Capítulo 10

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–¡¿Benjamin Baddeley?! —Preguntó Margareth— ¡¿Cómo es que sabes acerca de ese hombre?!

Sus cubiertos cayeron ruidosamente sobre el plato.

–Vimos su tumba... El cementerio de Blacksmith —contestó Rose. Se acercó a su abuela—. Era extraña. La lápida... La inscripción... No era como algo que hubiera visto antes.

–¿Qué resultaba tan extraño en el mensaje de aquella lápida? —inquirió con más interés la anciana.

La chica relató con detalle lo sucedido hasta el hallazgo en la tumba y el texto de su inscripción. Sus manos temblaron al recordar a las criaturas por las que fueron perseguidos. Sin embargo, omitió esa parte de la historia. Le habló acerca del documento que Jerome Hart había encontrado en el antiguo palacio de Bendford.

Margareth Gratefullady pensó en los hechos. Agachó la mirada y observó sus deterioradas manos.

–¿Por qué te sorprende todo esto? ¿Acaso sabías sobre ese tal Baddeley? —Rose Rashfordson escudriñó las arrugas en la frente de su abuela— ¡¿Quién es?!

El viento golpeó las ventanas y se coló a través de la buhardilla del tejado, creando el sonido particular del cristal vibrando irregularmente entre la frágil madera de los marcos. Por un momento, Rose recordó las palabras de Jerome Hart acerca de lo que sucedería esa noche. Sintió la instintiva urgencia de asegurar mejor las cerraduras de las puertas.

–Es una leyenda —contestó.

La chica frunció el ceño, sin comprender.

–¿Una leyenda? —preguntó.

Margareth tomó aire antes de continuar.

–Hace muchos años, yo recogía la cosecha de verano en la vieja granja junto a tu abuelo —dijo, correspondiendo a la mirada de su nieta—. Josh había ido por agua. Caminé varios metros entre los espacios del arado. De repente, escuché un extraño sonido proveniente de los matorrales. Sentí temor. Pensé que se trataba de algún animal peligroso. Antes de que me percatase, una mano me tomó por el hombro. Salté asustada al darme cuenta de la presencia del sujeto. Era alguien a quien jamás había visto. Me miró a los ojos. Dijo que no debía temer. Le creí, pero esperaba que Josh apareciera cuanto antes. Se llamó a sí mismo Benjamin Baddeley. Aseguró que estaba al tanto de todo lo que sucedía en Krenzville. Me quedé sin palabras por varios minutos. El hombre tenía una barba negra bien arreglada e iba vestido con ropa muy elegante. Además, llevaba puesto un bonito y raro collar con algo parecido a un diamante rojo. Cuando se marchó, no podía pensar en otra cosa. Preferí ocultar lo sucedido y no decirle nada a mi esposo. Creí que su mensaje no era algo demasiado relevante entonces.

El viento filtrado agitó las cortinas

–Pero la inscripción de su lápida dice que murió en 1832 —replicó la chica—. ¡Ni siquiera habías nacido!

–Lo sé. Tiempo después, durante una tormenta en 1913, Josh y yo dimos refugio a un forastero en la habitación contigua al establo para que durmiera esa noche. Eras aún muy pequeña en aquel entonces. Al principio, no pude ver de quién se trataba. Estaba cubierto para no mojarse con la lluvia. Sin embargo, cuando pasó a la mesa para cenar con nosotros, reconocí al mismo hombre de la granja. Su ropa era igual a la de aquella vez y su apariencia no había cambiado en lo más mínimo. Llevaba también aquel collar con el diamante rojo. Se presentó utilizando el mismo nombre y señaló, sin ningún reparo, que ya nos conocíamos, aunque todavía no sabía mi nombre. Habló acerca de las apariciones y de Gardenville, y luego nos preguntó qué pensábamos con respecto a aquel lugar. A su parecer, tenía que ver con los misterios, pero yo no estaba muy segura sobre el asunto. Cuando despertamos, a la mañana siguiente, el extraño ya se había marchado.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora