Capítulo 19

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La noche del 24 de octubre de 1927

–¿Y ella? —preguntó Rose Rashfordson, nada amistosa con la acompañante de su amigo— ¿Por qué está aquí? Esto no era parte del plan, Don.

–Quería venir con nosotros y no creí que fuera mala idea —contestó Don Bradenfield, encogiendo los hombros.

Lyda Mason se adelantó. Su inoportuna presencia le hizo sentir avergonzada.

–No seré un estorbo, lo prometo —afirmó.

–Pero puedes meternos en problemas —espetó Rose con una mirada de reprimenda.

Don Bradenfield intervino. Se acercó a la chica y la apartó a un lado.

–Está bien, Rose. Ella será mi responsabilidad. Además, le he explicado todo con detalle hasta ahora.

–¿Sus padres saben que está aquí? Dime, ¿les explicaste que podrían perder a su hija esta noche en el bosque?

–No les explicamos nada... Bueno, más bien...

–¡¿La trajiste a escondidas?!

–¡Vamos, Rose! ¡No seas tan dura! —objetó. Ella casi lo mató con la mirada, pero prefirió no replicar.

–¡¿Están todos aquí?! —el duque de Bendford interrumpió, usando una voz fuerte.

–Parece que solo falta una persona —contestó Jerome.

–¡Lo siento por la tardanza! —Louis Reus irrumpió en la sala, haciendo un alboroto— ¡Espero que no hayan comenzado sin mí!

–Llegas justo a tiempo —dijo Ryan Frost, dándole la bienvenida—. Ahora pueden tomar su lugar.

Los ancianos obedecieron. Rose y los otros fueron los últimos en sentarse, pero Don prefirió permanecer de pie.

–Sabemos el propósito de haber venido aquí esta noche —introdujo Frost—. Si bien la mayoría de ustedes entrará al palacio con nosotros, necesitamos que algunos se mantengan en el bosque y nos resguarden en caso de peligro —tomó aire—. No tenemos la intención de luchar, así que esperamos que todo esté despejado. Nuestro objetivo principal será encontrar a Robert y a las demás personas desaparecidas, luego buscaremos más información en el interior de ese lugar. No toquen nada extraño, no sabemos qué cosas puedan hacer daño y cuáles no. Una vez completada nuestra misión, regresaremos e informaremos al ejército para que ellos se encarguen del sitio.

–Estoy de acuerdo —apoyó Don, cruzando los brazos—. Regresaremos tan pronto como hallemos a Robert.

–Veo que sólo los señores Bradenfield y Reznordton tienen armas —observó Jerome Hart, analizando al grupo—. Será mejor que el resto de ustedes también lleve algo o no podrán defenderse si las cosas no van como planeamos.

–¿Llevar algo? No podremos conseguir un arma ahora —declaró Josh Rashfordson.

–No se preocupen —se adelantó Louis. Caminó hacia el fondo de la habitación mientras los demás le observaban. Hasta ese momento, no se habían percatado de la maleta negra que parecía una inmensa caja de cuero. Reus la tomó con dificultad y se las arregló para regresar con ella—... ya había... pensado en eso.

Tiró la maleta sobre el suelo y la abrió de par en par como una sábana. Todos reaccionaron con sorpresa.

–¡Esto es extraordinario! —exclamó Jeremiah Templeshire a media carcajada.

Louis Reus había desplegado ante ellos más de una docena de armas de fuego y toda una montaña de municiones para recargar.

–Adelante, escojan —invitó, jadeando por el esfuerzo—. Pueden tomar lo que deseen. Asegúrense de agarrar suficientes municiones. Es poco probable que tengamos que utilizarlas, pero es mejor estar preparados para los imprevistos.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora