PRÓLOGO

54 16 8
                                    

SILENCIO...

A menudo, la realidad es una perspectiva distante y la verdad se esfuma ante el azar del olvido. La chica no lo supo con tal claridad al principio. Sin embargo, su escasa noción del tiempo y del espacio le hizo incapaz de llegar a la conclusión correcta respecto a todo aquello.

Sus manos empalidecieron cuando la sangre se enfrió a través de ellas. Quiso dar un paso, pero sintió sus huesos congelarse y el eléctrico cosquilleo de la incertidumbre extenderse por su pecho y recorrerle las extremidades como una dosis de veneno paralizante. Reconoció aquella sensación.

A una oscura y tenue penumbra se redujo su entorno. «Es de noche» —pensó, intranquila. En medio del cielo moderadamente visible, fue capaz de distinguir las delgadas ramas superiores del pinar a la distancia. Tragó saliva. Intentó recordar, aunque fue inútil. Las evidencias habían desaparecido antes de que se percatase. De hecho, nunca existieron mientras estuvo consciente.

Dudó de su propio juicio. La misma niebla que le empañaba los pensamientos se esparcía a través del ambiente, opacando la escasa visibilidad. Notó que a sus pies había hojas marchitas del color de almendras secas; se movían sobre la hierba al ser impulsadas por la lenta marcha del viento entre las delgadas coníferas de aquel bosque desconocido para ella.

«¿En dónde estoy? Hace... frío» —analizó.

El aire que exhaló frotó dolorosamente su tráquea. Las sensaciones gélidas no podían ser más que el producto disociativo de la existencia encerrada en esa dimensión improbable, la mezcla entre su vulnerable concepción y la imaginación adusta de alguien más, a quien no veía. Así lo creyó mientras comenzaba a surgir el abismo del trastorno inevitable. Entonces...

¿Lo has visto? —una voz vino de entre las sombras. Una niña.

Sintió su cuerpo tensarse como si las palabras llegasen hasta sus entrañas.

–¿Quién es? ¡¿Quién...?! —gritó con la respiración al límite— ¡¿Quién es?!

Desistió de huir. Sus piernas se convirtieron en un par de rocas ligadas al suelo.

Puedes verlo arriba de ti —dijo la voz de la niña.

–¡¿Quién es?!... ¡¿Dónde...?! —preguntó.

Hizo un gran esfuerzo para mirar en torno a sí misma. Por un momento, creyó que la encontraría detrás de alguno de los árboles frente a ella, pero no fue así.

Arriba de ti —respondió—, mira.

Obedeció. Levantó la cabeza e inclinó el cuello lentamente hacia atrás. El corazón le palpitaba con latidos irregulares. Sus manos nerviosas temblaban. La chica cayó de rodillas en el piso, clavándose decenas de ramitas secas que casi le penetraron la piel como espinas.

Finalmente lo hizo, miró.

Distinguió aquello sobre los pinos, justo encima de ella. La observaba fijamente.

Una nueva oleada de dolor rompió desde dentro, atravesándole cada célula del cuerpo y haciéndole caer instantáneamente.

–¡No! —luchó por decir con su último aliento, antes de perder la conciencia.




Título original: KRENZVILLE: LA ABADÍA DEL ORIGEN

Segunda edición

de 2023

Bogotá, Colombia

©2021, Edward Espitia

©Registrado y publicado por el autor

Diseño de portada: Edward Espitia

Revisión y corrección: Ricardo Stoller

Se prohíbe la distribución de esta obra, tanto en formato electrónico como físico, sin el consentimiento pleno y por escrito del autor, quien se reserva los derechos y el registro del libro, emitido por la Dirección Nacional de Derecho de Autor (DNDA) de Colombia.

Si desea obtener esta edición en formato electrónico, puede encontrarla en la tienda de Amazon KDP y en otras librerías virtuales autorizadas o contactar directamente al autor:  

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora