Giyu Tomioka era un hombre de pocas palabras, un guerrero cuya frialdad en combate era tan afilada como su espada. Pero había algo, o más bien, alguien, que lograba atravesar todas sus defensas. T/N, su mejor amiga, era la única persona capaz de hacerlo sentir vulnerable, y eso lo aterraba. Todo comenzó una noche que se suponía sería como cualquier otra, pero que terminó cambiando su vida por completo.
Habían salido a beber después de una larga misión, intentando ahogar el cansancio en un par de botellas. Era raro ver a Giyu relajarse, pero con T/N, todo parecía más fácil. Habían reído, compartido historias y, en algún momento, la atmósfera cambió. El alcohol desinhibió las palabras, y la tensión que siempre había estado ahí, oculta bajo capas de amistad, finalmente salió a la superficie.
Ella lo miró con una intensidad que hizo que su corazón latiera con fuerza, y antes de que Giyu pudiera reaccionar, T/N lo besó. Fue un beso que lo atrapó por sorpresa, uno que desató en él una tormenta de emociones que había reprimido durante demasiado tiempo. Sentía la suavidad de sus labios, el calor de su cuerpo tan cerca del suyo, y por un momento, se permitió dejarse llevar.
Pero tan rápido como empezó, el beso terminó. T/N se separó de él con una sonrisa algo nerviosa, como si lo que acababa de ocurrir no fuera gran cosa. Rieron un poco, siguieron bebiendo, y todo volvió a la normalidad. Al menos, para ella.
Para Giyu, sin embargo, nada volvió a ser igual. Una canción de amor que había escuchado en una misión empezó a resonar en su mente cada vez que la veía. No podía dejar de pensar en la letra, en cómo describía perfectamente la situación en la que se encontraba. Ella era su "veneno", la única persona que podía hacerle perder el control, y sabía que ese beso había desatado algo que no podría contener.
La atracción que sentía por T/N se intensificaba con cada día que pasaba. La forma en que sonreía, la manera en que su risa llenaba el silencio, su simple presencia lo hacía sentirse más vivo, pero también más frustrado. Quería confesarle lo que sentía, quería decirle que desde ese beso, no había podido sacarla de su cabeza, pero el miedo lo detenía.
Temía arruinar la amistad que tenían, temía que al decirle lo que sentía, ella se alejara para siempre. ¿Y si solo había sido el alcohol el que la llevó a besarlo? ¿Y si, para ella, no significaba nada? Estas preguntas lo consumían, lo atormentaban en las noches cuando se encontraba solo en su habitación, con la melodía de "Poison" aun rondando en su mente.
Cada vez que veía a T/N, la atracción crecía, se hacía más difícil de ignorar. Sus pensamientos se volvían más intensos, más oscuros, y a veces, se sorprendía a sí mismo imaginando lo que sería poder besarla de nuevo, esta vez sin la influencia del alcohol. Soñaba con ella, con lo que podría ser si solo se atreviera a dar el paso, pero siempre se detenía, siempre se recordaba que no podía arriesgarse.
La frustración era como un nudo en su pecho que no se deshacía, una constante tensión que lo mantenía alerta, incluso cuando estaba cerca de ella. Quería gritarle lo que sentía, pero en cambio, se limitaba a sonreír, a comportarse como si nada hubiera cambiado. Cada vez que ella le lanzaba una mirada, cada vez que sus manos se rozaban por accidente, Giyu sentía que se ahogaba en sus propios sentimientos.
Pero a pesar de todo, Giyu no podía dejar de verla. No podía dejar de estar cerca de ella, aunque cada encuentro fuera una tortura silenciosa. No podía evitar buscarla con la mirada, no podía evitar sentir cómo su corazón latía con fuerza cada vez que ella se acercaba. Era un amor no correspondido que lo consumía, un deseo que sabía que nunca podría satisfacer.
"Poison" era la canción que definía su situación, una melodía que lo acompañaba en sus pensamientos, recordándole que T/N era su perdición. Sabía que no podía seguir así para siempre, pero no encontraba la fuerza para romper el ciclo. La amaba en silencio, luchando contra sus propios demonios, intentando mantener la fachada de amistad mientras su corazón se desgarraba por dentro.
Y así, Giyu continuaba, atrapado entre el amor y la amistad, entre el deseo y la razón, sin saber si algún día tendría el valor de decirle la verdad a T/N, de confesarle que, desde esa noche, desde ese beso, había caído completamente bajo su hechizo.
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