Pasaron días, tal vez una semana desde aquella noche con Mateo. **No había recibido ni una sola llamada o mensaje.**
Al principio, me convencí de que estaba ocupado, tal vez atrapado en su trabajo o en algo que yo no podía comprender del todo. Pero a medida que los días se extendían, el vacío que dejaba su silencio empezó a pesar más de lo que quería admitir.
Cada vez que mi teléfono vibraba, un rayo de esperanza me atravesaba, solo para desvanecerse cuando veía que no era él. **El silencio de Mateo era ensordecedor, más duro que cualquier rechazo explícito.**
Mientras tanto, mi mundo parecía desmoronarse poco a poco. La cafetería donde trabajaba estaba a punto de cerrar, y lo sabíamos todos. Las ventas habían caído en picada, y el gerente nos había advertido que no quedaba mucho tiempo.
Las cuentas apiladas en mi escritorio eran una constante recordatoria de la realidad que no podía ignorar. **No tenía mucho tiempo, ni mucho margen de error.** Necesitaba un trabajo, necesitaba estabilidad, pero lo que más necesitaba era el apoyo de Mateo.
Una tarde, después de un turno especialmente largo, **caminé por las calles húmedas, la cabeza baja y el corazón pesado**. A cada paso, recordaba más claramente la última vez que lo vi, la última vez que me miró a los ojos y me hizo sentir que yo importaba. Ahora, parecía como si la tierra se lo hubiera tragado.
**Intenté no pensarlo, pero era imposible**. Sus manos, su sonrisa, la manera en que me había hecho sentir esa noche... todo se repetía en mi mente como una película de la que no podía escapar. ¿Qué había salido mal?
¿Había interpretado mal sus palabras? ¿O simplemente había desaparecido porque para él, aquello no significaba lo mismo que para mí?
Me detuve frente a la cafetería, observando el cartel de "Cerrado" que colgaba de la puerta. No solo la cafetería estaba en quiebra, **yo también lo estaba**, al menos emocionalmente. No podía evitar sentir que todo en mi vida se estaba desmoronando al mismo tiempo. **Mi trabajo, mi relación, mi estabilidad. Todo parecía estar escapándose de mis manos**.
Entré al pequeño local, que ahora parecía más triste que nunca. Las mesas vacías, el olor rancio del café que ya nadie compraba. Me senté en una de las sillas junto a la ventana, mirando las gotas de lluvia resbalar por el cristal. **Quería que Mateo apareciera en ese momento, que entrara por la puerta y me dijera que todo estaría bien**, que no me había olvidado, que había una explicación para todo su silencio. Pero el tiempo pasaba y él no aparecía.
Finalmente, saqué mi teléfono y miré su nombre en la lista de contactos. **Había demasiadas conversaciones sin respuesta, demasiadas preguntas que no me atrevía a hacer**. Quería llamarlo, pero el orgullo me detenía. No quería parecer desesperada, aunque lo estaba. **Sentía que lo necesitaba más de lo que quería admitir**, pero si él no estaba dispuesto a darme ese apoyo, ¿de qué servía insistir?
Suspiré, apretando el teléfono con fuerza antes de soltarlo sobre la mesa.
—¿Mateo...? —susurré para mí misma, como si su nombre solo pudiera existir en el aire vacío. Sentía que había estado esperando demasiado tiempo una señal de él, una respuesta, algo que me diera claridad sobre dónde estábamos. Pero lo único que recibía era silencio. **Un silencio que me hacía sentir más sola que nunca**.
Me recosté en la silla, cerrando los ojos por un momento. Quería llorar, pero ya no me quedaban lágrimas. Había esperado lo suficiente. Y, por primera vez en días, acepté la dolorosa verdad: **Mateo no iba a volver.**
Al abrir los ojos, el sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo con tonos naranjas y púrpuras. Las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, pero todo a mi alrededor seguía sintiéndose oscuro. **Me levanté lentamente de la silla y me dirigí hacia la puerta**, consciente de que esta era la última vez que entraría a esa cafetería. El lugar cerraría pronto, y conmigo, se cerrarían muchas cosas más.
Aferrándome a la esperanza de que todo cambiaría, di un último vistazo antes de cerrar la puerta detrás de mí. Afuera, el viento frío me golpeó en la cara, y por primera vez en mucho tiempo, **decidí que no esperaría más a Mateo**. Si él había decidido desaparecer, yo tendría que aprender a seguir adelante sin él.
