La última semana de septiembre de 1927
El aviso del desastre resultó en un escándalo irreal y difícil de concebir. Para los ancianos, significó el recuerdo agobiante del diluvio de 1879 y la imagen de los cuerpos ahogados a la entrada del bosque, cuando las aguas comenzaban a disiparse para regresar cansadas al río Teddle.
Aquel ruido surgido del subsuelo, fue ensordecedor; como si se tratase de una aterradora sinfonía tocada en compañía de esa nefasta alerta de desastres, reviviendo y procreando miedos por doquier entre la gente.
Durante más de cinco minutos, la tierra se estremeció con leves oscilaciones para luego finalizar con la sacudida de siete segundos más violenta de la historia del País de los Príncipes. El predominio de las viviendas hechas de madera de troncos y los edificios más compactos, a base de columnas, vigas y ladrillos reforzados, evitaron lo que hubiera sido una tragedia monumental. No obstante, hasta el más viejo y experimentado del pueblo, tardaría horas, o tal vez días, en salir del asombro.
La nueva escena constaba de calles llenas de gente aturdida y de una abundante multitud de perros que, con sus estentóreos ladridos, combatían la invasión de animales provenientes del bosque. Esa tarde, las personas habían olvidado por completo la masacre causada por Piko Wesley hacía tan sólo un mes atrás.
–Parece que ya se... empieza a calmar —comentó Lyda Mason. Reconoció que el temblor que persistía en ella no era el mismo que se extinguía bajo sus pies; estaba sudando y apenas podía articular algunas oraciones y palabras completas—. ¿Qué... demonios ha sido eso?
No lo había notado en un principio, pero luego de que todo comenzó a regresar a la normalidad, sintió los brazos de al menos tres personas sobre ella. Era su familia.
Los Mason habían corrido afuera, hacia el centro del amplio jardín, una vez comenzó el movimiento. Cuando se percataron de lo que sucedía, se abrazaron en un círculo.
–Sí, parece que empieza a calmarse —dijo Turley Mason. No lucía menos asustado que sus familiares—, ¡pero no se les ocurra entrar aún a la casa, puede ser peligroso!
Simon asintió, al igual que su madre y su hermana. El chico no solía ser presa del pánico tan fácilmente, pero aquel momento le superaba por mucho. Ese tipo de experiencias no era nada parecido a lo que estaba acostumbrado a sobrellevar. También había aprendido a temer a las desapariciones y a los misterios del pueblo.
El alboroto no llegaba tan claramente a ellos debido a la gran separación que existía entre la lujosa casa y las partes más pobladas de Krenzville. Sin embargo, algunos gritos se escuchaban desde las casas vecinas, que también ostentaban grandes terrenos.
Casi un cuarto de hora más tarde, cuando creyeron que los movimientos no regresarían, decidieron entrar a la casa para revisar todos los daños. Corrieron a través de las habitaciones, los baños y la cocina. Tan sólo algunos objetos de vidrio y porcelana se habían roto al caer de su lugar, pero a pesar de eso, las ventanas se hallaban intactas, al igual que el techo y las paredes.
Tranquilizarse les tomaría varias horas hasta bien entrada la noche, donde la calma renovada comenzaría a hacer su parte en cada uno.
Tumbado sobre el cómodo y acolchado sofá, Turley Mason pensaba acerca de esa tarde. Analizó las coincidencias que derivaban de todo lo ocurrido durante los últimos meses. Para él, todo iba más allá de la masacre de Wesley. En medio de sus pensamientos, las nubes se quebraron con un estruendo que seguramente resonó en toda aquella tierra, dejando caer la lluvia que sólo haría más helado el clima de la noche.
ESTÁS LEYENDO
Krenzville (La abadía del origen)
Mystery / ThrillerLa engreída utopía en la mente de aquellos sin alma, cuyas pesadillas han trastornado la concepción del temor, le hace parecer un lugar seguro, pero no lo es en realidad; Krenzville nunca lo ha sido desde que hay gente sobre sus tierras. Para Rose R...