Esther y yo

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**Esther y yo empezamos a llevarnos increíblemente bien.** Desde que comencé en la peluquería, siempre estaba pendiente de mí, asegurándose de que me sintiera cómoda y me adaptara al ritmo del trabajo. **Si había algo que no entendía o se me complicaba, ella siempre estaba ahí, con su paciencia y esa sonrisa suya que lograba calmarme en los momentos más tensos**.

Por las noches, después de que cerrábamos la peluquería, **Esther nunca fallaba en escribirme**. Al principio, solo eran mensajes breves: un "¿cómo te sentiste hoy?" o "¿todo bien con las reservas?", pero poco a poco las conversaciones empezaron a alargarse. **Me contaba los cotilleos más jugosos de las clientas**, que parecían tener siempre algo interesante que decir o algo extravagante que pedir.

—**No te imaginas lo que me contó hoy la señora Martina** —me escribía a veces, casi a la medianoche—. **Resulta que su hija se fugó con el chico del gimnasio. ¡Qué novela!**

Me reía sola mientras leía esos mensajes en mi cama. **Era como si Esther trajera un poco de luz a mis noches, que hasta hace poco habían estado llenas de soledad y dudas**. Lo mejor de todo era que no solo compartíamos los dramas de las clientas; también empezamos a hablar de nosotras, de nuestras vidas, nuestros sueños, y, en mi caso, de mis frustraciones.

Una noche, mientras leía uno de sus mensajes, me detuve un momento a pensar en lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo. **Desde aquella noche con Mateo, cuando todo parecía desmoronarse, hasta ahora, con un nuevo trabajo y una amiga que, inesperadamente, se había vuelto parte fundamental de mi día a día.** No sabía si Esther lo notaba, pero sus pequeñas atenciones habían sido mi salvavidas en los últimos días. Era una especie de consuelo silencioso, un recordatorio de que no estaba sola en todo esto.

Esther, con su naturaleza curiosa y observadora, también parecía disfrutar de nuestra nueva amistad. **Ella sabía cuándo hacer una broma para hacerme reír y cuándo simplemente escuchar.** A veces, me sorprendía lo fácil que se había vuelto hablar con ella, como si esos años de distancia no hubieran significado nada.

Una noche, después de haber intercambiado varios mensajes sobre una clienta que había llegado pidiendo un peinado "inspirado en las estrellas" (que nos dio bastante risa porque no teníamos idea de a qué se refería exactamente), Esther me envió algo que me sorprendió un poco.

—**Oye, Leyla** —escribió, cambiando el tono habitual de nuestras charlas—. **Sé que no hemos hablado mucho de tu vida personal, pero... ¿cómo te sientes con todo lo que pasó con Mateo? No quiero meterme donde no me llaman, pero... te noto diferente cuando mencionas su nombre.**

**Me quedé mirando la pantalla, pensando en cómo responder.** No era fácil hablar de Mateo. No había vuelto a saber de él desde aquella noche, y aunque intentaba no pensar demasiado en eso, la verdad era que me había afectado más de lo que quería admitir.

—**La verdad... no lo sé** —le respondí finalmente—. A veces siento que estoy bien, que lo he superado, pero otras veces me encuentro pensando en él, en lo que pasó, y no puedo evitar sentirme... no sé, un poco vacía, supongo.

**Esther no tardó en responder, como si hubiera estado esperando pacientemente.**

—**Lo entiendo. A veces las personas se van de nuestras vidas de la forma más inesperada y nos dejan con más preguntas que respuestas. Pero si te sirve de algo, estoy aquí para lo que necesites. Y si algún día quieres hablar más sobre eso, te escucharé sin juzgar.**

Me sentí agradecida por su empatía. Era raro cómo, en tan poco tiempo, Esther se había convertido en alguien en quien confiaba. **No había esperado encontrar una amiga tan sincera en este nuevo trabajo**, pero ahí estaba, con sus grandes ojos observadores y su habilidad para hacerme sentir que todo iba a estar bien, incluso cuando no lo parecía.

—**Gracias, Esther** —le respondí—. En serio, no sabes lo bien que me haces sentir con tus mensajes. A veces ni yo sé cómo lidiar con mis propios sentimientos, pero es bueno saber que estás ahí.

Y así, noche tras noche, continuamos con nuestras charlas. **Esther se convirtió en mi confidente**, y aunque todavía me quedaban muchas cosas por resolver, especialmente en lo que respecta a Mateo y mi vida personal, sabía que tenía a alguien con quien podía contar. Y eso, en esos momentos de incertidumbre, significaba el mundo para mí.

HISTORIA DE LEYLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora