Seguía sin mirarme

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Discutir con Esther nunca había sido algo que me gustara, pero cada vez que sonaba su móvil, hacía lo mismo: lo ocultaba, girándose para responder en secreto. Mi paciencia, como el aire entre nosotras, comenzaba a espesarse.


—A ver, cariño —le dije, intentando que mi voz sonara tranquila aunque por dentro ardía de frustración—, si no hay confianza, no hay amor.


Ella, en lugar de contestar, encendió un cigarrillo con esa calma suya que tanto me desconcertaba.

 El sonido del encendedor rompió el silencio, y la pequeña llama iluminó sus ojos por un segundo antes de que lo apagara con un clic.

 Seguía sin mirarme.


Estábamos sentadas en la cama, una frente a la otra. Yo me aferraba a la sábana con las manos, nerviosa, con mi camiseta de tirantes que me hacía sentir más vulnerable de lo que quería admitir. Esther, en cambio, parecía cómoda, como si la situación no la afectara en lo más mínimo, vestida solo con su sujetador negro.


El humo de su cigarro ascendía lentamente, creando formas en el aire que desaparecían tan rápido como las palabras que nunca decía. 

El silencio entre nosotras era denso, casi tan palpable como la distancia que empezaba a crecer en ese cuarto.

Me levanté de la cama de un salto, los nervios agitándome por dentro.
—¡A ver, cielo! —le solté con la voz temblorosa, pero sin poder contenerme—. ¿Me puedes decir quién te está llamando?


Mi corazón latía con fuerza, y las palabras salieron más fuerte de lo que pretendía. Esther, en cambio, apenas se inmutó. Seguía mirando su teléfono, sus dedos jugando distraídamente con el borde de la pantalla.


—Calma —dijo, exhalando lentamente el humo del cigarro—. No hace falta que te pongas así.
Su tono era tan frío que me hizo dudar por un segundo si yo era la única que estaba perdiendo la calma. La luz del teléfono iluminaba su rostro a medias, y en sus ojos no había prisa, solo esa tranquilidad irritante que siempre me volvía loca. 

No quería mirarme, como si la conversación no tuviera importancia, como si no estuviera pasando nada.

HISTORIA DE LEYLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora