Tengen Uzui, el Pilar del Sonido, se dirigía al Distrito Rojo en una misión importante. El sol se estaba poniendo cuando llegó, bañando las calles en un resplandor anaranjado. El bullicio y el brillo del distrito no lo impresionaban; estaba acostumbrado a lugares como este, donde la belleza y la decadencia iban de la mano.
Decidió quedarse en una posada discreta para descansar antes de iniciar su investigación. Al entrar, fue recibido por la dueña, quien le dio la bienvenida con una reverencia.
—Bienvenido, señor. Tenemos la mejor hospitalidad en todo el distrito. Su habitación está lista —dijo, sonriendo de manera cortés.
Tengen asintió y siguió a la dueña hasta su habitación. La posada era elegante y bien cuidada, con una decoración que mezclaba la tradición japonesa con toques exóticos. Mientras subía las escaleras, escuchó una voz suave y melodiosa que lo intrigó.
Al llegar a su habitación, la dueña llamó a una de las chicas para que lo atendiera. Tú, una extranjera que habías sido vendida a este lugar, apareciste con una sonrisa dulce y amable, portando una bandeja con té y bocadillos.
—Buenas noches, señor. Soy (tu nombre), estaré a su servicio durante su estancia —dijiste, inclinándote ligeramente en señal de respeto.
Tengen te observó con interés. Eras diferente a las demás mujeres del lugar. Había una dulzura genuina en tu mirada, una amabilidad que no se veía afectada por las circunstancias que te habían llevado allí.
—Gracias, (tu nombre) —respondió Tengen, tomando asiento y aceptando la taza de té que le ofreciste.
Mientras servías el té, él te observaba detenidamente, notando la serenidad en tus movimientos y la calidez en tu sonrisa. Intentó iniciar una conversación, usando su encanto natural.
—Es raro ver a una extranjera por aquí. ¿De dónde eres? —preguntó, su tono lleno de curiosidad.
—Vengo de tierras lejanas, más allá del mar. Fui traída aquí por circunstancias que no pude controlar —respondiste con honestidad, sin rastro de amargura en tu voz.
Tengen quedó impresionado por tu actitud. A pesar de tu situación, no había rencor ni tristeza en tu mirada, solo una aceptación serena y una amabilidad desinteresada.
—Debes de ser muy valiente para enfrentar todo esto con una sonrisa —comentó, intentando halagarte.
Tú simplemente sonreíste, inclinando la cabeza en agradecimiento.
—Hago lo mejor que puedo con lo que tengo. La amabilidad no cuesta nada, pero puede significar mucho para alguien —dijiste con sabiduría, sirviendo más té.
A medida que pasaban los días, Tengen no podía evitar sentirse cada vez más atraído por ti. No era solo tu belleza lo que lo fascinaba, sino tu dulzura y la forma en que tratabas a todos con una calidez genuina. A diferencia de otras mujeres que intentaban ganarse su favor con halagos y coquetería, tú simplemente eras amable sin esperar nada a cambio.
Una noche, después de una larga jornada de trabajo, regresó a la posada y te encontró en el jardín, cuidando de algunas plantas. Te acercaste a él con tu habitual sonrisa.
—¿Cómo fue su día, señor? ¿Necesita algo? —preguntaste, tus ojos reflejando un sincero interés en su bienestar.
—Fue agotador, pero ver tu sonrisa hace que todo valga la pena —dijo Tengen, su tono más suave de lo habitual.
Te sonrojaste ligeramente, pero mantuviste tu compostura.
—Gracias, señor. Si hay algo que pueda hacer para ayudarlo a relajarse, por favor dígamelo —ofreciste, tu voz llena de amabilidad.
Tengen sintió una calidez en su pecho que no había sentido en mucho tiempo. No estaba acostumbrado a ser tratado con tal sinceridad y bondad. Poco a poco, se dio cuenta de que su interés en ti no era solo superficial. Había algo en ti que lo hacía sentir en paz, algo que lo atraía más allá de la apariencia.
Una noche, mientras te ayudaba a regar las plantas, Tengen decidió hablar con franqueza.
—(Tu nombre), eres una persona extraordinaria. Desde que llegué aquí, he sentido algo que no había experimentado antes. Tu amabilidad y dulzura me han conquistado de una manera que nunca imaginé —confesó, su mirada fija en la tuya.
Te sorprendiste, pero mantuviste tu calma habitual.
—Señor, agradezco sus palabras, pero yo solo soy una humilde sirvienta en este lugar. No tengo mucho que ofrecer —respondiste con modestia.
—No necesito que me ofrezcas nada más que tu compañía —dijo Tengen con sinceridad. —Tu presencia es más valiosa que cualquier otra cosa.
A pesar de tus reservas, sentías una conexión con él que no podías negar. Su interés romántico era claro, y aunque sabías que tu situación era complicada, había algo en su honestidad y en la manera en que te miraba que te hacía sentir especial.
Con el tiempo, Tengen y tú pasaron más momentos juntos, compartiendo conversaciones y risas. Su misión en el Distrito Rojo se complicaba, pero cada vez que regresaba a la posada, encontraba en ti un refugio, un lugar donde podía ser él mismo sin pretensiones.
Y así, el Pilar del Sonido, conocido por su extravagancia y confianza, encontró en una humilde extranjera una razón para sonreír y un nuevo significado a la palabra "felicidad". Aunque tus caminos fueran inciertos, Tengen sabía que mientras estuvieras a su lado, podría enfrentar cualquier desafío con el corazón lleno de esperanza y amor.
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