las miradas de los hombres parecían clavarse en cada rincón de su cuerpo. Tenía el maquillaje corrido, los ojos pesados, y una expresión de cansancio que la hacía ver frágil, como si estuviera a punto de romperse. Cada vez que el barman le servía un chupito, ella lo tomaba de un solo golpe, deseando que el ardor del licor borrara el remolino de pensamientos que la atormentaban.

Esa noche, sin embargo, el alcohol no servía de escape. Su mente regresaba siempre a Leyla. A esa forma en que la había mirado, esperando algo que ella no había podido darle, y a las palabras amargas que Kika había lanzado sin pensar. Por primera vez, sentía un arrepentimiento tan profundo que le dolía físicamente, como un vacío en el pecho que la empujaba a beber otro trago para no sentirlo.

Observó su reflejo en el espejo detrás de la barra y se encontró con una versión de sí misma que casi no reconocía: ojos perdidos, labios apretados, una máscara de indiferencia que apenas sostenía.

"¿Qué estoy haciendo?", pensó, mientras otra mirada insistente le lanzaba una sonrisa insinuante desde el otro extremo del bar. Bajó la mirada, sintiéndose más sola que nunca en ese lugar.

Apretó el vaso en su mano y dejó escapar un suspiro tembloroso. Tal vez ya era demasiado tarde para disculparse.

Leyla sentía que las palabras de Kika aún pesaban en su mente, como si las llevara clavadas. Aquellas palabras crueles, que parecían diseñadas para herir, para desgarrar algo profundo dentro de ella, no dejaban de dar vueltas en su cabeza.

 ¿Cómo podía alguien que había AMADO decirle cosas tan dolorosas, como si todo lo compartido no significara nada?

"Siempre fuiste solo un CAPRICHO para mi, Leyla, algo que intenté arreglar, pero nunca fui capaz de querer de verdad."

Se abrazó a sí misma, sintiéndose más pequeña, como si estuviera intentando protegerse de algo que ya había sucedido. Sabía que Kika a veces decía cosas sin pensar, como un mecanismo de defensa, pero esta vez... esta vez había sido diferente. Había algo en su tono, en esa frialdad que había usado para apartarla, que la hacía preguntarse si había conocido realmente a Kika o si, en el fondo, solo había visto lo que quería ver.

Leyla respiró hondo, buscando recuperar el control. 

Mientras tanto, las palabras seguían ahí, latiendo en su mente como una herida abierta.

HISTORIA DE LEYLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora