Cuando su consciencia se desvanecía, Rose Rashfordson vio abrirse un agujero en el techo; era similar al que había aparecido antes en el bosque. Dos figuras se deslizaron fuera de él al mismo tiempo y sus oídos percibieron los golpes sobre el piso.
–¡Rose!, ¡chicos! —Jerome se levantó de inmediato. Intentó despertarles, pero la chica tenía la mirada perdida; estaba suspendida junto a los demás. El espectro les sostenía con la energía que emanaba de sus manos. Era la viva imagen de la estatua— ¡No se rindan! ¡Despierten! ¡Deben luchar!
John Templeshire apenas escuchó como si la voz viniera desde muy lejos. Sin embargo, los vio claramente. «Jerome..., señor Ryan. Por fin estaremos a salvo».
Claudus Edevane se levantó, apoyándose en sus brazos, y arremetió contra la espalda de Jerome sin que él se percatase. Cuando lo hizo, el agujero se cerró sin dejar rastro. Hart comprendió que sólo había una manera de volver a la abadía.
–¡No dejaré que lo hagas! —escupió Edevane con ira— ¡Te mataré aquí mismo!
–¡No puedes impedirlo! —Hart forcejeó, intentando librarse de sus brazos— ¡Ya es momento de que todo esto acabe!
Sin preverlo, se encontró con la cara de Edevane. No tuvo que pensarlo mucho para asestarle al menos media docena de golpes hasta que le soltó el torso. Sintió placer al hacerlo, a pesar de saber que era inmune al dolor. Con un par de patadas más, se despegó por completo al sujeto de sus piernas. Acto seguido, se levantó y corrió hacia la estatua. La sensación que los ojos del demonio le producían no le detuvo. Se estiró para alcanzar su pecho con el diamante. Sin embargo, algo invisible se lo impidió. Se apoyó con ambas manos, pero aún fue inútil; aquello le rechazaba más hacia atrás a medida que se fortalecía.
«Una barrera la protege —pensó—. ¿Qué es lo que la hace tan poderosa?»
–No puedes penetrar esa barrera, ni siquiera con el cristal —declaró Claudus—. Mientras Denat los controle, será imposible que la venzas. Todo ha terminado y los chicos morirán para que ella renazca.
–¡De ninguna manera! —replicó Hart— ¡¿Acaso crees que será así de fácil?! ¡Chicos, por favor! —llamó—, ¡no se rindan!
Rose Rashfordson escuchó la apartada suplica, pero sus ojos acabaron por cerrarse. Los cuatro habían quedado inconscientes antes de percibir la conversación.
La estancia era otro recinto desconocido y no menos particular. No había paredes alrededor, pero en el centro se erigía un obelisco con una fuente de agua cristalina como base. Aun así, el lugar no les resultó tan sorprendente como la presencia de aquellas personas.
–¿Quiénes son? Acaso... —se oyó decir Robert Reznordton.
El resto guardó silencio. La garganta de Rose se había vuelto un nudo.
–Has crecido tanto, Robert; ya eres todo un hombre —la mujer sonrió.
Para Robert, ella pareció un ángel. Otro hombre se puso a su lado. A pesar de que su último recuerdo de ellos era como el sueño lejano de un niño, los reconoció.
–¡¿Papá?... ¿Mamá?! —una lágrima se deslizó por su mejilla.
–¡Son nuestros padres! —advirtió John.
–¿Cómo es eso posible? ¿En dónde estamos? —preguntó la chica. Había comenzado a sollozar— ¿Qué significa todo esto?
–El Lokum⁅13⁆. Este lugar es una conexión entre el mundo de los vivos y de los muertos —dijo su madre.
–Lokum. Pero, ¿por qué estamos aquí?
–Si están aquí es porque... —ahora era su padre quien se había acercado.
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Krenzville (La abadía del origen)
Mystery / ThrillerLa engreída utopía en la mente de aquellos sin alma, cuyas pesadillas han trastornado la concepción del temor, le hace parecer un lugar seguro, pero no lo es en realidad; Krenzville nunca lo ha sido desde que hay gente sobre sus tierras. Para Rose R...