La llegada de T/N a Japón fue como entrar en otro mundo. Como hija de un rey europeo, había sido entrenada para reconocer la belleza en todas sus formas, pero nada podía haberla preparado para lo que encontró en esa tierra. Los elegantes palacios, el aroma de los cerezos y los guerreros con máscaras y espadas que destellaban bajo el sol de la era Taisho. El mismo emperador había salido a recibirla, y entre los hombres que la rodeaban, uno llamó su atención de inmediata: un extraño joven y feroz con una máscara de jabalí que ocultaba su rostro.
Este guerrero se llamaba Inosuke, y aunque su aspecto era salvaje, había algo en él que la hacía sentir segura. Su papel era protegerla de los demonios que habitaban en las sombras, y aunque era rudo y directo, T/N no tardó en notar una ternura oculta bajo su apariencia de animal. A veces, él no comprendía la idea de "privacidad" y se acercaba demasiado, inspeccionándola con preguntas sobre sus ropas, sus costumbres y el porqué de cada cosa. Su ignorancia resultaba adorable, y T/N sentía que el salvaje cazador la comprendía de una forma en que nadie más lo hacía.
Sin embargo, la paz que sintió junto a él se vio rota cuando se enteró de su posible destino. Para asegurar el tratado, había rumores de que tendría que casarse con uno de los hijos del emperador. La noticia cayó como un balde de agua fría, y una noche, ansiosa por despejar su mente, decidió salir a caminar sola. No fue una buena idea.
Antes de que pudiera siquiera gritar, un demonio surgió de las sombras, sus ojos brillando con hambre. T/N se paralizó del terror, sintiéndose como una presa atrapada. Justo en el momento en que el demonio se abalanzaba sobre ella, una figura veloz descendió del cielo, cortando al demonio en un destello de furia y habilidad. Era Inosuke, quien en cuestión de segundos redujo a la criatura a cenizas. El alivio y el miedo enredaron sus emociones, y, sin poder contenerse, se lanzó a sus brazos, aferrándose a él mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Inosuke, confundido y algo incómodo, dejó caer su máscara de jabalí. Ante los ojos de T/N, se reveló un rostro increíblemente hermoso, con facciones delicadas y una expresión salvaje y pura a la vez. La nobleza y fuerza que irradiaba la cautivaron aún más profundamente, sintiendo su corazón latir más rápido ante la visión.
—Inosuke... eres... eres hermoso —susurró, sin poder creer que aquel rostro perteneciera al guerrero que siempre había visto tras la máscara.
Él, ajeno a la timidez o el decoro, la miró con una sinceridad desarmante y le dijo:
—Yo también soy un rey... el rey de las montañas. Desde que te vi, supe que tú serías mi reina —afirmó con una seguridad absoluta—Harás que mis hijos sean fuertes y valientes.
T/N se quedó muda ante sus palabras. No había subterfugios ni ambiciones de poder en su propuesta, solo una honestidad pura y un deseo de protegerla y hacerla feliz. Ante sus ojos, los arreglos políticos y la etiqueta palidecían. En aquel instante, supo que no quería a otro más que a él.
Inosuke, sin entender del todo el cambio en su rostro, simplemente la abrazó, fuerte y protector, como prometiéndole que siempre estaría ahí. Desde entonces, el cazador y la princesa formaron un vínculo irrompible, y ella se convirtió en su reina de las montañas, dejando atrás los lujos y normas de palacio para vivir una vida plena y libre a su lado, donde ambos se cuidaban y amaban mutuamente.
Y así, en una tierra de cerezos y cazadores, el destino de T/N y el salvaje rey de las montañas quedó sellado para siempre en la historia de dos corazones salvajes y decididos a protegerse en un amor sin igual.
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