Por alguna razón, Esther comenzaba a sospechar algo. Esa idea había rondado en la mente de Leyla durante días, una inquietud creciente que no la dejaba en paz. Desde lo ocurrido en el ascensor, todo se había vuelto confuso, lleno de emociones que apenas sabía cómo gestionar. Pero lo que más la inquietaba era el silencio de Kika.
Ni una llamada, ni un mensaje... como si hubiera desaparecido de repente, dejando tras de sí un vacío que se hacía más grande cada día.
Leyla recordaba cada detalle de aquella noche en el ascensor, la chispa, la intensidad, y ahora... la ausencia. Cada vez que Esther la miraba, Leyla sentía que sus ojos penetraban más allá de la superficie, como si percibiera algo distinto en ella, una emoción que Leyla no podía ocultar. Tal vez eran solo sus propios nervios traicionándola, pero había algo en la manera en que Esther la observaba, una especie de desconfianza, una sospecha que parecía crecer con cada día que Kika permanecía en silencio.
La mente de Leyla se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Por qué Kika no la buscaba? ¿Estaría bien? ¿O tal vez había cambiado de opinión, arrepintiéndose de lo que había pasado entre ellas? Mientras caminaba por la ciudad, sus pensamientos eran un torbellino de confusión y miedo. Y, en el fondo, una certeza comenzaba a formarse: aquel silencio no podía ser normal.
De repente, el móvil sonó, interrumpiendo mis pensamientos. El corazón me dio un vuelco: por un momento, pensé que era ella, Kika. Rápidamente miré la pantalla, pero el número era desconocido. Dudé un segundo antes de contestar.
—¿Hola? —dije, con la voz ligeramente temblorosa.
Al otro lado de la línea, una voz aguda y extrañamente neutral respondió. No supe distinguir si era hombre o mujer, y eso me puso algo nerviosa.
—¿Señorita Leyla? —dijo la voz, sin darme tiempo a pensar—. Hemos revisado su currículum y queríamos saber si aún está buscando trabajo.
Asentí instintivamente, aunque sabía que no podían verme, y respondí:
—Sí... sí, claro.
Hubo una breve pausa antes de que la voz continuara, con un tono que sonaba formal, pero inexplicablemente inquietante:
—Perfecto, señorita Leyla. Nos vemos el martes a las cinco de la tarde.
Antes de que pudiera preguntar quién era o en qué lugar sería la reunión, colgaron.
Me quedé mirando la pantalla, desconcertada. No recordaba haber enviado solicitudes recientemente, y el tono de aquella voz me había dejado una extraña sensación de incomodidad.
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HISTORIA DE LEYLA
Ficção Adolescente**Después de recibir una segunda carta amenazante del banco, Leyla Banks ve cómo su vida comienza a desmoronarse como un castillo de naipes.** Con las deudas asfixiándola y el reloj marcando un ritmo implacable, Leyla se encuentra al borde de perd...