CAPITULO 93

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Camila POV

Lauren había caído rendida algunos minutos después de habernos acostado. La pequeña ojiverde se había acurrucado junto a mi, había descansado su cabeza en mi pecho y con su mano izquierda rodeó mi cintura para mantenerme a su lado, como si yo fuera a huir en la madrugada. 

Pero no lo hice, le prometí que no lo haría. 

Y no lo hice, no porque me mantuviera sujeta con fuerzas a pesar de estar profundamente dormida; no lo hice porque no quería hacerlo. Quería estar a su lado en este momento y en los momentos que estaban por venir, fueran buenos o malos. Quería estar a su lado, despertar en su cama, desayunar sentada en el mismo taburete de su cocina, quería pasear de su mano sin importar a donde fuéramos, simplemente porque mi destino siempre sería ella. 

Quería estar a su lado, porque le amaba. Sabía que la ojiverde merecía mucho mas de lo que yo incluso pudiera brindarle en cien años; así que estaba lista y dispuesta a ser todo lo que ella pudiera llegar a necesitar. 

Debía mejorar. Mejorar por amor. Mejorar para no perderle. 

Liberé mi cuerpo de su agarre y lentamente me moví para no despertarle. Logré sentarme al borde de la cama y suspiré. Lauren era un verdadero ángel estando allí dormida, con su pelo totalmente desarreglado y su boca mínimamente abierta. Intenté ponerme de pie, y como si en su estado de leve inconciencia supiera que estaba por dejarle sola, rápidamente movió su brazo una vez mas y colocando su mano en mi muslo intentó aferrarse a mi.

- Menina... - susurró con su voz completamente rasposa.

- Shh... - dije intentando tranquilizarle -, duerme. No me iré - y al sentir que su agarre comenzaba a aflojarse, dejé un suave beso en su frente mientras acariciaba su mejilla con una de mis manos.

Una vez en la cocina, tomé un pequeño recipiente en el cual pique al menos 3 plátanos, como si fuéramos a comer varias personas, y no solamente mi pequeño niño y yo. Cuando tuve eso listo y algunos aperitivos mas, atravesé el pasillo hasta quedar de frente a la habitación que próximamente sería de los niños que le darían aun mas vida a este hogar.

Un montón de cajas estaban dispersas por toda la habitación. Al parecer, Lauren se había emocionado un poco demasiado al momento de comprar los muebles para el lugar. La cama de Antonio era lo único allí que estaba completamente armado y listo, asi que quedaban al menos unas 6 cajas que honestamente desconocía que había en su interior. 

Luego de intentar acomodar las cajas y otras tantas cosas mas, me dispuse a romper el empaque que protegía la cuna de Mateo. No podía negar que aunque tuviera un poco de miedo por todo lo que estaba por venir, también moría de ansiedad de tenerle en mis brazos por primera vez y aprender a ser su mamá era algo que me emocionaba completamente.

Tomé un pequeño cuchillo que seguramente la ojiverde había dejado allí, y comencé a cortar el embalaje, para poder ver a lo que me enfrentaba. Una vez abrí completamente la caja, supe, que esta tarea era mucho mas de lo que yo podía llegar a entender. 

Acomodé las maderas intentando distinguir las diferentes partes y tomé el pequeño instructivo en mis manos, mientras me sentaba en el suelo, de piernas cruzadas. Pasaba de hoja en hoja intentando entender algo, pero no lograba descifrar ni la milésima parte. Seguramente Lauren entendería aquello en un segundo y lo armaría sin dificultades; pero yo, era pésima para estas cosas. Según la imagen de la caja, que ahora yacía en una esquina de la habitación totalmente destruída; la cuna era completamente blanca, con uno de los lados totalmente movible y removible, que acompañaría el crecimiento de nuestro bebé, pudiendo retirarlo cuando fuera mas grande y fuera capaz de irse a la cama completamente solo. Además, la ojiverde se había tomado la tarea de comprar lo que parecían demasiados almohadones de varias formas y colores, que le darían mayor comodidad a su descanso.  

Sabor a almendras -Camren-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora