Corrió. Intentó detenerlo, aunque sin mucho éxito. Durham había subido por las escaleras de un camino alterno dentro del castillo. Benjamin Baddeley fue tras él, dejando un río de sangre a su paso. A pesar de ello, ya no sentía el dolor de las heridas. En su determinación por atraparlo tropezó con algo que le hizo caer sobre el suelo desnivelado del pasillo. Debió soltar el báculo para apoyarse sobre sus manos
Hizo una pausa antes de levantarse.
Comenzaba a sentir el vértigo causado por la pérdida de sangre. Cuando intentó agarrar el bastón para continuar la marcha, fue impulsado nuevamente hacia adelante por algo que le golpeó la espalda con fuerza. Esta vez, el impacto de la caída le hizo quebrarse el mentón junto con un par de dientes inferiores. El intenso dolor facial pronto le hizo adormecer el lugar de la nueva herida.
Escupió una mezcla de saliva y sangre. Algunos fragmentos de diente salieron volando y se perdieron en la oscuridad del pasillo.
Giró sobre su propio cuerpo. No había mucha luz aparte del reflejo de la luna, que se colaba por alguna ventanilla alejada. Pero la silueta del hombre surgió sin que tuviera que revisar muchos detalles.
–¡Durham! —reconoció, distinguiendo sus ojos de un azul celeste que penetraba la oscuridad— ¡Sabía que irías por este pasillo, aunque no me percaté de que podrías tomarme por sorpresa!
–Ya ves que tengo la facultad para acabarte. Tu cuerpo jamás será encontrado en este lugar.
Baddeley sonrió con el párpado del ojo derecho apretado por el dolor.
–¿Y a dónde irás después de matarme? Cuando todo esto se derrumbe, lo hará junto con tus vanas esperanzas.
–Estando a punto de morir hablas más de lo que lo has hecho durante toda tu inútil vida.
Cole Durham levantó la espada y atacó una vez más. Esperando lo que venía, Baddeley agarró el báculo por la base y lo puso delante de sí, con lo cual bloqueó el espadazo de forma impecable. Aplicando algo de fuerza opuesta, rechazó a su oponente y le hizo retroceder; eso le dio tiempo suficiente para ponerse de pie con las rodillas inclinadas. Su posición le dio una mayor estabilidad cuando la intensidad del temblor en el castillo aumentó de golpe.
–¿Qué pasa, Durham?, creí que tenías más.
–¡Te mataré! —Durham apretó los dientes y atacó otra vez directo a su cuerpo.
Benjamin lo esquivó con destreza y giró sobre su pie derecho para contraatacar. El golpe con el extremo del bastón destruyó la nariz del gigante, dejando una especie de agujero nasal en su lugar. Antes de que se recuperara por completo, Benjamin Baddeley le asestó uno más en la cabeza y le hizo caer de espaldas.
Durham le miró de reojo; aún sostenía la espada por el mango.
–Ahora... estás en el suelo —la voz de Baddeley sonó cansada—. Es exactamente el lugar a donde perteneces.
–Puedo asegurarte que yo no estoy a las puertas de la muerte.
–¡Si tan sólo pudiera arrancarte el collar, sentirías cada golpe, tal como te lo mereces!
–Inténtalo. Es tu oportunidad ahora que me tienes... ¿acorralado? —Durham preguntó con sarcasmo.
–¡Es lo que haré ahora mismo! —se abalanzó sobre él, confiando en el peso del bastón.
Discerniendo el brillo de la luna reflejado en el extremo del báculo, fue capaz de hacerse a un lado antes del impacto y treparse del objeto, muy cerca de la mano con la que Benjamin lo sujetaba. Se impulsó entonces para levantarse mientras todo el cuerpo del obispo se hallaba vulnerable.
Benjamin Baddeley tosió un par de veces. La segunda vez, una cascada de sangre fluyó a borbotones fuera de su boca.
–Se te olvidaba que soy inmortal —Cole Durham le susurró al oído—. ¿Quieres decir unas últimas palabras, o acaso te lo impide el hecho de estar ahogándote con tu propia sangre?
El hombre había descargado el filo de la espada en medio del abdomen de Benjamin, cuya cabeza ahora descansaba sobre su hombro.
Intentó articular una palabra, pero sus fuerzas no le alcanzaron. Sintió cómo su cuerpo se adormecía por completo mientras rememoraba sucesos lejanos que habían estado ocultos durante casi toda su vida. Su niñez. No había tenido un padre, pero su madre le había cuidado desde el principio. Ella estaba allí. Su mirada y su sonrisa eran tan tiernas como lo era su voz, tan angelical. «Deseo verte otra vez» —pensó mientras su consciencia se desvanecía hasta sumirlo en medio de la nada.
Durham lo tiró a un lado. El cuerpo de Benjamin Baddeley cayó junto al báculo. Sin embargo, él también estuvo a punto de caer. Tuvo dificultad para sostenerse con las constantes sacudidas.
«No puedo salir de aquí... moriría. Pero... aún me queda una opción. Debo subir hasta la torre y esperar hasta que él venga».
Superó con rapidez las escaleras de la siguiente sección que conducían a la torre principal del palacio, dejando abandonado el cuerpo de Baddeley. Se sostuvo del pasamanos lateral para no caer, pero tal como lo había previsto, la base de la escalera se desprendió por el movimiento de las paredes. En cuestión de segundos, todo el bloque en donde se hallaba se vino abajo sin darle oportunidad de huir. El vacío llenó su pecho mientras caía con toda aquella parte del castillo hecha escombros. Observó el esplendor de la luna llena cuando una de las torres superiores se hubo desmoronado, dejando el interior a la vista.
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Krenzville (La abadía del origen)
Mystery / ThrillerLa engreída utopía en la mente de aquellos sin alma, cuyas pesadillas han trastornado la concepción del temor, le hace parecer un lugar seguro, pero no lo es en realidad; Krenzville nunca lo ha sido desde que hay gente sobre sus tierras. Para Rose R...