**Me lo debía a mí misma**.
Volví a casa con el corazón pesado, el sonido de mis pasos resonando en el vacío de las calles mojadas. **La lluvia seguía cayendo**, fina y constante, empapando la ciudad y mis pensamientos.
Subí las escaleras hasta mi departamento, con la mente en piloto automático, sin energía para pensar más. Al entrar, el silencio me recibió como una vieja conocida. Dejé las llaves sobre la mesa, me quité el abrigo y me dirigí directamente a la ventana.
Me senté en el borde, mirando hacia afuera. **La lluvia caía incesante, formando pequeños ríos en las aceras**. Los coches pasaban de vez en cuando, sus luces reflejadas en los charcos como destellos que no lograban iluminar el vacío que sentía dentro.
La humedad hacía que el cristal de la ventana se empañara lentamente, pero no me importaba. No podía apartar la vista de las gotas que resbalaban, como si su viaje interminable reflejara mi propio estado.
Intenté distraerme. **Tomé un libro que había estado leyendo días antes, esperando que me ayudara a escapar por un rato.** Era una novela romántica, una de esas historias que solía disfrutar. Pero ahora, las palabras en la página no parecían tener el mismo impacto. Leí una línea, luego otra, pero los personajes se sentían distantes, como si vivieran en un mundo que ya no me pertenecía.
Pasé las páginas sin realmente absorber lo que decían. **Mi mente seguía regresando a Mateo**. A su sonrisa, a la manera en que me había mirado aquella noche, y a su inexplicable silencio desde entonces. Las preguntas rondaban mi cabeza como un enjambre de abejas. ¿Qué había pasado realmente? ¿Por qué había desaparecido así? ¿Había hecho algo mal o era solo que yo no importaba lo suficiente?
El libro se resbaló de mis manos, cayendo suavemente sobre el suelo. No podía concentrarme. **La lluvia continuaba**, y el ruido de las gotas contra el cristal era el único sonido en la habitación. Mis pensamientos me tenían atrapada, y cuanto más intentaba huir de ellos, más intensos se volvían.
Miré el reloj. Habían pasado horas desde que llegué a casa, pero el tiempo parecía haberse detenido. **Me sentía suspendida en ese momento, atrapada entre el deseo de saber qué había pasado y el miedo de enfrentar la verdad.** Sabía que tenía que dejarlo ir, que no podía quedarme estancada en la incertidumbre, pero algo en mi interior se negaba a soltarlo.
Finalmente, apoyé la cabeza contra el vidrio frío de la ventana. **El contraste con el calor que aún sentía en mi cuerpo me sacudió un poco, pero no lo suficiente**. Cerré los ojos, escuchando el ritmo constante de la lluvia, como si su cadencia pudiera calmar la tormenta dentro de mí.
Había algo extrañamente reconfortante en la lluvia. **Me hacía sentir que no estaba completamente sola**, que incluso el cielo tenía días grises y tristes, como yo. El sonido del agua golpeando el suelo era un eco de mi propio corazón, tratando de encontrar un ritmo en medio del caos.
Pasaron minutos, quizás horas. No lo sé. Pero en algún momento, comprendí que **esperar una llamada de Mateo era como esperar que la lluvia dejara de caer de repente**. Algo que no podía controlar, algo que solo me mantenía en pausa. Y no podía seguir así. **Tenía que encontrar mi propia manera de salir de esta tormenta**, incluso si eso significaba hacerlo sola.
Abrí los ojos y miré de nuevo hacia la ciudad bajo la lluvia. **No sería fácil**, lo sabía, pero **era momento de levantarme y seguir adelante**, aunque no supiera exactamente cómo.
Con un último suspiro, me alejé de la ventana, dejando el ruido de la lluvia como un eco lejano mientras me preparaba para enfrentar la realidad, tal como era.
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HISTORIA DE LEYLA
Teen Fiction**Después de recibir una segunda carta amenazante del banco, Leyla Banks ve cómo su vida comienza a desmoronarse como un castillo de naipes.** Con las deudas asfixiándola y el reloj marcando un ritmo implacable, Leyla se encuentra al borde de perd...