Capítulo 15

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En menos de veinticuatro horas, el horroroso crimen del guardabosques ya era conocido por cada habitante de Krenzville, en donde el sonido de la incertidumbre hacía tanto ruido como el irónico silencio que empezaba a mermar entre la gente.

Luego del descubrimiento, se supo que la familia de Mathias Foe había desaparecido.

Pero a diferencia del guardabosques, no se encontró rastro alguno de ellos; por lo que descartaron que su suerte hubiera sido la misma.

El cielo se volvió gris y el viento zarandeó las arboledas con más fuerza que en los días anteriores. El diario municipal reposaba sobre un pequeño mostrador de madera. Unos momentos antes, John Templeshire había leído el titular de lo ocurrido. Fue su abuelo, Jeremiah, quien de un grito le trajo de vuelta a la realidad.

–¡John, el almuerzo está servido! —bramó desde la cocina— ¡Tu abuela y yo te estamos esperando, hijo!

El carácter de Jeremiah Templeshire era una mezcla maleable de ternura y rudeza, que había dado fruto tras varias generaciones de miembros de su familia siendo parte del ejército de Krenzville. Él lo sabía y siempre estuvo dispuesto a darlo todo por las personas a quienes amaba. Después de la reunión en el castillo del duque de Bendford, le parecía notar a su nieto bastante distraído y fuera de sí. Se había dado cuenta del mismo comportamiento en Janine, su esposa. También percibió el aturdimiento en el rostro del chico después de leer la noticia de la muerte del guardabosques.

John se sentó a la mesa justo cuando el hombre daba las gracias. Pollo rostizado, papas cocidas y legumbres frescas eran el almuerzo, el cual comió rápidamente y con desgana, sin mencionar una sílaba. Los dos ancianos, por su parte, discutían sobre la familia desaparecida de Mathias Foe y el asesinato de este. John encontró el asunto inoportuno y desagradable. Muy en su interior, sintió tristeza por el hombre.

Tan pronto como terminó, se levantó de la mesa y caminó hacia su dormitorio. A medio trayecto, se detuvo, sin mirar atrás.

–Gracias —dijo, tomándose las manos—, estaba delicioso.

Pero sus palabras no eran sinceras. Sintió no haber disfrutado en lo absoluto la comida, algo que adoraba inobjetablemente.

–¿A dónde vas? —preguntó ella, guiñando el ojo— No sabía que tenías algo que hacer después del almuerzo.

El muchacho enrojeció ante el gesto de Janine Fernsby, quien sonreía del otro lado. Sintió el peso de la vergüenza juvenil caer como un saco de rocas sobre su espalda.

–Iré a casa de Rose —contestó, apenado y esforzándose para escoger bien sus palabras—. Don también estará allá.

John continuó apresuradamente hacia el dormitorio para buscar una de sus chaquetas de tela gruesa. Minutos más tarde, se despidió vagamente y salió de casa; los ancianos vieron la puerta cerrarse mientras aún comían en la mesa, dispuestos a retomar su plática.

–¿Sabes? —Janine suspiró con la mirada puesta en el techo de madera—, comprendo la ansiedad de los muchachos. Es difícil mantener la calma cuando eres consciente de que algo malo sucede. Siento impotencia al no poder hacer mucho frente a algo que se sale de nuestras manos, y más aún cuando... todo parece ser tan distinto y peor que antes.

–No sé qué pasará si nos enfrentamos nuevamente a eso —agregó Jeremiah Templeshire—. Yo mismo vi a esos monstruos durante aquella época.

Ambos guardaron silencio durante el resto del almuerzo.



El joven de cabello rubio y largo esperaba fuera de la residencia de los Rashfordson después de una corta caminata. Rose abrió la puerta. Dentro, Don Bradenfield y Margareth también aguardaban por él; ésta última saludó gentilmente y se retiró de la pequeña sala.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora