A las diez en punto de la mañana, llegué al lugar acordado con Esther. **La peluquería no era muy grande, pero su fachada pintada de blanco y los grandes ventanales llenos de luz la hacían destacar en medio de la calle concurrida**. Desde fuera, podía ver a varias clientas sentadas en los sillones, con las estilistas trabajando a un ritmo constante. El ambiente parecía acogedor, pero también frenético, lleno de vida y movimiento.
**Mi corazón latía rápido.** No era solo por la emoción de tener una nueva oportunidad, sino también por los nervios de lo que vendría. No sabía qué esperar ni si sería capaz de cumplir con las expectativas. Había pasado tanto tiempo sintiéndome perdida que el solo hecho de volver a la rutina laboral me parecía un desafío gigante.
Vi a Esther esperándome en la entrada, con su característica sonrisa cálida que me hizo sentir un poco más tranquila. **Estaba igual que la recordaba**: el cabello rubio recogido en una coleta alta y un aire de confianza que irradiaba en todo momento. Me saludó con un abrazo, algo que no me esperaba pero que agradecí profundamente. Esa pequeña muestra de afecto fue lo que necesitaba para calmar mis nervios.
—**¡Leyla! Me alegra mucho que hayas venido. Te veo genial** —dijo con una sonrisa genuina.
—**Gracias, Esther. Estoy un poco nerviosa, la verdad** —confesé, sin poder evitarlo.
—**Es normal. No te preocupes, el trabajo es sencillo y el equipo aquí es muy amable. Además, estarás en recepción, así que no tendrás que hacer nada demasiado complicado al principio** —dijo, guiándome hacia la puerta de la peluquería.
Al entrar, **me invadió el olor a productos de belleza, una mezcla de perfumes y sprays** que me trajo recuerdos vagos del curso de peluquería. El lugar estaba lleno de gente: estilistas que cortaban, teñían y peinaban el cabello de las clientas, mientras que otras esperaban pacientemente con revistas en las manos o charlaban animadamente. Había una energía vibrante en el ambiente, una sensación de que cada persona ahí estaba siendo cuidada, mimada.
—**Ven, te presentaré al jefe** —me dijo Esther, llevándome al fondo del salón donde se encontraba una pequeña oficina.
Un hombre de mediana edad, con gafas y una sonrisa tranquila, nos recibió al entrar.
—**Leyla, este es Julián, el dueño del salón** —dijo Esther con entusiasmo—. Julián, ella es la amiga de la que te hablé.
—**Ah, encantado de conocerte, Leyla** —dijo Julián, extendiendo la mano—. Esther me ha hablado muy bien de ti. Necesitamos a alguien confiable que nos ayude en recepción durante estos meses. Es un trabajo sencillo, pero esencial para que todo fluya bien aquí.
Le estreché la mano, tratando de ocultar mi nerviosismo.
—**Gracias por la oportunidad** —dije—. Haré todo lo posible por estar a la altura.
—**Estoy seguro de que lo harás. No te preocupes, el equipo te ayudará con todo lo que necesites. Esther te explicará el sistema y las tareas que tendrás que hacer. Lo más importante es que seas amable con las clientas y que te asegures de que todo esté bien organizado. El resto lo aprenderás sobre la marcha** —me dijo Julián con una sonrisa tranquilizadora.
Esther me llevó de nuevo al área de recepción, donde me mostró cómo funcionaba el sistema de reservas, el manejo del teléfono y cómo organizar las citas del día. **Parecía abrumador al principio, pero cuanto más me explicaba, más segura me sentía**. El trabajo no era complicado, y en un lugar tan concurrido, todo seguía un ritmo ordenado.
—**¿Ves? No es tan difícil** —me dijo Esther, dándome una palmadita en el hombro—. Y si alguna vez te sientes perdida, solo tienes que pedir ayuda. El equipo es muy unido aquí.
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HISTORIA DE LEYLA
Novela Juvenil**Después de recibir una segunda carta amenazante del banco, Leyla Banks ve cómo su vida comienza a desmoronarse como un castillo de naipes.** Con las deudas asfixiándola y el reloj marcando un ritmo implacable, Leyla se encuentra al borde de perd...