En un abrir y cerrar de ojos, las dos criaturas que habían estado encima ya no se hallaban completas. Sus cráneos estallaron con el impacto de las balas.
Con un suspiro cercano a la tranquilidad, tras una serie de jadeos, miró hacia atrás para intentar comprender lo que había sucedido.
El humo aún brotaba de la boquilla del rifle, mientras su poseedor lo sacudía con cierta pausa y serenidad tan ajenas a aquella situación.
Ryan Frost le miraba desde lejos, aunque no pareció sorprendido.
–¡Ya! —gritó John— ¡Paren de correr!
Los tres frenaron la marcha de inmediato. Habían huido del sitio a toda velocidad antes de que un par de disparos se escucharan traspasando el silencio del viento. Rose Rashfordson no estuvo segura de hallarse a salvo en un principio; sin embargo, se detuvo.
La chica dio media vuelta. A unos diez metros, distinguió a Don Bradenfield; más atrás, se encontraba John, sentado en el suelo, y a poca distancia de él, se hallaba el duque de Bendford con las dos criaturas esqueléticas tiradas a sus pies. Por un momento, se preguntó de dónde había venido el sonido de los disparos. Miró hacia sus enemigos destrozados sobre la tierra.
«Quien sea que lo haya hecho nos ha salvado» —pensó.
No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que otra figura hacía parte de la escena.
No muy lejos de ella, pero más cerca de la salida, se erguía la silueta de un hombre alto, cuyo sombrero y cabellera larga sobresalían entre la oscuridad de la noche, en el cementerio de Blacksmith.
La chica creyó quedarse sin aliento. Retrocedió.
–Es imposible —sus palabras apenas salían entre temblores—. Él es...
–¡Te debo una! —gritó Ryan Frost, siendo consciente de todo.
–Mueren cuando les destruyes el cráneo —habló el hombre desde su lugar, sin mirar al duque—, o simplemente rompiendo su esqueleto. Me temo que esas cosas son controladas por alguien. Es lo único que me he atrevido a suponer hasta ahora.
También recordó que poseían ojos.
A poca distancia, Rose mantenía la vista puesta en el sujeto. Ryan Frost se levantó, echando a un lado la pila de huesos que reposaba sobre sus muslos y se sacudió la tierra negra del traje, cuya natural estirpe parecía haberse opacado con la suciedad.
Caminó hacia el hombre.
John Templeshire también se había levantado; fue hacia Rose mientras Don Bradenfield se aproximaba con rapidez. La miró con una sonrisa; ella le correspondió, restándole atención al hombre. Se sintió a salvo. En un instante, que después ambos recordarían como mágico, la chica creyó sonrojarse y sentirse avergonzada. Sin embargo, tuvo la impresión de estar experimentando algo que antes no había sucedido dentro de ella, y lo disfrutó, aun sin acabar de salir de su asombro.
–Ah... ¿Chicos? —Don se aclaró la garganta, intentando traerles de vuelta a la realidad—, ¿vamos?
Ambos dieron un respingo y lo miraron con gesto de incomodidad en el rostro.
–Ah... Sí... Sí —contestó John, ligeramente avergonzado y desviando la mirada.
Los tres caminaron para reunirse con Ryan Frost alrededor del hombre que le había disparado a las criaturas. Al llegar, Rose le miró con extrañeza. Para ella, el hombre que tenía enfrente constituía un misterio personal que deseaba comprender.
–Usted —titubeó—... Lo he visto.
Se dio cuenta de que en realidad no tenía mucho que decir.
El hombre levantó su sombrero para encontrarse con la mirada de la chica. Ella no dijo nada. Sin embargo, luego de examinar su rostro, no halló el más mínimo rastro de malicia; de hecho, tuvo la impresión de que el sujeto era bondadoso.
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Krenzville (La abadía del origen)
Mystery / ThrillerLa engreída utopía en la mente de aquellos sin alma, cuyas pesadillas han trastornado la concepción del temor, le hace parecer un lugar seguro, pero no lo es en realidad; Krenzville nunca lo ha sido desde que hay gente sobre sus tierras. Para Rose R...