❤️‍🔥CAPÍTULO 24.

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CHARLOTTE.

Me mire en el espejo con cierta prisa antes de cerrarme la gabardina de color tinto y tomar los botines de tacón en silencio antes de apagar la pequeña lamparita. Tenía todo lo que necesitaba en las bolsas de mi abrigo, entre eso mi arma, no pude conciliar el sueño tras haber llegado a la Casa Blanca y volverme a instalar, estuve la mayoría de la noche oyendo las manecillas del reloj hasta que llegó la hora.

Avance por el pasillo en silencio recordando las rutas que Leslie me dió tras habérselas pedido para salir por alguno de los túneles subterráneos, tras llegar al elevador me calce los botines y baje la vista a mi reloj que yacía en mi muñeca derecha, no sin antes, palpar el enorme anillo de Rubíes dentro del abrigo. Me repetía una y otra vez que hacer esto era una muy mala idea y que, lo más probable sería que acabara en un cajón. Camine con rapidez en cuanto las puertas del elevador se abrieron y las luces tenues de los túneles me hicieron pasar saliva.

Las luces del Bugatti parpadearon tras quitar la alarma, agradecí que Emmanuel lo trajera tras decirle que lo necesitaría. Ingresé uno de los códigos que Leslie me proporcionó para abrir las rejas del túnel antes de ingresar al coche. Active el aire acondicionado, el motor rugió haciendo eco en las paredes del túnel y ajuste las luces antes de salir y mirar por el espejo retrovisor como las rejas volvieron a cerrarse.

A estas horas de la madrugada, apenas si las calles comenzaban a ser habitadas por quienes trabajan desde temprano, conduje por toda la autopista libre mirando de vez en cuando el espejo para verificar que nadie me siguiera. Tras casi veinte minutos de camino, sentí los latidos de mi corazón ir en aumento conforme el coche se acercaba a mi destino. La canción que salió de mi reproductor de musica hicieron de mi camino una tortura menos. Supermassive black hole de Muse retumbó en los altavoces y me dispuse a tararear la canción ya que me la sabía de memoria.

En una de esas, las luces de otro vehículo parpadearon detrás de mí tras entrar al estacionamiento. Me quedé unos minutos antes de apagar el coche y salir para afrontar lo que se me viniera encima.

Apreté las llaves antes de guardarlas y me encamine al escenario frente a mí. El pasto se clavo bajo mis botines negros de tacón pero seguí avanzando en silencio, oyendo el crujir de las ramas, el tinteo de las campanas a causa del viento ya que no muy lejos hay una iglesia, paso de largo al hombre que cuida la entrada y esta recargado entre la silla y la pared de su caseta durmiendo.

Sé que le han avisado de mi llegada.

Camino entre las lápidas como un fantasma, en silencio y con una de mis manos entre la espalda donde se encuentra el arma. El arco militar se alza frente a mí haciendo que me detenga, la piedra antigua apenas si es visible ante la niebla de la madrugada al igual que sus grabados. Frente a mí no hay más que lapidas, árboles y bancas de granito, hasta que lo noto.

El robusto roble de forma tétrica, el árbol del ahorcado. Es famoso tras atraer a las personas para suicidarse o al menos, así lo hacen ver las notas amarillistas. Las muertes siempre ocurren en ese mismo lugar. Avance en su dirección maldiciendo internamente a la jodida niebla que me envolvió tras caminar.

Solté un suspiro un tanto decepcionada al llegar y solo ver una banca solitaria. Estoy rodeada de tumbas y ángeles esculturales.

Me senté sintiendo el frío traspasar la tela de mi pantalón y mirar la hora en el reloj. Fuí puntual.

Todo a mi alrededor pareció haberse detenido en el momento que una mano enguantada me sujeto por el hombro con cierta posesión y el aroma de su perfume amaderado me invadió por completo haciéndome cerrar los ojos.

—Lamento la tardanza, Charlotte Morozova—susurro en mi oído, poniéndome más tensa.

