Capítulo 23

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–Iremos detrás y guardaremos la distancia para que no se percaten de que está con nosotros —dijo Adolphson, dirigiéndose a Benjamin Baddeley.

El sacerdote le seguiría de lejos con tres carrozas llenas de guardias. Baddeley, por su parte, llegaría en otra falsamente cargada de provisiones.

–De acuerdo, será en el castillo de Amveil —dijo Benjamin sin objetar—. Estarán allí, pero debo entrar solo. Supongo que querrán cerciorarse de que no traigo ningún tipo de compañía indeseada. Una vez salgan a tomar las provisiones, usted podrá hacer con ellos lo que quiera.

–No puedo confiarme, obispo Baddeley —arguyó.

–Si le ven entrar, escaparán y le será mucho más difícil atraparlos.

Jake Adolphson hizo un gesto de disgusto, pero aceptó sin decir una palabra. Se dirigió a la carroza en donde iría. Antes de llegar, giró nuevamente hacia Benjamin.

–Por cierto, ¿sabe algo del monje? Dudo que haya desertado, pero estuve buscándolo inútilmente durante toda la tarde. ¿Sabe a dónde fue?

–Lo ignoro, padre Adolphson —contestó con desdén—. Pensé que aún lo tendrían custodiado, así que no le pedí venir conmigo.

–Debemos ser rígidos con los castigos, aunque, en cierto sentido, él expió por su error, obispo Baddeley.

–Insisto en que debieron ir directamente conmigo —agarró la puerta de la carroza—. Como se dio cuenta, ninguno de los dos estaba involucrado con ellos. De todos modos, cuestionar los juicios o las acciones del consejo sería extralimitarme.

–Le repito, obispo Baddeley, que no me confío y no tenía otra opción.

–Creo que luego de esta noche, preferiría dejar ese asunto en el pasado —declaró, subiendo el primer pie en la escalerilla—. Es mejor para todos, ¿no cree?

–Pasaré al otro carruaje —dio media vuelta y habló mientras caminaba de espaldas al hombre—. Yo le seguiré desde este punto junto a los demás.

–Estoy de acuerdo. Ya falta poco para llegar.

Jake Adolphson esperó para ser recogido por el carruaje que venía más atrás. Se subió con algo de dificultad, ayudado por un guardia. Ese tipo de acciones demandaba un gran esfuerzo físico para su edad.

–Y bien, ¿te dijo algo acerca del monje? —cuestionó Bartholomew Bradsmith al verlo subir.

–No. Parece que no sabe en dónde está y no se notaba muy interesado en él.

–¿No se escandalizó por lo que hizo? —buscó su mirada.

–No se lo dije —respondió sin vacilar—. No quería alertarlo. Sigo sin confiar, Bartholomew.

–¡Por Dios, padre Adolphson!, ¡Adrianm Casi muere desangrado! —exclamó el hombre con un tono de reproche— ¡Si no hubiéramos llegado a tiempo, ni siquiera habríamos sabido lo que ocurrió, porque él ya no pertenecía a este mundo!

–No sabemos lo que lo ocasionó. Adrianm estaba demasiado débil para hablar y no pudo decir más nada aparte del nombre de su agresor. Tal vez forcejeó con el monje por algún desacuerdo. Bellamy Fisher no es el hombre más pacífico. Seguro quiso vengarse atacando a alguno de nosotros.

–O quizá escondía algo que comprometía al mismo Baddeley —declaró Bradsmith—, ¿no lo crees?

–Eso no lo sabremos hasta que hablemos nuevamente con el padre Adrianm. Por ahora, solo quiero enfocarme en atrapar a ese par y recuperar el libro; después nos ocuparemos del asunto del monje.

Krenzville (La abadía del origen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora