Capítulo 33

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–Lo siento mucho —expresó Jerome Hart, tratando de no ser imprudente con sus palabras. No se atrevió a mirarlo.

–El collar es una gran fuente de poder —señaló Baddeley con recelo.

–¿El collar? —esta vez, giró en busca de la mirada del hombre— ¿Te refieres al diamante?

–Asumo que estuviste en la sala del obelisco y la fuente.

–Así es —confirmó.

–En ese caso, ya debes saber mucho acerca de nosotros y de este lugar —supuso. Jerome creyó percibir una ligera sonrisa que duró menos de un segundo en los labios del hombre.

–He descubierto cosas que ni siquiera me hubiera imaginado.

–Aún debes saber más detalles —añadió.

–Ya veo, la noche de las revelaciones. Quiero escuchar lo que tengas que decir, Baddeley.

–Jerome Hart —el hombre le miró con un gesto que fue incapaz de describir al observarlo la primera vez—. He estado siguiéndote durante años. Siempre supe que estarías aquí, justo en este momento.

–Entonces también debes haber estado siguiendo a Ryan.

–Si te refieres al duque de Bendford, sí.

Jerome agachó la cabeza. Sus ojos, fijos en el suelo, parecían desorbitados. El silencio perduró durante varios minutos sin que ninguno de los dos se inquietara.

–¿Por qué? ¿Por qué sucedió todo de esa manera? —inquirió, tratando de entender.

–El collar.

–¡¿Cuál es su secreto?! ¡Dime!

–El diamante nos hace inmortales —declaró el hombre sin rodeos.

–Eso quiere decir que cualquiera que...

–No. Aunque tú o cualquier otro se pusiese el collar, eso no los volvería inmortales a menos que hayan tenido contacto con el diamante al momento de la invocación de... Denat.

–Lo entiendo. «Tal como aquella vez». Ese era el motivo de la inmortalidad de Bellamy —se cohibió un poco al mencionar su nombre—. Él sujetó el diamante en el momento en que todo ocurrió. Entonces puedo asumir que ellos también tenían contacto con el amuleto al mismo tiempo dentro del recinto, y también que para conservar la inmortalidad debes llevarlo contigo. Es por esa razón que Bellamy ahora está...

–Sí, es tal como lo dices. Si su cuerpo tuviese el collar, aún su cabeza estaría hablándonos. El poseerlo nos libra del dolor físico, una gran desventaja.

–¿Desventaja?

–Es el dolor lo que nos recuerda que somos humanos. A pesar de eso, el deseo de nunca morir es tan fuerte en la mayoría, que ha trastornado la cabeza de esos tres. Su embriaguez de poder los ha llevado a poner en riesgo la existencia misma de la humanidad.

–¿Por qué vi todo eso en la fuente cuando tenía el diamante en mis manos? —preguntó con una voz disminuida.

–El diamante guarda recuerdos y experiencias desde una perspectiva propia; como si fuese un organismo vivo —declaró Baddeley, viendo hacia el techo—. Puedes moverte a través de ellos sin importar que nadie haya estado allí. De alguna manera, también crea una conexión entre el mundo de los muertos y éste en aquella fuente extraña.

–Lo entiendo a la perfección. ¿Y qué hay de ellos? ¿Saben de la fuente?

–Para ellos es solo una leyenda. Al poder del amuleto y de la fuente solo pueden acceder los que tengan... digamos que buenas intenciones.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora