Capítulo 12

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Ayuntamiento de Krenzville

Elijah Robertson le llevó hasta la parte trasera del edificio del ayuntamiento. La basura descompuesta del callejón apestaba y el olor a pis y a ratas muertas apenas era soportable. Abrió la puertecilla que daba paso a la bodega de almacenamiento. Ambos entraron y se alejaron hasta el fondo. Las luces ya estaban prendidas desde antes y disipaban la oscuridad de la noche en el interior, a pesar de ser un tanto opacas.

–McRodus dice haberles visto salir de Blacksmith —comentó Stuart Cornely—. Él estuvo de guardia toda la noche. También afirma que el duque se encontraba con ellos.

–No me importa el duque. Quiero saber todo sobre ese otro hombre —dijo Robertson.

–No es de Krenzville, pero se le ve mucho por aquí —declaró el guardia—. Tengo dos nombres, Joseph Bingham y Jerome Hart.

–¿Y esos dos en qué se parecen? —inquirió Robertson.

–Bingham es un forastero de Rodeshire. Su ropa más usual es parecida a la del hombre; sin embargo, estoy seguro de que en esta época del año ha de encontrarse muy lejos del país —consideró sus propias palabras por un momento. Miró hacia el suelo, tomándose el mentón—. Además, nunca ha tenido relación alguna con el duque, sin mencionar que el otro luce un poco más joven.

Elijah Robertson buscó su mirada con el ceño fruncido. Entonces notó que el cuello de su traje de paño estaba mojado. El sudor aislado de los nervios había hecho estragos en toda su ropa. No tenía calor, pero sintió que su entrepierna, adherida de lado a lado por la obesidad, estaba vuelta un río.

–¿Entonces a qué se debe tu confusión?

–Siempre lleva sombrero, de modo que no es muy fácil distinguirle el rostro —dijo Cornely, sin carecer de confianza ante el aspecto autoritario de Robertson.

–Al menos puedes descartar a Bingham. ¿Y quién ese ese tal...?

–Jerome Hart —completó Cornely—. Deduje que no era de Krenzville, porque no está en los registros, pero un par de granjeros identificaron a alguien con ese nombre. Dicen que les ha comprado herramientas de acero y describieron su aspecto tal como el del amigo de Frost.

La puertecilla no había quedado completamente cerrada. Alguien entró silenciosamente sin perturbar la conversación y se aferró a la pared, detrás de un viejo escaparate lleno de polilla y libros en desuso. Llevaba gabán beige y sombrero del mismo color, escasamente distinguibles por la luz opaca del cuarto de almacenamiento.

–¿Herramientas de acero, dices? ¿Con qué objeto?

–No lo sé, quizá para fundirlo en otras herramientas o armas, o para reparar alguna carroza —sugirió el guardia.

–Es probable que él esté relacionado con esos esqueletos fuera y dentro del cementerio.

–Eran algo extraños. Por cierto, ninguna de las tumbas de Blacksmith ha sido exhumada últimamente. Dudo que hayan salido de allí.

–No me cabe en la cabeza que esos cadáveres tan viejos aún conservaran entrañas —Robertson se tomó la cara con ambas manos, un tanto melodramático—. Me produce repulsión el solo pensarlo, aunque me inquieta mucho más el cadáver de Darren Shepherds.

–El nivel de descomposición indica que ya llevaba varios días allí la noche en que ellos visitaron el cementerio —señaló Stuart Cornely.

–En cualquier caso, Hart, o como quiera que se llame, está involucrado en su asesinato, o, por lo menos, es el principal sospechoso.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora