**Después de recibir una segunda carta amenazante del banco, Leyla Banks ve cómo su vida comienza a desmoronarse como un castillo de naipes.**
Con las deudas asfixiándola y el reloj marcando un ritmo implacable, Leyla se encuentra al borde de perd...
Cuando Kika volvió a su pequeño apartamento, no podía detener el torbellino de pensamientos que giraban en su mente.
La mirada dulce de Esther, esos ojos claros que parecían desnudar cada emoción, se grababa con fuerza en su memoria, ocupando cada rincón de su mente. Pero, al mismo tiempo, otro recuerdo asomaba con intensidad: los labios de Leyla, suaves y carnosos, la curva exacta de su sonrisa que la había dejado desconcertada más de una vez.
Esa dualidad la desarmaba. Entre la suavidad de Esther y la intensidad de Leyla, Kika sentía que su propio corazón estaba dividido, atrapado en una atracción que le dolía casi tanto como le excitaba.
Mientras Kika luchaba con sus propios pensamientos, Leyla y Esther disfrutaban de una velada juntas. En el cálido ambiente de la cocina de Esther, las dos habían preparado con entusiasmo una pizza margarita casera.
La luz amarillenta de la cocina iluminaba sus rostros con una calidez íntima, y ambas reían con facilidad, como si nada ni nadie más existiera en el mundo. Entre bromas y miradas cómplices, Leyla tomó un trozo de tomate fresco y, divertida, lo lanzó suavemente hacia Esther, que soltó una risa despreocupada.
"¡Oye, eso es para la pizza!" protestó Esther, sonriendo, mientras ella también lanzaba un trozo hacia Leyla en un gesto juguetón.
Las risas llenaban el pequeño espacio, sus manos entrelazándose ocasionalmente mientras decoraban la pizza y compartían pequeños momentos de complicidad. Para Leyla y Esther, esa noche era algo más que una simple cena; era un espacio en el que podían ser completamente ellas mismas, donde cada mirada y cada toque contenían una sinceridad única, que las envolvía y las unía.
Mientras tanto, Kika, sola en su cuarto, sentía el peso de sus deseos y celos. Le costaba aceptar que esas dos personas que la atraían de maneras tan distintas estuvieran juntas, compartiendo una conexión que ella solo podía imaginar.
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