Respire tan solo un poco en el instante que se alejó y se posicionó frente a mí. Caí en la cuenta de que a mi lado, dejó un vaso de café ya que él sostenía uno con firmeza.

—Pakhan, me honra con su presencia—hable pasando mi atención a su vestimenta—, espero que su hermana se encuentre bien.

El traje azul rey relucía en él como una segunda piel, limpio y pulcro. Oculto bajo su gabardina negra y guantes de cuero.

Noté media sonrisa en su rostro.

—Oh, no se preocupe por ella. Sé encuentra bien—me respondió con cierta diversión y señaló el café que no he sujetado—, le he puesto una buena cantidad de azúcar.

Tome el vaso de la banca y me lo lleve a los labios sintiendo la explosión del líquido caliente y dulce. Así que lo recordó.

—Gracias—me dediqué a señalar al café—, pero no era necesario.

—Una buena charla siempre es buena con café—me contradijo de inmediato.

—Aquí me tienes.

Él asintió.

—Mi padre le manda saludos—añadió y yo mire sus ojos oscuros.

La niebla se arremolinaba a sus pies haciéndolo ver como si fuera un ser imponente. Es por mucho, más alto que yo.

—Le agradezco me lo informe—casí reí interiormente, sonaba tan educada respetando sus tiempos al hablar.

Ni siquiera con Emmanuel que los dos somos unos pericos al hablar.

—¿Qué es lo que hago aquí?—Fuí directa al grano.

—Sólo deseaba ver sin ningún disfraz a la mujer que ha puesto mi apellido de cabeza y en problemas—dijo él, dando varios pasos al frente.

—Pakhan si deseaba una foto mía, estoy muy segura que en internet abundan demasiadas.

—¿Tanto como su mala reputación?

Reí.

—Eso se lo debo a usted.

—Estoy para serle de ayuda—añadió, irritandome.

Me levante de malas dejando el café en la banca, casi al mismo momento que él. De un movimiento rápido saque el arma llevándola a su pecho y haciendo que él retrocediera hasta quedar recargado en una estatua de un arcángel.

Él me tomó de la nuca acercándome a su rostro para que sintiera el filo de una cuchilla, específicamente cerca de mi vena. Por tan solo unos instantes lo note bajar la vista a mis labios ya que estamos jodidamente muy cerca que hasta podía sentir su respiración. Pase saliva con cierto disimulo.

El Pakhan sonrió cuando escuchó que le quite el seguro al arma.

—Dispare agente—me alentó para que lo hiciera—, y su precioso hijo se quedará sin madre.

—No entiendo la razón de esta reunión, Pakhan.

—Sí usted o su grupo de soldaditos siguen tratando de cazarme lo único que encontrarán serán cadáveres. Los mismos que pertenecerán a sus seres queridos.

Sonreí al oírlo.

—¿Me está amenazando?

—Le estoy avisando, agente. Fue un error lo que hicieron y por hacerle un favor a mi padre, es que la he reunido aquí.

¿Acaso escuche bien? Edward Vólkov le pidió a su propio hijo que se reuniera conmigo para darme un ultimátum.

—Tiene dos días para pensarlo, de lo contrario, prepárese para el infierno.

—Yo nací en el infierno, Pakhan. Así que no se preocupe, que las llamas ya se saben mi nombre y el diablo me ama.

Quité el arma al mismo momento que él alejó la suya de mi cuello. Giré dándole la espalda y alejándome de él tratando de respirar profundamente. Sentía mi corazón latir tan frenéticamente que por instinto me lleve la mano a donde minutos atrás estaba la cuchilla y mire mis dedos manchados con un poco de sangre.

Mire sobre mi espalda encontrándome con que él todavía no se movía de su lugar y me miraba fijamente. 

PASIÓN & PODER: 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 | 𝗦𝗘𝗥𝗜𝗘 𝗣𝗢𝗗𝗘𝗥 #1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora