Capítulo 25

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La sala era tan amplia como una plaza, y estaba iluminada por las velas sobre los candelabros distribuidos a lo largo de cada pared. Caminar hasta el centro les demandaría al menos un minuto. De los seis, solo Benjamin y Traury no habían estado antes dentro del gran recinto. Éste último, pareció asombrado.

–Es como un gran salón para rituales. Estoy seguro de que fue creado con ese propósito —declaró Durham, abriendo los brazos—. Fue aquí en donde los encontramos, los collares, justo en la estatua del centro; y todo gracias a la información que se encontraba en los documentos tomados por Donatus. Por alguna razón, el consejo no quiso retirarlos de este lugar. Tal vez temían que estuviesen tan malditos como esta parte del bosque.

–Pero, ¿cómo lo supieron? ¿Cómo supieron que el libro tenía relación alguna con este lugar y los collares? ¿Acaso se trató también de una suposición? —Benjamin se mostró escéptico— Dudo que hayan llegado tan lejos con tan sólo suposiciones.

–Los documentos no sólo contenían información recopilada hasta el momento acerca de Artes de Sangre —señaló Edevane—, también explicaban los rituales realizados aquí por la misma orden, y los detalles de cada habitación y hallazgo dentro del palacio.

–La información sugería que los collares brindaban protección contra la maldición del libro —Durham intervino, tratando de acelerar el paso—. Los primeros en creer que el libro pertenecía a la Orden de Gardins fueron los miembros del consejo; pero no fue sino hasta que llegamos aquí que lo comprobamos con certeza.

Se aproximaron hasta el centro. La estatua era más grande de lo que Benjamin había supuesto al verla desde la entrada. Una mujer erguida y desnuda, cuyos ojos estaban hechos de un cristal rojo, similar al del collar que él llevaba puesto. Notó la inscripción en la piedra que servía como base para la estatua. Era visible gracias a la coloración oscura que llenaba las letras talladas. Denat.

–¿Y cómo lo comprobaron?

–Así —Durham tomó el libro fuera de su hábito y lo mostró a Benjamin.

–¡¿Qué haces?! —se sobresaltó al verlo de cerca— ¡No puedes abrir ese libro o si no...!

–Fue un riesgo al principio, pero tranquilo —el hombre sonrió confiadamente—, te dije que lo habíamos comprobado. La CLAVE está en el collar.

–¿En el collar? ¿Qué quieres decir?

Cole Durham abrió el libro desde su portada. Benjamin y Traury tuvieron la impresión de que la oscuridad, que apenas percibían en el ambiente, comenzaba a abrazarlos. Una sensación de cansancio y desaliento les invadió el cuerpo. Les pareció notar un ligero movimiento en el rostro de la estatua. Los cristales rojos en sus ojos brillaron.

El joven duque sonreía con la mirada fija en ella.

–Son los efectos de hacerlo por primera vez, pero te acostumbrarás —expresó Durham con una evidente expectativa—. Te dije que la clave está en el collar que llevas puesto. Aunque eres consciente de la maldición, no puedes ser dañado por ella. En cierta manera, nos da el control.

–¿Y cuál es la finalidad de todo?

–Ella. Lo hemos leído en el libro y conocemos el ritual. Su invocación es la finalidad de todo esto.

–¡¿Lo leyeron?! ¡¿Cómo se atrevieron a hacer tal cosa?! —Benjamin Baddeley se alarmó. Lo había considerado una imprudencia.

–No fue nada peligroso, a mi parecer —insistió.

–Entonces, ¿por qué no realizaron el ritual antes?

–Aún faltaban ustedes. Los seis usuarios de los collares deben estar presentes.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora