En el año 1910, París era una ciudad en constante cambio, con el avance de la tecnología y el olvido de los viejos mitos que habían aterrorizado a la humanidad durante siglos. Entre esos mitos, los cazadores de demonios y los propios demonios parecían haber desaparecido, reducidos a leyendas en la memoria de los habitantes de la ciudad. Sin embargo, en las sombras, algunas de esas criaturas seguían existiendo, adaptándose a un mundo que ya no los necesitaba, o al menos, eso parecía.
Akaza, un demonio antiguo que había visto cómo los tiempos cambiaban, se encontraba ocultándose de la policía en uno de los callejones oscuros detrás de un famoso cabaret. Los rumores hablaban de un monstruo suelto en París, y aunque Akaza no buscaba causar problemas, la vida que llevaba le obligaba a mantenerse alejado de la vista pública. Mientras estaba escondido, escuchó el bullicio del cabaret, la música vibrante que llenaba el aire y las risas que resonaban desde el interior.
De repente, uno de los trabajadores del cabaret salió por la puerta trasera y, al ver la figura sombría de Akaza, gritó y salió corriendo despavorido. Akaza, con su sombrero negro cubriendo parcialmente su rostro y un gran saco que intentaba disimular su apariencia, se acercó a la puerta, esperando que alguien más saliera. Y así fue, pero no como él esperaba. La puerta se abrió de golpe, y el impacto lo hizo tambalearse hacia atrás, golpeando su rostro.
La persona que había salido era una mujer, una joven hermosa con el nombre de T/N, la estrella del cabaret. Al ver que había golpeado a alguien, rápidamente se acercó preocupada. "¡Oh, lo siento mucho!" exclamó, pero cuando Akaza levantó la vista y sus ojos rojos brillaron bajo la sombra de su sombrero, T/N se quedó helada. Antes de que pudiera reaccionar, el miedo y la sorpresa la dominaron, y cayó desmayada al suelo.
Akaza, sin saber qué hacer, la recogió con cuidado y la llevó al interior del cabaret, donde encontró lo que parecía ser su camerino. La recostó en un diván, observando cómo respiraba tranquilamente. Cuando T/N despertó, se encontró sola con el temible "monstruo de París". Gritó pidiendo auxilio, pero al ver que Akaza no le hacía daño y solo intentaba calmarla, empezó a dudar de las historias que había escuchado.
Con el tiempo, la curiosidad superó al miedo. T/N se dio cuenta de que Akaza no era el monstruo que todos temían. Había bondad en él, una tristeza que solo alguien que había vivido demasiado tiempo podría entender. Decidió confiar en él, prestándole un disfraz para que pudiera pasar desapercibido mientras buscaban un lugar seguro para él.
Pero esa misma noche, T/N tenía que subir al escenario. Antes de irse, le pidió a Akaza que se quedara en silencio y no se moviera. Sin embargo, mientras ella estaba cantando, su tía, la dueña del cabaret, entró al camerino y encontró a Akaza tocando una guitarra que había dejado en un rincón. Su tía, lejos de asustarse, quedó impresionada por su talento y le ofreció unirse a la banda.
T/N, que observaba la situación desde el escenario, estaba un poco molesta por la desobediencia de Akaza, pero no pudo evitar sonreír ante la ironía de la situación. La música comenzó a sonar, y la canción "La Seine" llenó el cabaret. La melodía era suave, pero con Akaza acompañando a la banda, el ritmo se volvió más enérgico y contagioso. Con un gesto decidido, T/N lo llamó al escenario.
Akaza saltó desde lo alto, aterrizando con gracia junto a ella, y comenzaron a cantar juntos. El público aplaudía, fascinado por la química entre ambos. La voz de T/N y la energía de Akaza se complementaban a la perfección, creando una experiencia mágica que nadie en el cabaret olvidaría.
Desde ese día, T/N y Akaza nunca se separaron. Juntos encontraron melodías que reflejaban sus sentimientos y sus vidas. Akaza, el demonio que había sido temido y odiado, descubrió el amor y la calidez en T/N, mientras que ella encontró en él un compañero que la entendía y la apoyaba en cada paso de su vida. A través de la música, sus almas se unieron, creando una sinfonía que resonaría por siempre en sus corazones.
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