Deseo en Silencio

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Kika se dejó caer en el colchón de su pequeño apartamento, un cuarto modesto en un edificio viejo a las afueras de la ciudad. Las paredes de tonos grises se veían descoloridas, como si absorbieran el malestar que sentía. 

Las pocas decoraciones que había intentado colgar –fotos en blanco y negro y algunas luces que parpadeaban– parecían fuera de lugar, como ella en ese espacio, en esa vida que a veces se le hacía demasiado pequeña.

El silencio de la noche la envolvía. Solo se escuchaba el lento goteo de la llave del lavabo en el baño y el sonido del tráfico lejano. Era en momentos como estos, lejos de las miradas de los demás, cuando se permitía sentir todo aquello que negaba en el día. Sabía que debía olvidarse de Esther, de la necesidad desesperada que la impulsaba a estar cerca de ella, aunque fuera bajo el pretexto de ser amigas. 

Pero, más aún, sabía que debía dejar de pensar en Leyla, la única persona que lograba desestabilizarla, romper la fachada de frialdad que tanto trabajo le costaba mantener.

Se giró en la cama, abrazando una almohada con fuerza, como si eso fuera a calmar el torbellino de emociones que la carcomía. Esther. 

Su nombre resonaba en su mente, dulce y constante, como una melodía que no podía olvidar. Se había enamorado de su risa, de su bondad, de su capacidad para ver algo bueno en todos... incluso en ella. Pero ese mismo amor la llenaba de frustración y rabia. ¿Por qué no podía ser suficiente para Esther? ¿Por qué, cuando estaban juntas, parecía que siempre faltaba algo?

Y entonces, como una sombra, la imagen de Leyla se colaba en sus pensamientos. A pesar de sus intentos por separarlas, Leyla había demostrado ser tan fuerte como testaruda. Era imposible ignorarla. Siempre ahí, tan leal y protectora con Esther, tan dispuesta a luchar por esa amistad que Kika intentaba destruir. No podía negar que había algo en Leyla que la atraía, aunque fuera de una forma retorcida. ¿Era envidia... o era algo más?

La idea le resultaba insoportable. ¿Cómo podía estar enamorada de Esther, pero a la vez sentir algo por Leyla? ¿Acaso era posible sentir una conexión tan intensa con dos personas tan diferentes? Cerró los ojos, como si el simple hecho de bloquear la luz pudiera evitar que las imágenes de ambas siguieran apareciendo en su mente.

Sabía que esa confusión la estaba consumiendo. Su obsesión con Esther, su resentimiento hacia Leyla... todo se estaba mezclando en una maraña de sentimientos oscuros y confusos que le impedían pensar con claridad. En el fondo, sabía que estaba luchando contra algo más profundo, algo que se negaba a aceptar. Quizás no era solo una cuestión de amor o de amistad, sino de una soledad que había arrastrado consigo desde hacía años.

Kika se levantó de la cama y se miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejando su propio desconcierto. Sintió una lágrima resbalar por su mejilla, y aunque lo primero que hizo fue limpiarla, se dio cuenta de que quizás necesitaba liberar toda esa angustia contenida.

"Esther..." susurró al vacío, dejando que su voz temblara, que el dolor se desbordara, al menos por esa noche. Pero cuando el nombre de Leyla también le vino a la mente, se quedó paralizada. Era como si su corazón se dividiera, como si una parte de ella estuviera destinada a amar y a odiar a ambas en la misma medida.

El sonido del goteo en el baño la devolvió a la realidad. Kika se secó las lágrimas y se obligó a tomar una decisión, aunque solo fuera temporal. No podía seguir dejando que estos sentimientos la controlaran, pero tampoco estaba dispuesta a renunciar a Esther o a dejarse intimidar por Leyla.

"Si ellas no me necesitan... entonces yo tampoco las necesito," murmuró con voz rota, intentando convencerse a sí misma.

Pero en lo más profundo de su ser, ella sabía que eso no era verdad.

HISTORIA DE LEYLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora