Muzan Kibutsuji no solía experimentar emociones humanas, pero T/N era la única excepción. Cuando se enteró de que los aldeanos la habían linchado al descubrir su relación con él, la ira y el dolor lo invadieron de una manera que no había sentido en siglos. Su amor por ella era lo más cercano que tenía a la humanidad, y ellos se lo habían arrebatado.
Con una expresión de furia helada, Muzan se dirigió al pueblo. No hubo advertencias, no hubo piedad. En un abrir y cerrar de ojos, la aldea quedó envuelta en caos y muerte. Los aldeanos gritaron y suplicaron, pero no hubo salvación. Cada uno de ellos sintió el terror y el sufrimiento que habían causado a T/N, multiplicado por mil.
Muzan dejó el lugar en ruinas, pero su corazón, o lo que quedaba de él, seguía vacío. Sabía que ningún acto de venganza devolvería a T/N, y con un susurro lleno de dolor, juró que haría pagar a cada humano por el dolor que le habían causado.
Akaza
Akaza había amado a T/N más que a nada en el mundo. Ella era su razón para seguir adelante, su luz en la oscuridad. Cuando descubrió que los aldeanos la habían asesinado, sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. El dolor lo consumió por completo, y su mente se llenó de un solo pensamiento: venganza.
Akaza llegó al pueblo, y con cada paso, los habitantes sentían un miedo indescriptible. Su furia era incontrolable, y con sus habilidades de combate, se lanzó contra ellos. No hubo un solo grito que no fuera acallado por sus puños. Su fuerza, nacida del odio y la desesperación, destruyó todo a su paso.
Cuando finalmente todo quedó en silencio, Akaza cayó de rodillas entre los restos de lo que una vez fue la aldea. Las lágrimas caían por su rostro mientras susurraba el nombre de T/N. Sabía que su amor había sido arrebatado para siempre, y la tristeza lo acompañaría eternamente.
Kokushibo
Kokushibo siempre había sido un demonio frío y calculador, pero T/N había logrado ablandar su corazón de piedra. La noticia de su muerte a manos de los aldeanos lo llenó de una rabia que no había sentido en siglos. Su amor por ella era lo único que le daba un propósito más allá del poder, y sin ella, solo quedaba destrucción.
Kokushibo desenvainó su espada y se dirigió al pueblo. Sus ojos, tan afilados como su hoja, no mostraban piedad mientras cortaba a través de los aldeanos que habían osado hacerle daño a su amada. Cada golpe era preciso y letal, y el pueblo pronto quedó en ruinas.
Al final, Kokushibo se quedó de pie entre los cuerpos sin vida, mirando el horizonte con una amargura indescriptible. Aunque había vengado a T/N, la pérdida era irreparable. Su existencia, antes marcada por su amor por ella, se volvió aún más sombría y vacía.
Douma
Douma siempre había sido un demonio sádico, disfrutando de la desesperación de los humanos, pero T/N había sido diferente para él. Con ella, había experimentado algo más allá del placer de destruir. Cuando supo que los aldeanos la habían matado, sintió una mezcla de enojo y tristeza que no podía comprender del todo.
Douma llegó al pueblo con una sonrisa en su rostro, pero esta vez, no era de diversión. "Parece que ustedes han cometido un gran error," dijo con su tono siempre ligero. Lo que siguió fue una masacre. Usando su arte demoníaco, creó un infierno de hielo y muerte. Los gritos de los aldeanos resonaron, pero él solo los disfrutaba en su macabra venganza.
Cuando todo terminó, Douma se quedó en silencio, observando la destrucción que había causado. Por primera vez en su existencia, su risa no fue suficiente para ahogar el vacío que sentía. T/N había sido su única conexión con algo real, y ahora, ella se había ido.
Hantengu
Hantengu, con su personalidad dividida y su naturaleza cobarde, no podía soportar la idea de perder a T/N. Ella había sido su refugio, su única paz en medio del caos de sus emociones. Cuando supo que había sido linchada, el miedo y la ira se fusionaron en su mente, desatando la peor versión de sí mismo.
Se dirigió al pueblo, sus múltiples personalidades gritando en su cabeza. Cuando llegó, desató una tormenta de caos, con sus diferentes formas atacando a los aldeanos sin control. La furia, la tristeza, la desesperación, todas sus emociones se manifestaron en una orgía de destrucción.
Al final, Hantengu se quedó solo, sus cuerpos colapsando en el suelo. El dolor de perder a T/N era demasiado para soportar. Aunque había vengado su muerte, sabía que jamás recuperaría la calma que ella le había dado.
Gyutaro
Gyutaro siempre había visto el mundo como un lugar cruel y despiadado, hasta que T/N apareció en su vida. Ella había sido su única fuente de consuelo, la única que lo había visto más allá de su apariencia monstruosa. Cuando descubrió que la habían asesinado, el dolor fue tan intenso que sintió como si su corazón fuera arrancado de su pecho.
Gyutaro, junto a su hermana Daki, se dirigió al pueblo. "Nadie toca a mi T/N y vive para contarlo," gruñó, su voz temblando de ira. Con una velocidad y brutalidad inimaginables, atacó a los aldeanos, su hoz cortando a través de ellos como si fueran papel. Daki, igualmente enfurecida, desató su propia venganza, transformando el pueblo en un mar de sangre.
Cuando todo terminó, Gyutaro se arrodilló en el centro del pueblo destruido, su respiración pesada mientras sostenía un objeto que pertenecía a T/N. "Te vengué... pero aún así, no te tengo de vuelta," murmuró, sus lágrimas mezclándose con la sangre en el suelo.
Enmu
Enmu siempre había disfrutado jugando con las emociones humanas, pero con T/N, había encontrado algo diferente. La había amado de una manera retorcida, y cuando se enteró de su muerte, su mente ya inestable se fracturó por completo.
Llegó al pueblo en la oscuridad de la noche, y en un susurro suave, comenzó a manipular los sueños de los aldeanos. Les hizo revivir sus peores pesadillas, sus miedos más profundos. Los aldeanos gritaban y se retorcían en sus camas, incapaces de escapar del terror que Enmu les había infligido.
Pero eso no era suficiente. Con una sonrisa cruel, Enmu entró en sus sueños, transformándolos en un infierno donde sus peores miedos cobraban vida. Uno por uno, los aldeanos murieron en sus sueños, llevados al borde de la locura por el dolor y el sufrimiento.
Cuando todo terminó, Enmu se quedó en silencio, su sonrisa desapareciendo. A pesar de toda la venganza, el dolor de perder a T/N seguía allí, una herida abierta que nunca sanaría. "Al menos en tus sueños, estarás conmigo para siempre," susurró, aunque sabía que ni siquiera eso podría llenar el vacío que sentía.
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