La noche del 28 de septiembre de 1912
Se levantó luego de dos golpes en la puerta exterior.
«Debe ser él» —lo consideró mientras caminaba a través del pasillo.
La opaca luz de las velas transmitía el antiguo legado sobre la cual el nuevo castillo había sido construido. Sentía que el exceso de seguridad era innecesario durante la época de paz. Las guerras habían terminado décadas atrás en esa región y el misterio del bosque no era un asunto digno de ser atendido por el rey ni por los príncipes. Aquello no era más que una leyenda tradicional. Sin embargo, su padre había desaparecido en un intento por detenerlo todo y él estaba dispuesto a correr el mismo riesgo para hallar respuestas.
Ryan Frost removió la gran manija ensamblada que aseguraba la puerta; luego hizo un gran esfuerzo para tirarla hacia adelante. Un hombre de su misma estatura esperaba fuera; su rostro estaba cubierto. Apenas pudo distinguir un par de ojos celestes, similares a los suyos, que le miraban.
–Adelante —dijo con perspicacia—. No te esperaba tan pronto.
–Tengo prisa —contestó, cruzando el umbral de la puerta—, debo partir cuanto antes.
–¿Por eso el equipaje? —el duque observó su bolsa. Era de cuero, y parecía repleta y a punto de romper el cordón que la sujetaba.
–Así es. Pienso irme esta misma noche.
–Entonces vayamos directo al grano —añadió Ryan mientras volvía a asegurar la gran puerta—. Pero primero busquemos un lugar más tranquilo, ¿te parece?
–De acuerdo.
El hombre estudió la excéntrica estancia con velas y reliquias de plata y oro por doquier. Su curiosidad le hizo retrasarse con respecto al paso de su anfitrión. A pesar de tener un aspecto antiguo, notó que el acabado del lugar se veía más moderno que el de muchas otras edificaciones de la época. El piso era de un embaldosado fino y las paredes tan lisas como la madera de las ventanas.
–Veo que observas mucho los detalles —advirtió, mirándole de reojo—. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que este lugar no es tan viejo como parece, o como debería ser el palacio de mi familia. De hecho, se construyó luego de que sucedió aquello y, posteriormente, tuve que mudarme aquí para tener mayor seguridad. Mi madre casi me obligó a hacerlo.
–Ya veo. Y... ¿te sientes más seguro? —indagó el sujeto, buscando su mirada.
–Verás..., siguen sucediendo cosas bastante extrañas y que no puedo explicarme, pero para mi gusto, estaría tan seguro en la vieja casa como lo estoy aquí.
–Lo entiendo. Tanta paranoia ha de tenerte cansado.
Atravesaron la sala principal y subieron las escaleras hasta llegar a un pequeño balcón metido entre los espacios de las columnas recubiertas de piedra, en el segundo nivel.
–Está bien aquí —se detuvo.
Ambos miraron la luna de esa noche de espaldas a la escalera. Estaba llena. Guardaron silencio durante un largo rato.
–¿Sabes?, creo que eres muy valiente —declaró el invitado.
–Debo agradecer por el cumplido, aunque no sé a qué debería temerle aparte de estar destinado a pasar días tan aburridos en este sitio —se tomó las manos por delante de su manto—. A todo esto, aún no me dices tu nombre; y... no estás en la obligación de mostrarme, pero ni siquiera sé cómo luce tu cara.
–Lo siento, soy bastante reservado —el sonido de su voz pareció salir a través de una sonrisa—. No te inquietes, lo sabrás en un momento. Ahora, debo hablarte acerca de algo. Como dije antes, no me queda mucho tiempo en este lugar.
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Krenzville (La abadía del origen)
Mystery / ThrillerLa engreída utopía en la mente de aquellos sin alma, cuyas pesadillas han trastornado la concepción del temor, le hace parecer un lugar seguro, pero no lo es en realidad; Krenzville nunca lo ha sido desde que hay gente sobre sus tierras. Para Rose R...