SANEMI

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=No admite sus sentimientos.


La finca del Pilar del Viento, Sanemi Shinazugawa, se alzaba imponente en el borde de una colina, rodeada por el susurro constante del viento que parecía reflejar la tormenta interna de su dueño. Las nubes oscuras cubrían el cielo, como si compartieran el humor sombrío de Sanemi. Sus subordinados caminaban con cautela, conscientes de su temperamento volátil, especialmente después de no haber visto a cierta cazadora de demonios de bajo rango en un mes.

Tú, la cazadora en cuestión, recibiste la llamada de urgencia justo cuando regresabas de una misión en el norte. No habías visto a Sanemi en un mes debido a las constantes misiones que te asignaban. A pesar de tu rango, habías demostrado una valentía y habilidad que no pasaban desapercibidas, especialmente para el Pilar del Viento.

Al llegar a la finca, los guardias te dejaron pasar sin demora. La atmósfera estaba tensa, y sentías la preocupación en el aire. Uno de los asistentes te acompañó hasta una gran sala donde Sanemi te esperaba, de pie, con los brazos cruzados y una expresión severa en su rostro.

—¡¿Dónde demonios has estado?! —rugió Sanemi apenas te vio entrar. Su voz resonó como un trueno, y los demás en la sala se tensaron aún más.

—He estado en misiones, Sanemi-san —respondiste con calma, aunque sentías tu corazón latir más rápido de lo normal. Te acercaste a él, manteniendo la compostura.

Sanemi apretó los puños, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y algo más profundo, algo que no lograba expresar con palabras.

—¿Misiones? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —espetó, dando un paso hacia ti. La distancia entre ambos era mínima, y podías sentir la intensidad de su presencia.

—Soy una cazadora de demonios, Sanemi-san. Es mi deber —dijiste, sin apartar la mirada de sus ojos. Sabías que había algo más detrás de su enojo, pero él era demasiado orgulloso para admitirlo.

Sanemi giró sobre sus talones y se alejó unos pasos, respirando hondo para calmarse. El viento afuera parecía sincronizarse con su agitación, golpeando las ventanas con furia.

—No es solo tu deber —murmuró, apenas audible, pero lo suficientemente alto para que lo escucharas. Volvió a mirarte, y en su mirada había algo más que enojo, algo que hacía latir tu corazón aún más rápido.

—Sanemi-san... —empezaste a decir, pero él te interrumpió.

—¡Ya basta! —gritó, su voz llena de desesperación. Caminó hacia ti nuevamente, esta vez su expresión era una mezcla de furia y vulnerabilidad. Sus manos temblaban, y sin previo aviso, te tomó por los hombros con fuerza, como si temiera que te desvanecieras frente a él.

Sus acciones hablaban más fuerte que sus palabras. Su agarre, su mirada intensa, la forma en que su respiración se aceleraba cada vez que estabas cerca... Todo indicaba un sentimiento que él no podía aceptar.

—No sabes lo que es preocuparse por alguien y no saber si volverá... —dijo, su voz rompiéndose al final. Lentamente, soltó tus hombros, sus manos bajando con un temblor apenas perceptible.

—Sanemi-san, estoy aquí ahora —susurraste, acercándote un poco más. Podías ver el conflicto en sus ojos, el deseo de admitir sus sentimientos y el miedo a ser vulnerable.

Sanemi se apartó bruscamente, dándote la espalda. Su respiración era pesada, y el silencio que siguió fue casi doloroso.

—Vete —dijo finalmente, su voz baja y tensa. —Necesito... tiempo.

Te quedaste allí por un momento, deseando poder hacer algo para aliviar su dolor. Pero sabías que Sanemi era testarudo y orgulloso. Sus acciones lo delataban, pero sus palabras no estaban listas para admitir lo que su corazón sentía.

Asentiste lentamente, aunque él no podía verte, y saliste de la sala. Al cerrar la puerta detrás de ti, sentiste una mezcla de tristeza y esperanza. Sabías que los sentimientos de Sanemi estaban allí, latentes, esperando el momento adecuado para salir a la luz.

Y mientras te alejabas de la finca, el viento pareció suavizarse, como si compartiera una pequeña parte de la esperanza que sentías en tu corazón.

Y mientras te alejabas de la finca, el viento pareció suavizarse, como si compartiera una pequeña parte de la esperanza que sentías en tu corazón

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𝙆𝙞𝙢𝙚𝙩𝙨𝙪 𝙉𝙤 𝙔𝙖𝙞𝙗𝙖 [ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛꜱ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora